Son fascinantes los centros de control de estas épocas, ya sean de un centro de lanzamiento de ICBM, como de control de tráfico ferroviario, o de una central nuclear: fríos, incómodos, complicados y al mismo tiempo para mí tienen algo acogedor. Me imagino el zumbido eléctrico de los armarios, el olor a hilo de cobre recalentado, o quizá de aceite a ciertos mecanismos, el soplido leve de los tubos de ventilación...
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Impresionante.