El poliamor, el amor libre o como quiera llamarse, es una respuesta a una necesidad de querer abarcarlo todo en el menor espacio y tiempo posible. Defensores de esta "nueva" visión del amor hablan de la monogamia, con razón, como una rémora del pasado, pero el poliamor es ya, una rémora del futuro.
La insustancialidad y el aburrimiento en el que acaban la inmensa mayor parte de las relaciones amorosas y un hedonismo engrasado por las redes sociales, abocan a buscar una salida en la división en partes, más o menos iguales, de las necesidades sentimentales.
Se vive con la eterna sensación de que algo está pasando y no estás ahí. Nadie quiere perderse nada y al final, todos acaban alcanzando nada. Las crisis de madurez, antes abocadas a los 40, ahora surgen en cada generación: la de los 20, la de los 30, la de los 40...en un caldo de cultivo vital cada vez más insustancial e incierto.
Son cada vez más los que frente a la soledad y el sentirse solo pero estando acompañado, eligen lo segundo. Horrorizados e impulsados por la imagen que nos ha devuelto ese espejo de nuestro interior que la pandemia nos ha puesto delante de los ojos cada día y, apegados a los dañinos y tóxicos estándares de las comedias románticas y las películas Disney, se sigue buscando en otros lo que no se sabe hacer cuando nadie te acompaña: ser feliz.
Desde pequeños se nos instruye para ser educados, para dar las gracias y pedir por favor, se nos enseña a escuchar, a interaccionar, se nos enseña a trabajar, a cuidar, incluso a amar, se nos enseña a vivir en sociedad, pero nadie nos enseña a estar solos.