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La meta que hoy persiguen las marcas no está en las billeteras de los clientes, sino en sus emociones y en sus recuerdos. La felicidad es el gran negocio. Distintas investigaciones muestran que el factor emocional de la experiencia del consumidor ayuda a predecir con más precisión su fidelidad. Lejos de lo que el propio usuario pueda sospechar, la parte operativa y de satisfacción material no resulta decisiva en la valoración final de una marca.
Un tertuliano y panfletista que se siente odiado por encima de sus posibilidades. Tiene manos de entomólogo malo, de escasa fiabilidad científica. Gusta de crucificar con alfileres a sus interlocutores, de catalogarlos y ahorrarse una mirada profunda en busca de matices. Pero a esa vocación taxonómica de sus manos, más relacionada con la textura que con los movimientos, se añade un tren superior de taxista que se queja en la hora del bocadillo.
Los anuncios de colonias y perfume enseñan personas que tendrían un serio problema si vivieran en la realidad. Seamos sinceros, la mayoría de protagonistas parecen haber sufrido un daño cerebral severo. Les ocurre después de aspirar el elixir, el agua de váter o lo que sea. Tal vez deberíamos atar cabos. Otra cosa: ¿qué pasa que los panaderos o los carteros o los cajeros del Media Markt no usan colonia?
¿Sabes que el vestido nupcial de tu mascota puede costar más que el tuyo? ¿Y que van a spas y tienen collares de compromiso? La ceremonia es calcada a la de los humanos, el momento del sí quiero se representa simbólicamente con un movimiento de patitas que, lógicamente, tienen que ejecutar los dueños.
La meta que hoy persiguen las marcas no está en las billeteras de los clientes, sino en sus emociones y en sus recuerdos. La felicidad es el gran negocio. Distintas investigaciones muestran que el factor emocional de la experiencia del consumidor ayuda a predecir con más precisión su fidelidad. Lejos de lo que el propio usuario pueda sospechar, la parte operativa y de satisfacción material no resulta decisiva en la valoración final de una marca.
Un tertuliano y panfletista que se siente odiado por encima de sus posibilidades. Tiene manos de entomólogo malo, de escasa fiabilidad científica. Gusta de crucificar con alfileres a sus interlocutores, de catalogarlos y ahorrarse una mirada profunda en busca de matices. Pero a esa vocación taxonómica de sus manos, más relacionada con la textura que con los movimientos, se añade un tren superior de taxista que se queja en la hora del bocadillo.
Los anuncios de colonias y perfume enseñan personas que tendrían un serio problema si vivieran en la realidad. Seamos sinceros, la mayoría de protagonistas parecen haber sufrido un daño cerebral severo. Les ocurre después de aspirar el elixir, el agua de váter o lo que sea. Tal vez deberíamos atar cabos. Otra cosa: ¿qué pasa que los panaderos o los carteros o los cajeros del Media Markt no usan colonia?
¿Sabes que el vestido nupcial de tu mascota puede costar más que el tuyo? ¿Y que van a spas y tienen collares de compromiso? La ceremonia es calcada a la de los humanos, el momento del sí quiero se representa simbólicamente con un movimiento de patitas que, lógicamente, tienen que ejecutar los dueños.
... Había sufrido una crisis, un colapso absurdo después de una semana de insomnio. De repente, en mitad del Mercadona, no sabía comprar tomates. Agarraba los frutos, procuraba prestarles atención, pero varias ideas me baleaban la cabeza: yo corriendo, huyendo, yo pidiendo ayuda, yo con la mandíbula descolgada en una cama de hospital, y los ojos de mi gente mirándome con una lástima hecha de tristeza, miedo al contagio e incomodidad.
Por Dios, cuánta tontería.
Por Dios, qué país...
#13 Hola. ¿Cómo se llama la asociación? Quiero echarle un ojo a vuestra actividad. Parece algo chulo. Gracias