El hecho es que se bajaron de un platillo volante y me dieron por el culo.
Y no, no tengo elementos de juicio para valorar si se trataba de un ritual de bienvenida, de una extracción de ADN para sus experimentos científicos o de un saludo protocolario; y además me la suda: todos esos amigos del forastero, del intercambio de culturas y del contacto entre civilizaciones, tenían que verse como yo, de bruces contra el capó de un coche, con los pantalones bajados y un hombrecillo verde empeñado en limarles vigorosamente el ano.
Y paso de implicaciones: si los extraterrestres son una banda de maricas, me la trae floja. Ellos, sus costumbres y la madre que los parió. Y ni homofobia ni hostias: mi culo ni es un objeto de estudio ni es una opción.
¿Qué cojones quieren que les cuente? Lo único que sé es que iba yo tranquilamente por la comarcal 620, cuando a lo lejos vi una luz extraña, asomando por el horizonte. Era una especie de globo, algo luminoso que parecía suspendido en el aire, como un aerostato fluorescente.
Pensé entonces en esos programas televisivos que hablan de abducciones, de extraños cambios posicionales en la carretera, de encuentros en la tercera fase en los que el protagonista se convertía en un personaje admirado por la Humanidad entera. No sé lo que pensé, pero cuando estaba a punto de meterme un estacazo por mirar al objeto en cuestión, el platillo, el globo o lo que fuese aquella mierda, avanzó y se detuvo sobre mi coche, a cosa de unos diez o veinte metros por encima del suelo.
Con la mandíbula a medio desencajar por la sorpresa, eché el freno de mano, pensando en las letras que me quedaban por pagar si me abducían, y bajé del coche.
El objeto cambió entonces de color, pasando primero de su tonalidad amarillenta a un verde intenso, y luego a un rojo sangre más intenso todavía. Debí sospechar sus intenciones cuando vi las luces rojas, pero no se me pasó por la cabeza.
En cuanto me lo quedé mirando, el platillo descendió, me enfocó con una luz como de cine, y mantuvo el enfoque mientras continuaba su descenso. No sé si tardo un minuto o sólo cuarenta segundos, pero no fue mucho tiempo.
Luego, se abrió una compuerta y por una escalerilla extensible que salió de ella se bajaron dos tipos larguiruchos, con pinta de salchicha recocida, y color de salchicha recocida, y textura de salchicha recocida. Uno de ellos levantó la mano y el otro inclinó la cabeza.
Recuerdo que traté de decir algo, pero cada vez que hablaba, el platillo, la nave, o lo que fuera aquello, tapaba mi voz con un chirrido.
A partir de ahí, sólo recuerdo que el que me extendió la mano me agarró mientras el otro me bajaba los pantalones.
Me dieron por culo en riguroso turno, se subieron al platillo y se marcharon. Eso fue todo. Le juro que eso fue todo.
Y aunque me interroguen cuarenta veces, es lo que puedo decirles. Eso, y que la ciencia a la que ustedes sirven, me la suda, me la trae floja, pendulona y oscilante.
Bájense los pantalones y les explico yo mi hipótesis.
Cago en sus putas hipótesis, ¡joder!
Comentarios
Joder con la primera frase. Creo que es mi principio de relato en castellano favorito desde aquél mítico de «El Charolito sólo se fiaba de su polla. Era la única que nunca le daría por culo». de Montero Glez.
Por lo demás, aunque sigue sin ser exactamente un relato y se queda en anécdota muy graciosa; debo regalarte las orejas una vez más: ya te llevo leídos unos cuantos relatos y me parece un punto muy a tu favor tu capacidad de cambiar de estilo con efectividad.
¿Has publicado algo?
#2 Muchas gracias.
El relato en sí es una chorrada, eso no lo duda nadie. Por cierto: conozco personalmente a Montero Glez y en persona es aún mejor que por escrito. Uno de esos escritores de casta que deja de ser escritor ni cuando duerme, pero sin un gramo de pedantería. Un puntazo de tío.
Sí, la verdad es que para eso uso los relatos: para cambiar de estilo y no encasillarme en un tono. No hay manera de fingir, y la literatura es ficción, si no eres capaz de fingirte otro.
¿Que si he publicado?
Unos 2000 artículos, 30 poemas, 9 novelas y 50 cuentos... Pero lo divertido es publicar en sitios como este, en plan anónimo, y descojonarse un rato. O descubrir que eso que te parecía tan genial y te alabaron tanto en el año 99 se ha convertido hoy en una puta mierda que no vota ni cristo...
No vamos para jóvenes...
#3 Jajajajaja.... o sea que eres como esos vídeos de Cristiano Ronaldo maquillado de vejete que se pone a jugar con la gente por la calle. Y yo el otro día diciéndote que tu estilo parecía profesional. Bueno, me consuela saber que no me ha fallado el olfato: y tanto que lo parecía.
#4 No, joer... No ter creas. Empecé en una publicación de mierda y sigo escribiendo gratis en publicaciones de mierda. Viví bastante tiempo de esto, pero ya me dedico a otra cosa. Sigo escribiendo, novela sobre todo, pero me gano los garbanzos en otro lado, lo que me da una libertad y una tranquilidad de espíritu que no te imaginas. Sobre todo porque mis ingresos provenían de la prensa escrita, y más o menos ya sabes la clase de estercolero en que eso se ha convertido en la última década.
Y nunca fui un Cristiano Ronaldo. Ponte en que soy un López Ufarte jubilado que juega en el patio, y algunos se acuerdan de él, otros no... Sigue tirando las faltas que te cagas y si hay que correr, que corra san Pedro, que ya no estoy para esos trotes
Por cierto: en abril, si todo va bien, publican mi décima novela: Indicios, evidencias, pruebas y patadas en el culo. ¿Qué tal el título para un caso policíaco?
#5 un poco largo. Desde la ignorancia, evidencias y pruebas no son lo mismo?
#6 Me explicaron que no, que las evidencias son sólo pruebas circunstanciales, pero no materiales.
No me hagas ni caso, eh?
La primera frase es un click bait. "Saludo protocolario" lo hubiera cambiado por "saludo proctocolario". Jaja, es muy bueno. Tan bueno como tu relato.