Violeta vende el viejo vello de su vulva

Ya no hay dictados así.

Ahora, si se le ocurre a un profesor semejante frase en un dictado, se arriesga a un expediente con tirabuzón y saque de banda. Y no porque Violeta haya dejado de comerciar con pilosidades sicalípticas, sino porque hay alguien que no se llama Violeta, que no conoce a Violeta, que no le daría diez céntimos a Violeta si se la encontrase pidiendo, ¡pero se ofende!

Entre tanto, el hereje de mucho coraje protege a los de su linaje, pero con cuidado, no vaya a meterse alguien con su libertad religiosa o le llamen xenófobo de algún modo, por ocuparse sólo de los suyos.

Nos limitamos. Nos constreñimos. Nos obligamos a preguntarnos si habrá alguien por ahí en busca de su ración de dinero público para contar insultos y ofensas, reales o inventadas.

Pero no desesperemos: El caballo bayo saltará la valla allá donde la halla, joder.

Siempre nos quedará el caballo bayo.