#8 Ya lo hago yo por ti. Particularmente, los sudokus no son mi pasatiempo favorito, pero ya quieres darle un positivo, no te voy a dejar con el capricho
Cuando estaba en lo peor de la ansiedad y la depresión, mi cerebro no quería dejar entrar información nueva. Dicho de otro modo: no podía leer. Si lo intentaba no me centraba, acaba leyendo diez veces la misma línea, me entraba jaqueca, las letras me bailaban y no era capaz de entender lo que tenía delante de los ojos. Sólo algunos días podía hacerlo, y sólo algunos libros eran permitidos (Jeeves y Wooster fueron los grandes favoritos de mi sesera, sin duda por su ligereza argumental). Os aseguro que lo pasaba mal. Era realmente frustrante tener ganas de leer y ser incapaz de hacerlo. Muchas veces acababa llorando y me golpeaba con el libro, preguntándome a mí misma si es que me había vuelto más idiota todavía o algo así... La psicóloga de la mutua que controlaba mi baja me informó que era normal en mi estado. Mi cerebro se encontraba en un estado de alerta constante y autoestima nula; no era capaz de leer porque estaba convencido de que se avecinaba algún peligro contra el que debía estar alerta, y si la ansiedad bajaba, la culpa tomaba su lugar haciéndome creer que yo no merecía el placer, la desconexión de la lectura. Que me limitase a aprovechar los días o las lecturas que pudiera y que tratara de no torturarme más todavía. Qué fácil se decía. Yo era incapaz de darme respiro, TENÍA que lograrlo, igual que tenía que conseguir curarme y volver al trabajo, y vender, y volver a ser la número uno en ventas, resultados, tiempos... ¡no tenía tiempo para andarme con chorradas! ¡Si mi cerebro no quería trabajar, le obligaría!
Cuando me dio El Arrechucho que me llevó a la UCI, vaya si tuve tiempo para pensar en "chorradas" (en mí. En mi bienestar. En las cosas que realmente importaban y que no, no eran el trabajo ni las ventas). Una vez calmada y en medio del clima de AQUI NO SUCEDE ABSOLUTAMENTE NADA fuera de tomarte la glucosa y la tensión y cambiarte la bolsa de la sonda, mi cerebro dijo "me aburro. ¿Por qué no leemos algo?". Le pedí a mis amigos que me mandasen lectura al móvil y respondieron maravillosamente. Mi mejor amiga, conocedora de mi problema, me mandó libros que ya había leído y otros que no... a ver qué pasaba.
Wilt. Pasó Henry Wilt. Podéis creerme que lo recuerdo y me emociono. ¡Pude leer! Qué digo leer, devoré el libro como no lo hacía desde hace diez años. Me daba vergüencita reírme tanto en plena UCI, no podía evitarlo, me partía de risa. Desde entonces he recuperado muchas cosas y una de ellas fue el hambre lectora. Disfruto de los libros como cuando era adolescente y los devoraba uno tras otro y hasta dos a la vez. Si vuestro cerebro se niega a leer cosas nuevas, ES POR ALGO. No pretendáis obligaros, escuchad a vuestro cuerpo que es sabio y os da señales de parada cuando es necesario. No pretendáis abarcar más de lo que se puede, no es necesario poder con todo.
Y ahora, con vuestro permiso, me voy a la cama con Arthur y Ford, que han saltado dos millones de años gracias a un sofá y están de nuevo en la casilla de salida.
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#7 Gracias, si tuviese karma te votaría positivo.