#26 El comentario que emocionó a Spielberg
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Ay Orbaneja! No llevaba ni 2 meses viviendo en Burgos cuando conocí aquella maravilla de lugar. Me enteré también que la casa que hay justo a la derecha de la cascada de la foto era un antiguo molino de agua reconvertido en casa rural, desde la ventana de una de las habitaciones se podía tocar el agua, imaginad despertar allí. Era el plan perfecto: reservé una noche (a un precio que no me podía permitir) e invité a una escapada sorpresa a la exnovia preciosa que con sus encantos y mensajes no me había dejado pasar página desde que pusimos tierra de por medio (y yo encantado).
Vino desde Madrid, compramos quesos, compramos vinos y llegamos al atardecer a aquel pueblo de cuento.
Fue todo perfecto: cenamos, brindamos, reímos y allí estábamos, bajo el rumor de la cascada haciéndonos cosquillas y caricias hasta que tras un silencio cómplice nos dirigimos hacia el dormitorio. ¡Cómo la había echado de menos!
No llevábamos ni 30 segundos en horizontal cuando saltó como un resorte y corrió fuera de la habitación. La encontré vomitando todo su ser en medio de un buen charco de vino y queso. No habíamos bebido tanto, ¿eran los nervios? Pues no. Rompió a llorar y me dijo que no, que creía estar embarazada de su compañero de piso en Madrid, ese tío que nunca te gustó y te hizo sentir paranoico cada vez que los celos aparecían...
Con cerrar los ojos puedo volver a escuchar el sonido de aquella cascada mientras derrotado, intentaba limpiar aquella enorme pota del salón.
Ay Orbaneja, tened mucho cuidado con Orbaneja.