¿Por qué existe "algo" material (universo, leyes, vacío cuántico...) en lugar de la nada absoluta?

Si se responde: “porque la nada absoluta es imposible, no existe”; entonces: ¿Cuál es la causa de ese "algo" material? ¿Por qué tiene esas propiedades específicas y no otras?

Si no hay explicación:

¿Por qué aceptar que ese “algo” material existe sin razón contraviniendo el Principio de Razón suficiente (PRS)? Aceptar un hecho bruto equivale a abandonar la razón sin motivo. Si buscamos causas para todo, ¿por qué detenernos en la existencia misma del universo? El universo tiene un orden racional, leyes matemáticas precisas y constantes finamente ajustadas que permiten la vida. ¿Por qué encogernos de hombros y decir que esto -o el fundamento que le dio lugar- “simplemente existe porque sí”?

¿Por qué es más razonable aceptar que existe sin razón que postular una causa no material, coherente en sí misma, que dé una razón a su existencia y a sus propiedades?

Si la pregunta es inválida:

¿Por qué no se puede pedir una razón para su existencia como exige el PRS? Si aceptamos que todo dentro del universo tiene una razón, es lógico extender esa exigencia al universo mismo como un todo, o al "algo" fundamental, a menos que se demuestre que es una excepción. Nadie ha mostrado por qué el universo o ese "algo" fundamental deberían estar exentos del PRS, especialmente cuando la estructura de aquel (leyes contingentes, constantes específicas, comienzo temporal) sugieren que no es autosuficiente. Si abandonamos el PRS para el universo o el "algo" fundamental, ¿por qué no abandonarlo para cualquier otro fenómeno?

Si es eterno:

¿Por qué existe eternamente y por qué posee esas propiedades (leyes físicas, constantes, capacidad para sostener vida) en lugar de otras? ¿Qué explica que la constante gravitacional sea aproximadamente 6.674 × 10⁻¹¹ m³ kg⁻¹ s⁻² y no cien veces mayor?

Si es necesario por sí mismo:

¿Qué lo hace necesario? ¿Por qué ese “algo” y no otro con otras propiedades? Algo es necesario cuando no depende de nada más, no podría ser de otro modo y no podría no haber existido. ¿Cumple ese “algo” estos requisitos?

Si surge de principios abstractos:

¿Por qué esos principios y no otros? ¿Qué los hace generar un universo? Si son principios impersonales, ¿qué los activa o por qué se activan solos?

Si no nos es posible saberlo:

¿Por qué no nos es posible saberlo? ¿Por qué aceptar la ignorancia como respuesta final? ¿Por qué no apelar a una causa no material que satisfaga el PRS? Lo que es cierto es que la ciencia no nos permite conocer esa respuesta, sencillamente porque no forma parte de su dominio, sino del de la filosofía. Esperar que la ciencia resuelva algún día esta cuestión, es como esperar que demuestre que las leyes de la lógica son falsas: un absurdo. La buena noticia es que la filosofía, con herramientas como el PRS, sí puede aportar conocimiento y permitirnos avanzar hacia una explicación racional.

Respuesta teísta a por qué existe "algo” material (universo, leyes, vacío cuántico) en lugar de la nada absoluta:

 

¿Cuál es la causa de ese "algo" material?

Un ser trascendente, que existe necesariamente, lo creó.

¿Por qué existe necesariamente?

Porque cualquier “algo” material que postulemos será contingente (dependerá de algo más para su existencia, podría haber sido diferente a como es, podría no haber existido). Algo material nunca podrá satisfacer el PRS, ya que la explicación se detendrá en él, p. ej., en un vacío cuántico eterno. Pero este es algo que necesita una explicación. El PRS no puede asumir que no la tiene, que su existencia y sus propiedades vienen dadas porque sí. Aquí interviene la causa trascendente al “algo” material que se intenta explicar: se trata del Ser Necesario, aquel que no puede no existir, cambiar. Solamente algo inmaterial y que esté más allá del espacio-tiempo puede satisfacer esta necesidad explicativa.

¿Por qué tiene esas propiedades específicas ese “algo” material?

Porque el ser trascendente es racional y su creación refleja su Logos (racionalidad, orden). Si ese “algo” material es el vacío cuántico del ejemplo anterior, entonces sus propiedades no son arbitrarias, sino aquellas que hacen posible un universo ordenado, donde los elementos tienden a cumplir fines: una gravedad que mantiene unidos los planetas alrededor de una estrella permitiendo órbitas regulares; un río que riega los campos; una estrella que fusiona hidrógeno para generar luz y calor, posibilitando la vida en planetas cercanos; unas partículas subatómicas que obedecen leyes cuánticas precisas que permiten la formación de átomos y moléculas; o un meteorito que transporta minerales a un planeta. Para que pueda existir un universo así —coherente, estable y orientado a fines—, se requieren leyes, constantes y propiedades físicas precisas que lo hagan posible.

¿Por qué el ser trascendente es racional?

Porque la racionalidad es una perfección (incluye la capacidad de conocer la verdad, actuar con sabiduría y ordenar la realidad conforme a fines). Un ser que careciera de racionalidad sería inferior a uno que la posee, lo cual es incompatible con la idea de un ser perfecto. Además, el universo refleja orden y lógica, lo que apunta a una causa racional. Por tanto, un ser perfecto que causa un universo ordenado debe ser racional.

¿Por qué el ser trascendente es perfecto?

Porque es absolutamente autosuficiente, independiente y sin carencias; es decir, no necesita de nada externo a él para existir. Cualquier imperfección, como una racionalidad limitada, implicaría una carencia que lo haría dependiente de algo externo para completarse, como una fuente de orden. Si el ser trascendente necesitase una fuente externa de orden para que su acción tuviera coherencia, surgirían varias preguntas fundamentales: ¿por qué existe ese orden? ¿Por qué es racional y no caótico? ¿Por qué tiene autoridad sobre Dios? ¿Por qué no es dependiente de otra cosa? ¿Por qué deberían coexistir Dios y ese orden? ¿Qué pasaría si alguno de los dos no actuara correctamente? Necesitaríamos una causa que uniera ambos, lo cual llevaría a una regresión infinita de causas. Un ser dependiente no puede ser el ser necesario. Solo un ser perfecto, con racionalidad infinita y sin dependencia, puede ser el fundamento último de todo.

¿Por qué creo?

 Porque el ser trascendente es amor, y este, por su naturaleza, tiende a compartirse. En este caso, ese amor se manifiesta en el deseo de compartir la existencia, un don inmenso y valioso. El acto de crear y dar vida es una expresión de esa naturaleza amorosa, que busca transmitir lo que es más precioso: la existencia misma.

¿Por qué es amor?

 Porque su perfección (su falta de carencias, autosuficiencia e independencia) necesariamente implica amor.

¿Por qué su perfección implica amor?

Como ya se explicó, un ser necesario no puede tener carencias, necesidades o dependencias, ya que, por definición, debe ser perfecto y autosuficiente. Si tuviera alguna carencia, como la necesidad de crear porque se siente solo, aburrido, o tiene algún deseo insatisfecho, esto implicaría que depende de algo externo para completar su ser, y necesitaríamos explicar por qué Dios tiene esa carencia. Si necesitamos explicar por qué Dios tiene una necesidad de entretenimiento o compañía, entonces esa necesidad debe tener una causa. Si decimos que la causa de esa necesidad es su propia esencia, entonces necesitamos explicar por qué esa esencia tiene esa necesidad, lo que nos llevaría a una regresión infinita. Esa dependencia sería incompatible con la noción de un ser necesario, pues lo haría contingente, es decir, dependiente de algo fuera de sí mismo para actuar. En consecuencia, un ser necesario no puede crear por razones de necesidad personal, sino solo por un acto de amor, ya que, al comprender que la existencia es un bien valioso, desea compartirla sin que esa acción sea impulsada por carencias o deseos insatisfechos.

¿Por qué no aplica la misma lógica al amor?

El amor es lo opuesto a la necesidad; no implica carencia, vacío ni la necesidad de ser completado. Es decir, no depende de nada externo para existir o expresarse. En un ser perfecto, el amor es una expresión de su naturaleza plena, una voluntad libre que elige compartir lo que ya posee en su totalidad. No surge de una falta, sino de una abundancia. Por ello, el acto de crear no es una respuesta a una carencia o necesidad, sino una decisión libre y generosa de compartir su ser con los demás, porque el amor implica dar sin esperar nada a cambio.