#11 Nos gustaría publicar tu texto en Zonaretiro.com si nos lo permites. ¿Puedes escribirnos a lectores@zonaretiro.com? Nos gustaría entrevistarte a propósito de este suceso.
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Copio y pego el texto que escribí al Gallego y que dejé en el banco donde nos veíamos a diario.
“Vivía sin techo. No conocía su nombre y nunca cambié más de
dos palabras. Siempre estaba en el mismo sitio, en el mismo
banco del bulevar de Sainz de Baranda, a la altura del 35. Pero
hoy ha cambiado el paisaje. Hoy he encontrado en su sitio
un ramito de flores. Durante muchos años y casi a diario nos
veíamos unos segundos, los justos en los que tardaba en pasar
corriendo a su lado, ya sea de camino o de regreso del Retiro.
Allí estaba. Siempre sonreía… pacífico, amable y perenne. A
veces se le veía acompañado de una lata de cerveza, o un cartón
de vino o apurando algún cigarrillo. Así ha consumido su libertad,
así ha convivido con el frío, la canícula, la lluvia o la crisis.
Siempre nos saludábamos. Le alzaba la mano y me correspondía.
Se tocaba su visera o me mostraba su pulgar hacia arriba.
Una vez me aplaudió como hacen los que vitorean a los
ciclistas, yo le guiñaba un ojo o le deseaba un buen día. “Dale
campeón”, “gracias, jefe”, eso era todo nuestro diálogo”. Nos
cruzábamos las miradas y ya estaba todo dicho.
Junto al ramo de flores también alguien ha puesto un cartel y así
he descubierto que le llamaban Gallego. La tristeza de la escena
es conmovedora. El mobiliario urbano también tiene corazón.
Ahora su asiento es un humilde templo, con su foto (él sonriente
bajo una gorrilla de la Selección) y con algunas palabras escritas
desde el aprecio más profundo.
A partir de ahora, cuando a diario pase corriendo junto al banco
huérfano, buscaré su ausencia en lo más alto. Apuesto a que nos
esperará en otro barrio, donde tampoco necesitará un techo.
Descansa en paz, amigo.