Las lágrimas online

Apunte rápido de algo que me acaban de contar.

Se queja una clienta de un abogado de que las reuniones sean online y le exige que vuelva a recibirla en su despacho. El abogado se extraña, porque ella no vive en la ciudad y las reuniones se hacen online precisamente para evitarle un desplazamiento de una hora de ida y otra de vuelta.

La señora insiste, Que no, que no quiere seguir online.

El abogado quiere saber el motivo de esto, si es que la señora no se maneja con las nuevas tecnologías o qué. Y resulta que sí, que se maneja de sobra, porque habla a diario por videoconferencia con una hija que estudia fuera.

¿Y cual es el problema entonces?

Pues que el abogado, cada vez que ella se echa a llorar, le dice que se tome un tiempo para calmarse, desconcta y vuelve a los diez minutos. Y esto, ella no lo soporta. Lo odia con todo su corazón.

Seguirán online, con la condición que ella ha puesto: que vale, pero que pase lo que pase no la desconecte. Ni para calmarse no para nada. Que no haga eso.

Por lo visto, ella quiere llorarle delante, y eso sólo se puede hacer presencialmente, sin que te corten el lloro con un interruptor. Una cosa inaceptable, al parecer.

Quien me lo contó estaba muy sorprendido.

Yo no tanto, la verdad.