El 8M y la insustancialidad

Después de que el ecologismo se convirtiera en la lingua franca de una generación; después de que el movimiento LGTBI le diera la vuelta a todos los espejos en que nos habíamos mirado - llega la marea lila con sus Mil Lesbianas Molotov y sus ministras dando grititos y saltitos como si tuvieran pimienta en las suelas de su socialismo Armani.

Las quinceañeras chillan, vaya si chillan. Esta es la forma en que la izquierda, al parecer, va a contrarrestar la ciega eficacia del sistema, la bolsonarización de nuestros apuros. La respuesta son chiquillas que se lanzan a florecer derrapando (adiós al mundo de Guermantes) y que adoptan una especie de amor guerrero que no es más que una versión, en bucle de feedback, de un sentimentalismo instagramero y facilón. No hay ocurrencia, no hay arte libre, no hay rayo de luna bretoniano. Es el imperio de la Niña Slogan y sus amigas levemente culonas.

Abuelas republicanas, suecas viajeras, profesoras a medio evaporar, Tania Sánchez montada en el enésimo trineo de sí misma - y millones de adolescentes braceando bajo las estrellas.

Este tsunami de final de trimestre no es enemigo para la bolsonarización. Esto parece una Revolución de Isis Astral, pero no es más que una enorme nube de vapores alucinatorios con los que tenernos entretenidos mientras se afilan los algoritmos.