Cosa contraria es la situación que vivimos quienes trabajamos en turismo, que tenemos que dar nuestra mejor sonrisa aún sabiendo que el plato no es de calidad o dando la llave de una habitación que no cumple los estándares y, al final, la culpa es del personal que no ha sido suficientemente simpático. Ahorro en costes pero, eso sí, muy sonrientes todos.
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El supremo en su línea, justificando lo injustificable, lamiendo la mano que le da de comer.