Hace 4 años | Por Samu__
Publicado hace 4 años por Samu__

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dick_laurence

Aceptemos que el mayor mérito de la ciencia a la verdad fuera haber “objetivado la nada”, primero mediante el nihilismo puro de la matemática, capaz de reducir todo el ser a vacías y frías formulas , y luego mediante la física y química representada en esa segunda ley termodinámica, que ya nos augura ese inevitable colapso entrópico.

De la llegada a este “océano del desorden de lo mismo” algunos concluyen o como poco dan por cierta la posibilidad de que el “sino” de nuestra existencia nace perverso y tiende al mal: a la existencia de un inevitable final que hará desaparecer, no sólo a nosotros sino también a ese “todo cognoscible”, sea objeto, fenómeno o pensamiento, se le atribuye un sentido “del mal” (pues entienden que “lo bueno” debería ser un futuro diferente a este, y encuentran en que hayamos sido conscientes de este final una original maldición). Así la dirección de la segunda ley de la termodinámica, aquélla que apunta a la degradación de “la energía” se la adjetiviza como “maligna” y por tanto se dota al tiempo mismo de “un sentido maligno”. Que sea esto los designios de “lo trascendente”, que sea esto “la propia muerte de lo trascendente”, divide a aquellos que adjetivaron el tiempo de esa manera en diferentes “escuelas” del pesimismo: pesimismo teológico, pesimismo religioso son algunas de estas aproximaciones.

Hablemos así de los “Nuevos Cátaros”. Porque los viejos, allá por los siglos XI o XII creían en el “docetismo”: que no era posible que un Dios bueno (véase en esto lo “trascendente” de su pensamiento) hubiese tomado forma material, ya que todos los objetos materiales, culpables en última instancia de los actos malévolos, estaban contaminados por el pecado. Y si rechazaban así el “Nuevo Evangelio”, de igual manera lo hacían con el “Viejo”: creían que el Dios cristiano, que no es otra cosa que la forma de lo trascendente, era realmente el Diablo que había creado este mundo malvado: “vengativo”, “sangriento”, “sin misericordia”, “motivador de guerras”...

Si los originales Cátaros encontraban en la realidad material un mal del que no se podía escapar, los “Nuevos Cátaros” no hacen cosa muy distinta, tanto es así que de “una ley de la física” como la termodinámica, hacen sentido trascendente o divino: los designios de nuestro dios maligno resultan en arrebatar a nuestra vida misma el sentido (al menos “nuestro sentido”), encaminando todo lo conocido a la más absoluta entropía mientras nos hace cómplices y culpables de este hacer y final, como implacables “devoradores de gradientes” que somos y seremos (permítanme tomar esta descripción del artículo original). Y encima, como muestra de la más absoluta de las maldades, nos hacen conscientes de esto.

Y aquí este humilde que escribe quisiera preguntar a algún “Nuevo Cátaro”: ¿Y qué pasa con el alma?, porque si le exigimos al “ateo alegre” que acepte la posibilidad de una trascendencia maligna, si le pedimos aceptar como posibilidad la ”representación inmanente de un acto Maligno trascendental”, de igual manera deberíamos nosotros, los pesimistas, aceptar la posibilidad de la existencia de un alma trascendental, ¿y qué relación debe tener esta con lo físico y con las leyes de la termodinámica?, ¿acaso el alma debe seguir el mismo camino que la materia?... Y si por otro lado pensamos que el alma y todos esos misticismos trascendentales no son más que especulaciones que a algunos les sirven para buscar la salvación, ¿porqué el ateo debe aceptar la “trascendencia maligna” en este de devenir del tiempo y “la maldición de la semilla de la consciencia”?.

Si el “ateo alegre” es un inocente que decidió mirar para otro lado al descubrir el horror que la ciencia nos pone delante, debemos también afirmar que el “pesimista” será un incauto al haber apostado sus cartas a que el todo va de la mano de lo físico... Debemos entonces dotar de todo su sentido a esa frase de Zapffe cuando dice: “la mayor parte de la gente aprende a salvarse limitando artificialmente el contenido de su conciencia.”, pero mostrando toda la enorme magnitud de esa afirmación: que el “pesimista” no deja de haber escondido también en su adentro el mayor y más cierto de los espantos: qué el futuro es inalcanzable para nuestra consciencia, que ni el pesimismo ni el optimismo nos han sido permitidos. Este es el verdadero horror, vagar durante toda nuestra existencia sin ser capaces jamás de agarrarnos aunque fuera a un hilo de certeza. Pues al fin y al cabo, si supiéramos que “todo” se reducirá a un final entrópico alguno podría incluso disfrutar del pensar en ese maravilloso final:

“Es un momento inigualable. Un extinguirse lento y majestuoso, dulce y sin estremecimientos. Casi tan bello como un crepúsculo cantado en un viejo Lied [...]” (Sgalambro, “La conoscenza del peggio”, 2007).

Gracias...

D

Que grado de inseguridad...diosss

Yo creo en la necesidad de la gente de creer en dios. Es natural.
Pero de ahí a convertir la necesidad en virtud, no lo entiendo.

RobertoConde

#0 Yo lo que no entiendo es por qué llamas malignas a las leyes que rigen nuestra existencia y optimistas o alegres a los que simplemente se dejan llevar por la inercia vital.
¿Qué tiene de malo lo uno y de optimistas los otros?
¿Por qué el hecho de que no haya un propósito, o este sea el que dices, sería maligno?
¿Por qué sería optimista aceptar ese propósito o falta de él, y simplemente vivir?

Hil014

Buen articulo, supongo que habrás leido la ultima pregunta, y su no es un cuento corto que habla sobre si hay solución a la entropia del universo.

Esto que cuentas ya se hablo de ello en el mito (los exaltados que lean bien lo de mito) de Adan y Eva. En ese relato describe como el ser humano adquiere la posibilidad de diferenciar el bien del mal (parte basica de la consciencia) al tomar el fruto del arbol del conocimiento engañado por el demonio (recordemos que demonio viene de daimon que es genio). Una vez que adquieren el conocimiento se les expulsa del paraiso (donde pertenecen el resto de animales) y son ellos por su propio esfuerzo los que tienen que seguir adelante. Aquí ocurren dos cosas, una la necesidad humana de volver a lo animal (paraiso) pero que debido al conocimiento no podemos volver ahí. Otra es que adan y eva se tapan el cuerpo al verse desnudos, creo que eso es un simbologia de entender que tienen enfrente a un ser tan complejo como el mismo y eso produce verguenza ya que somos concientes de nuestra existencia, su existencia y que la otra persona le ocurre lo mismo.

Las tres vías que hablas es lo lógico pero debido a mi educacion cientifica solo puedo creer en lo demostrable. El resto son teorias pero no creibles. Por supuesto la vida no tiene sentido pero me gusta CREER ( somos individuos concientes que forman parte de un colectivo consciente) que somos cada individuo el que la dota, y dota al resto, de definicion a su propia existencia. Un libro en el cual cada uno escribe su historia y qur cuando todo acabe caera en el olvido.

AsierAAP

Somos ateos alegres porque más que negar a Dios, le hemos ganado.