Mientras el gobierno sigue perdido en sus causas atomizadas, la reforma laboral sigue vigente, la regulación de las casas de apuestas ha resultado un fiasco, no se ha metido mano al estado alarmante del mercado del alquiler o siguen sin publicarse la lista de amnistiados fiscales.
La izquierda de este país sigue subyugada a las élites financieras. Vivimos presos de la vergüenza autoimpuesta de ser lo que somos. El centroderecha, herido de muerte, sigue dominando el lenguaje y el discurso cultural y social y cada propuesta de Podemos, sea cirquense y electoralista (la mayoría) o lógica y honesta (hay algunas, aunque no suficientes), acaba siendo defenestrada, vilipendiada y neutralizada por unos medios controlados mayoritariamente por las élites extractivas de este país.
Mientras el desempleo y la precariedad siguen batiendo récords y los sueldos languidecen, surgen debates identitarios o electoralistas que monopolizan el espacio mediático, tales como la ley trans, los rótulos de la Princesa Leonor en TVE o la liberación de un rapero (al tiempo que se evita reconocer que este gobierno ha sido incapaz de derogar la Ley Mordaza).
Se percibe ya un cierto olor a decadencia en el discurso de la izquierda que surgió en el fragor del 15M. El movimiento que, pese a sus muchos defectos, era fresco, iluminador, disruptivo o al menos impredecible, ahora se ha tornado en una inercia previsible, monótona, incapaz de generar ilusión o esperanza.
Ante el frío que provoca ese vacío existencial e ideológico, fruto de haber vendido nuestras almas a un partido/movimiento que sustanció su asalto a los cielos sobre la desideologización (del nosotros al yo, de la izquierda vs derecha a "los de arriba contra los de abajo", de las clases a la gente), la derecha neoliberal ofrece un calor al que se siguen acercando los estratos sociales bajos y medios de este país.
La "gente" de la que hablaba Iglesias para evitar decir clase obrera, esa gente se cansa, esa gente olvida y esa gente, finalmente, cambia, aunque sus problemas vitales no solo no se hayan arreglado, sino que hayan empeorado. Y esa orfandad también ha provocado un cambio que sigue contagiándose como un virus: la "gente", o la mayoría de ella, cada vez está más cansada de luchar contra el que le quita el pan y comienza a obsesionarse, a sentirse más cómoda, admirando al ladrón, adorándolo, para poder soñar o aparentar en una falsa realidad virtual u onírica, que el también es como ese que le quita el pan, que a él también le gustaría quitar ese pan. Otra vez más, la desideologización que se vendió como panacea, acaba dejando a la clase obrera, indefensa frente al a manipulación de ese eterno sueño americano que no llegó, ni llega, ni llegará.
Y en esa coyuntura, Amazon, no podía ser otro, estrena una oda a Amancio Ortega. Sí, amigos. Si la monarquía inglesa, Marco Polo, Einstein o Beethoven han tenido su serie, ¿por qué no Amancio?
Este producto, que hace 20 años nos habría provocado una vergüenza ajena atroz, hoy se estrena con la seguridad de que será un éxito. La vida de un señor que construyó un imperio sobre el trabajo precario de miles de gallegas al borde de la ruina, convertida en una serie que, a buen seguro, no hablará de los oscuros del hombre más envidiado por todos esos huérfanos que han dado la espalda a una izquierda que, hace ya mucho tiempo, que dejó de pensar en sus hijos.
Comentarios
#0 Y la Xunta ayuda a financiarla, que se ve que Inditex y Amazon tienen poco ... https://www.xunta.gal/notas-de-prensa/-/nova/52381/xunta-participa-con-240-000-producion-serie-television-hombre-zara-sobre-vida
#3 no te preocupes
PerdonaIanCutris he votado negativo por error. No volverá a suceder, como decía aquel.
#2 Ha sido por votar leyendo solo el resumen. Luego ya me la he leído entera. Un fallo.