Lo bueno que tiene la agenda de las reivindicaciones es que resulta totalmente previsible. Cuando un movimiento se agota, o empieza a resultar aburrido, se le pone un palo (método español) o se mezcla con otro de los antiguos en busca de un nuevo caladero de "me gusta", retwits, y subvenciones.
Aunque en las redacciones de los periódicos circula ya una porra sobre cual será el nuevo mantra, y las opciones son muchas, yo apuesto por el ecofeminismo. Si eso es algo o nada, si se ajusta a alguna definición o habrá que inventar una narrativa completa, es lo de menos. Lo que importa es contar con una temática en torno a la que poder reunir a la tropa propia para hacerla aparecer en las bases de las próximas convocatorias de fondos públicos.
El ecofeminismo, creo yo, irá de atacar a la figura masculina que demanda coches de alta potencia, al conductor de quads, mayoritariamente masculino, al futbolero (aún no sé por qué, pero me enteraré), y al viajero irredento que nos atiborra de CO2 para poder alcanzar puntos remotos del planeta. El análisis pasará por enterarse primero de qué es lo que les gusta a los hombres, qué hay de masculino en la conducta capitalista, y demonizarlo. Unas veces con razón, otras sin ella, y otras sin pensarlo mucho, porque la cosa no va de argumentos, sino de facciones. No se trata de ideas, sino de cuñas.
Si a todo esto se puede unir, y se puede, algún tipo de aderezo anticapitalista, entonces tendremos articulado un movimiento, y poco después, porque también se puede, se articulará algún tipo de reacción por parte de sus detractores, que los calificarán como partido del coño verde, o similar.
Porque lo que importa es que siga la fiesta en torno a chorradas, alejando del debate los temas importantes.
El problema de esta idea, y que puede arruinarme la apuesta, es que son preferentemente mujeres las que exigen la calefacción bien alta. Me muero de curiosidad por saber cómo van a combinar ecofeminismo y calefacción.
Pero algo se les ocurrirá...