yo trabajé un par de meses en un pans muy centrico. en pleno verano algunos empleados terminaban llorando por el nivel de presion, por la cantidad de clientes y la falta de personal. la gente no solia durar mas de unos pocos meses. el principal tema de conversacion dentro de la cocina siempre es lo mie*** que es trabajar en pans. es increible que hacer bocatas y venderlos se convierta en una actividad tan estresante y degradante. descontando el hecho de que nunca cobré el poco finiquito que me correspondia y muchas horas extras y nocturnas se desvanecieron magicamente entre la enorme burocracia contable de dicha empresa (que a la vez pertenece a una corporacion llamada EatOut, que a la vez es dueña de Bocatta, FresCo y otros...)
entre la gente, como todo, solia haber buen rollo (a mi me hicieron peregrinar por 3 o 4 pans en los pocos meses que trabajé ahi, y sin que me preguntaran si queria trabajar lejos esa semana o no), pero de los gerentes para arriba ya era otros cantares (lo de cierto trato militar me suena familiar). por no hablar de esa tipica forma yanqui de exigirle al empleado que ame a la corporacion a la que esta unido por un contrato laboral, alabarla frente a clientes y superiores como si de una mision religiosa milenarista se tratara...
ellos se aprovechan de la idea de que entras a trabajar ahi temporalmente, como si un trabajo asi realmente no fuera importante, como si fueras un voluntario que en verdad lo hace por amor a la comida rapida y la atencion al cliente. abusan de esa imagen de buen rollo que grabaron a fuego en nuestra generacion a fuerza de publicidad, sonrisas y decoraciones pseudo-new-age.
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El artículo comienza hablando en particular de Argentina, pero el analisis posterior se aplica también al caso español, por eso mejor empezar por el "cuerpo" de la reflexión y no por el tema particular y lejano a la temática de Menéame. En cualquier caso, enlazo el artículo completo en Página/12 también.