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#1 Hace tiempo que no paso por la zona, pero recuerdo las estelas empotradas en los muros del castro de Yecla y el sabroso paseo entre robles, berruecos y encinas hasta Las Merchanas. También el puente sobre el río y el impacto que causa ver de frente ese lienzo de muralla. Por cierto que en Lumbrales hay un verraco expuesto frente al Centro de Interpretación y otro queda luego a la entrada del mismo castro. Salvo por la lluvia, preciosa visita la vuestra.
Para otro día recomiendo visita a los cercanos pueblos de El Bodón, Martiago y Fuenteguinaldo, todos junto a C. Rodrigo. En el primero hay un ara dedicada a la diosa Abercicea y en el segundo otra al dios Caesariciaecus, ambas visibles y empotradas en muros de sus respectivas iglesias, y ya en Fuenteguinaldo tenéis el castro de Irueña con un nuevo ara al dios Cantunaecus, un magnífico verraco, dos estelas fálicas y restos del culto imperial a Domiciano. Todo por el mismo precio, oiga...
¡Un saludo!
#2 pues cuando vuelva para allá, que voy frecuentemente, iré a visitar lo que me dices. Gracias.
La zona de Yecla, Villavieja de Yeltes y etc. es una zona relativamente poco conocida, con secretos bien sabrosos. Es muy reconfortante dar un paseo por esas dehesas y encontrarte en medio de la nada con todas las infraestructuras ya abandonadas que a principio de siglo se construyeron para la minería. Puentes de hierro grandes, estaciones ferroviarias y minas abandonadas, etc. Y si encima te atreves a hacerlo ahora, con humedad y todo verdecillo, pues mejor...
Hablamos de la producción más emblemática que nos dejan los vettones: los verracos, esculturas zoomorfas realizadas en piedra, toros y suidos cuya dispersión (junto a la cerámica de peine inciso) establece los límites del territorio vettón coincidiendo a grosso modo con lo señalado por los clásicos. Estos verracos fueron tradicionalmente considerados esculturas de carácter mágico de protección de los ganados (Cabré, Caro Baroja, Maluquer), obras asociadas al mundo funerario (Hübner, Gómez Moreno), hitos de demarcación territorial… Ahora y sin excluir dichos postulados lo que no se duda es de su inspiración en la estatuaria animalística ibérica (leones y toros), de su datación a partir de la mitad del siglo IV a.C. y de su difusión a través del foco del valle del Amblés asociada a los oppida. Creemos a los más antiguos, generalmente toros y de mayor tamaño, símbolos o estandartes de una clase superior ganadera de carácter tradicional y conservadora (acaso los auténticos “vettones” dentro del mundo vettón), que mediante dichos verracos marcaría la reserva de aquellas zonas de pasto frente a grupos agrícolas aldeanos (con presencia creciente desde fase “Soto”, pero sin superar nunca una posición secundaria en el control del territorio), como símbolos de autoridad y avisos de “veda agraria” en ciertos lugares restringidos. Es de señalar que los mismos se establecen en zonas de pastos de invierno, tierras susceptibles de ofrecer a su vez una productiva explotación agraria. Esta funcionalidad de los verracos quedaría estereotipada en tiempos posteriores, como indica su tendencia a la forma esquemática, su inclinación al suido en detrimento del toro, su presencia sobre nuevos soportes como fíbulas y téseras, su utilización como urna funeraria… sin excluir su carácter permanente de protección del ganado debido al prestigio acumulado desde antiguo por el “símbolo”. Sobre la interpretación del etnónimo ‘vettones’ como “antiguos” (o “verracos”, ahora veremos) entendemos que el mismo podría tratarse del nombre aplicado dentro del propio mundo vettón por las gentes agrícolas del llano a sus opuestos oppidani: grupos de estirpe guerrero-ganadera tradicional que pasarían a ser los pobladores de estos núcleos amurallados y en alto, los oppida. Aquellos agricultores aldeanos de horizonte “Soto” verían en estos “señores del territorio” un fuerte apego a sus tradiciones más remotas, y entre éstas su vinculación totémica al ganado, denominándolos así “antiguos o verracos”; y este reconocimiento sería adoptado a su vez por los mismos “vettones” como rasgo de prestigio y autoridad territorial. En este sentido señalamos que se ha atribuido al etnónimo vettones un significante de “antiguos” inferido de su raíz indoeuropea ‘*wet-’ (latín vetus, lituano antiguo vetusas...); propuesta a la que añadimos otra procedente de la misma raíz ‘*wet-’ que ofrece una interpretación alternativa de “ternero, puerco… verraco”, conforme vemos en las derivadas relativas a animales que presenta esta raíz en otras lenguas indoeuropeas: en el mismo latín vitulus es novillo y vitela piel de vaca; en sánscrito vatsaká y en albanés vitsh significan ternero; en irlandés medieval puerco es feis; en gótico withrus es cordero; en islandés antiguo vedr y en alto alemán antiguo widar aluden a carnero; en córnico y bretón antiguo guis designa cordero… Reforzaría este sentido de tótem animal el hecho de constar ya documentada en territorio de vettones cierta etnonimia con significado de “antiguo, viejo” ajena sin embargo a la raíz ‘*wet-’, como seani y senones, etnónimos procedentes de la raíz ‘*sen-’. Por último indicar que los vettones asoman a la Historia en el 220 a. C. enfrentando a los cartagineses durante aquella expedición en la que Aníbal somete a asedio a las ciudades de Salmantica y Arbucala, núcleos situados en una zona en disputa permanente entre vettones y vacceos. Probablemente Aníbal pretendiera garantizarse algunas alianzas y entrenar de paso a sus tropas para la verdadera e inminente guerra que ya tenía prevista: la II Guerra Púnica contra Roma.
Así es.
Voto por la elección del nombre (Tarsis: Tartessos), algo que es de agradecer para una denominación científica al uso. Y me explico: si conocemos a toda una especie humana por el nombre del pueblito de su primer hallazgo (Neandertal), y así tantos y tantos... ¿a qué hortera se le ocurrió poner el nombre de "Excalibur" al primer arma humana hallada en Atapuerca, Burgos? ¿Buscaban el nombre de una espada famosa justo al lado del solar de la Tizona y la Colada...? En fin, bien por Tarsis.
#0 Siempre hay alguien que no propone nada pero a todo busca las cosquillas. Tú no te cortes, haces buena labor. Aprovecho y dejo en tu honor estos cuatro versitos:
Depongan sus temores las huestes trascendentes,
nadie diga que en el mundo no ha lugar,
percátense las gentes
y declínense a jugar.
saludo!
Galaicos o gallaeci es la denominación “administrativa” que reciben en conjunto las gentes de Gallaecia, un nombre genérico derivado del particular de un pueblo al sur de su territorio: los callaeci, tribu sometida por D. J. Bruttus en 138 a.C. sobre el Duero, junto al actual Oporto, de la que curiosamente surgiría también el propio nombre de Portugal (‘Portocale’ es unión de ‘porto’ con el nombre de la ciudad epónima de este pueblo de los callaeci: ‘Cale’ o ‘Calem’)De tal que por “galaicos” aludimos a un mosaico de pueblos que si bien comparten la misma cultura “castreña” manifiestan un origen étnico diverso: autóctonos del Bronce Atlántico e indoeuropeos “occidentales” en su mayoría, junto a algunos grupos de etnias asturcántabras, célticas y meridionales. Así se interpreta que antes de las guerras cántabras los pobladores de la franja cantábrica de Gallaecia (también de las actuales Asturias, Cantabria y Vizcaya) serían gentes de etnia astur-cántabra; mientras que sus territorios al sur y al occidente estarían poblados en exclusiva por antiguas etnias de cultura indoeuropea “occidental” procedentes del Bronce Atlántico, gentes que resultarían débilmente orientalizadas durante el Hierro Inicial a través de rutas interiores y marítimas por influjos tartésicos (orfebrería, armas, adornos...), y un tanto celtizadas (mejor celtiberizadas) ya en el Hierro I a través de la cuenca interior del Duero portugués por otros influjos “mesetarios” que les transmitieron el uso generalizado del hierro, algún tipo de fíbulas y armas, defensas antecastro... y otros elementos presentes luego en su cultura material. Unos y otros forman el conjunto heterogéneo de pueblos galaicos que la administración romana repartió en dos conventos jurídicos: el Bracarum al sur y el Lucensis al norte. En el Conventus Bracarum quedarían incluidos los bracari, callaeci, turodi, bibali, nemetati, tamagani, avobrigenses, limici, grovii, querquerni, coelerni, elaeni, auregensis… y en el Lucensis los lemavi, seurri, cileni, capori, arroni, artabri, tamarici, praesamarchi, neri, baedi… Pueblos todos y territorios que con la posterior supresión de los conventos jurídicos por la reforma de Diocleciano serían integrados en la nueva provincia romana de Gallaecia, recibiendo así el nombre de gallaeci. Sobre su religión y cultura los clásicos mencionan una serie de costumbres que les resultaron arcaicas y extrañas, como la práctica de calentar piedras para hervir el agua, el uso de manteca en lugar de aceite, su pobre vestimenta, la ausencia en sus casas de lechos para dormir, el abigeato generalizado (hurto de ganados), la feroz defensa que hacían de sus libertades (ya que anteponían éstas a su propia vida, optando mejor por el suicidio que por el cautiverio), la entrega a las mujeres de la propiedad (y labores) de la tierra... ¡y su llamativa carencia de dioses! Esto último supone ser un gran error ya que se trataba en realidad de carencia de iconografía y representación de los mismos, por demás que de otro lado también se alude a la práctica entre ellos de cultos lunares, como los celtíberos, y al carácter tabú del nombre de sus dioses. Se les señalan además sacrificios humanos (como entre cántabros, vettones y lusitanos) y equinos (como los cántabros) a una deidad de la guerra asimilada a Marte, probablemente Cosus, junto a una serie de cultos a númenes naturales como fuentes, ríos, montes… Cultos que hoy en día verificamos merced a una profusión de advocaciones epigráficas que aquellas gentes nos dejaron. Añadir también que Silio Itálico les atribuye la cualidad adivinatoria mediante el vuelo de las aves, el estudio de las vísceras y el fulgor de los relámpagos. Y constatamos que los galaicos debieron contar asimismo con un rito de iniciación guerrera para jóvenes (también extendido entre lusitanos y vettones), una suerte de bautismo a la mayoría de edad guerrera con el que se relacionan las “pedras fermosas”: especie de saunas semi-subterráneas con aparato arquitectónico y relieves escultóricos presentes en algunos castros y citanias para tiempo ya romano (Coaña, Briteiros, Sanfins...). Son prácticas que parecen conciliar un ritual de tipo celtibérico con el arraigado fenómeno occidental de las fratrías guerreras, cultos que estarían tutelados por deidades patronas de bandas y fratrías como Bandue o Cosus, y evidencian que estas sociedades castreñas occidentales tenían resuelta y encauzada la natural fogosidad de sus jóvenes sacralizando un período de aprendizaje guerrero, regulándolo y dirigiéndolo hacia el exterior, donde aprenderían lances de ataque y emboscada aplicándolos a otros castros. Con tales prácticas está relacionado el fenómeno del “bandidaje” (así descrito desde una óptica romana que cuando remite a enfrentamientos más serios aludirá a “guerrillas”). Estas prácticas del abigeato, antaño presentes tanto en el mundo arcaico mediterráneo como en el atlántico, pondrían en seria contradicción a estos pueblos todavía practicantes de las mismas con el mundo romano evolucionado, enfrentando así a un modo de vida “tradicional y sacralizado” con un sistema estatal que se presentaba como firme defensor de la propiedad. Al igual que lusitanos y vettones, los galaicos cuentan en su territorio con numerosos santuarios rupestres, y entre éstos podemos citar Panóias en Vale de Nogueira, Pías dos Mouros en Valpaços, Pena Escrita en Montalegre, Penedo dos Sinais en Guimarâes, Penedo das Ninfas en Paços de Ferreira, San Trocato en Cenlle, San Vincenzo en Avión, Pedrón en Celanova, Castro de San Tomé en O Pereiro de Aguiar, Castro de Santa Mariña en Maside, Cruz da Pedra y Laxe das Rodas en Muros, Pena Furada en Coirós, Pedra Fita en Pedrafita do Cebreiro, As Canles en Caneda, Campo Lameiro en Pontevedra… Asimismo conocemos una buena nómina de deidades propias, romanas o sincréticas que recibieron culto por parte de estos pueblos, como sería el caso de Cosus, Bandue, Reue, Lugus, Nabia, Abne, Albocelus, Demorana, Lariberus, Oenaecus, Rea, Asurnia, Caepol, Frouida, Ocaere, Proinetia, Tameobrigus, Anufeson, Regoni, Verore, Edovius, Poemana… además de Ninfas, Matres, Genios, Lares, Júpiter, Marte, Diana, Apolo, Venus, Mitra… En ambos casos la lista ahora se antoja interminable.Y pues el discurso del abate tiene siempre su remate, ya con este articulito dejo yo de dar la chapa.
De ahí viene en castellano el término "fragoso", que por ejemplo en Extremadura nos deja el nombre del Parque de Monfrague (monte fragoso).
Por certo, marabillosas esas fragas e tamén os muíños do Eume.
De acuerdo en líneas generales salvo en la inclusión de lusitanos en el uso del signario ibérico. Entiendo que se refieren a epígrafes numismáticos como los de Beuipo (o Ketovion), pero éstos a pesar de su posición geográfica se vienen incluyendo culturalmente entre los turdetanos, con lo que dicho “alfabeto” ibérico (ibérico-tartésico en realidad) se ajustaría únicamente a íberos y celtíberos.
#2 en realidad que los lusitanos fueran celtas o indígenas está en discusión aunque creo que actualmente se tiende a considerarlos indígenas celtizados, en cierta forma parecido a los celtíberos como los arevacos, estos últimos aunque con idioma y ciertos paralelismos culturales celtas tienen más semejanzas con los iberos por ejemplo en urbanismo, sin embargo la celtizacion lusitana al cabo del tiempo parece mayor
Y en la propia España.
Fluía el agua ante mis ojos y gozaba yo de mi ignorancia. Insensato y descuidado permití en infausto día un galope a mi entusiasmo, levanté la piel del agua y descubrí su rostro, el mío envejeció... Desdichado, ahora en los arroyos solo el tiempo fluye y fluye ante mis ojos.
Aquel día perdimos la mañana en Blancas, donde nada se nos dijo de la localización del fortín de Torregabasa, ni aun de su existencia; aunque fuimos cumplidamente informados de algunos episodios de la guerra civil, de los años duros del franquismo y de los actuales destinos y empleos de los hijos de dos ancianos que concedieron darnos pormenorizada respuesta a todo aquello que no les preguntamos. A la tarde y ya en Ojos Negros visitamos las minas de hierro y el poblado minero abandonado, luego el torreón exento y restaurado de un castillo del siglo XIV, y enfrente un hermoso molino de viento sobre un otero vigilante al pueblo. Una vez abajo, en el casco urbano, cuando al fin nos decidimos a preguntar por nuestras cosas acudimos a una gente que charlaba a los pies de un monumento, del que enseguida conocimos que fue erigido por el municipio en memoria a un artista extranjero que antaño visitó la zona, y también supimos de la oposición del cura y de otras cosas relativas a un cuñado del alcalde. Pero nadie allí nos dio razón de los celtíberos ni de las ruinas de Torregabasa. Así las cosas nos aventuramos a buscar aquellos restos por el campo, y recorrimos ramblas y caminos atentos a cualquier montón de piedras que pudiera decir algo. De tal nos asomamos a espigones, ascendimos a oteros, nos acercamos a casetas y corrales, visitamos parideras y majanos, y ya a la nona o décima incursión pudimos finalmente gozarnos del triunfo. Ante nosotros teníamos las ruinas de Torregabasa, los restos mejor conservados de aquella serie de fortines-fundición propios del territorio minero de la Celtiberia oriental. Se trataba en este caso de una estructura fortificada apostada sobre una pequeña elevación, ceñida por una rambla y enclavada en la extensa llanura que media entre la Sierra Menera y el Jiloca. Son ruinas que remiten a un núcleo orientado a la metalurgia del hierro, uno de los centros de proceso del mineral extraído de las minas de Sierra Menera, lugar donde elaboraban los herreros celtíberos aquellas espadas cuya calidad y eficacia propiciaría su temprana adopción por las legiones romanas: el gladium hispaniensis. Torregabasa conserva buena parte del aparejo de sillar ciclópeo de su turris, un muro formado con piedras cúbicas de corte regular y grandes dimensiones, donde algunas alcanzan 90 x 90 x 120 cm. Sobre este primer alzado habría de elevarse otro de adobe o argamasa, quedando finalmente rematada toda la estructura por una empalizada. Se le presumen al fortín de Torregabasa funciones de horno de fundición, almacén de hierros y granos y ocasionalmente refugio. Y apostamos por que en torno al mismo habría de diseminarse una serie de viviendas y fraguas que darían al conjunto el aspecto compacto de un poblado. Algunos investigadores, siguiendo a Burillo Mozota, consideran que estos núcleos metalúrgicos serían emplazamientos dependientes de las ciudades celtíberas de la línea del Jiloca, con las que habrían de enlazar mediante caminos terreros como el que aún se dibuja paralelo a la actual carretera de Ojos Negros, caminos que servirían de enlace tanto con el Jiloca como con el foco minero de Sierra Menera. Por mi parte trataba de hallar allí sentado analogías al topónimo ‘Gabasa’, presumiendo para el mismo una procedencia antigua y desconocedor entonces de la existencia de una homónima Gabasa en la vecina provincia de Huesca. Recordé al efecto la ciudad que cita Ptolomeo entre los lusitanos surorientales: Kapasa, cuya reducción habría de caer hacia el límite Badajoz-Huelva-Sevilla, dentro de un territorio orientado como este a la actividad minera. También me vino a la memoria la epigráfica Res Publica Cabensium, junto a Campillos, Málaga, donde se documentan hornos de producción cerámica. Ambos topónimos recordaban a ‘Gabasa’ y ambos quedaban asociados a los hornos. Y a pesar de ser uno celtíbero e íberos los otros y antojarse así muy alejados para establecer su afinidad lingüística, recordé en auxilio de esa idea que esta zona celtíbera del Jiloca quedaría más tarde iberizada merced a la expansión del territorio sedetano, de tal que así pudiera… Y algo parecido me sucedió con la otra sugestión que me vino a la cabeza, ésta relativa al cuervo. Reparé que en toponimia actual contábamos al sur de Torregabasa con la población de El Cuervo, homónima a otra meridional (El Cuervo, Sevilla) donde se venía reduciendo una ciudad turdetana que compartiría raíz con nuestra ‘Gabasa’: Cappa, quién sabe si afectada por traducción semántica que la llevara a ‘cuervo’ o llegada ahí mediante simple decantación fonética. Reforzaba esta idea el considerar que el cuervo, ave abundante en el Jiloca, era por demás emblema del dios céltico Lugh, cuyo sosias autóctono Luguei figuraba asociado precisamente a un cuervo en el cercano santuario rupestre de Peñalba de Villastar… ¡próximo a El Cuervo de Teruel! «En fin, ¿quién sabe?», me decía observando el trasiego que se traían allí junto al fortín dos urracas a las que parecía importunar nuestra presencia. Divagaba, sí. Y a medida que observaba las ruinas de Torregabasa recrecían a mi vista sus arrumbes, se alzaban de nuevo poderosos sus muros y se remataban las empalizadas, los hornos, paredes y techumbres de las casas. Aquí y allá se llenaban de gente los espacios, había hombres y mujeres, ancianos y niños, fundidores y herreros, arrieros, leñadores, burros, perros y unas cabras que saltaban por los techos de las casas adosadas al muro de la torre. De una de estas casas vi sacar a dos chiquillos sendos capachos de tierra que arrojaron luego a un terraplén junto a la rambla. Y no volvieron de vacío sino que repusieron sus capachos con otra tierra nueva que acercaron a la casa, donde ya esperaba un hombre reclinado que vertiendo los capachos sobre el suelo cubrió alguna cosa rellenando el hoyo. Cuando terminó de tapar el agujero y regó la tierra comprendí de inmediato que se trataba de uno de esos célebres cultivos de hierro celtíbero, aquel hierro de crianza que cortaba miembros y cabezas como tocino. Eso era lo enterrado, aquellas barras de hierro forjado que enterraban por un tiempo los celtíberos para fomentar su herrumbre, esas que después desenterraban para despojarlo de ella sometiéndolo a otra forja, las mismas que enterraban otra vez de nuevo por más tiempo. Así una y otra vez hasta reducir aquel metal a su núcleo más puro e inasequible al óxido. Ajeno a nosotros, el poblado mantenía un discurso sostenido que aunaba el murmullo de la gente a los golpes de las fraguas, un concierto al que de forma ocasional concurría el rebuzno de algún burro, el reclamo de un cuclillo o el ladrido de los perros. Ese día vinieron a aportar también sus voces dos mineros que llegaban enojados increpando a gritos a su mula, bestia que por el estado deficiente de su carga me hizo sospechar que aún cobraba en azotes e insultos algún traspiés que sufriera de camino, tropiezo o espantada que acaso ocasionara el derrame de la carga y el esfuerzo en reponerla. Y así se fue focalizando por un rato la voz de aquel poblado, y pude oír después la pelea estridente de tres perros, gritos de chiquillos, risas convulsivas de mujeres y graznidos de algún cuervo. Y cuando ya sonaron las notas venerables de una sonata de Bach los demás sonidos huyeron aterrados como si tal fuera una alerta de acontecimientos pavorosos. Era el móvil de Carmela y yo apenas pude despedirme de los restos de aquel mundo en espantada.
#23 Por lo menos hacer juicios simbólicos, que quedaran marcados como franquistas y los que tuvieran delitos como delincuentes, lo que se hizo en sudáfrica con el Apartheid. Como mínimo.
Viable no sería, pero ahí se demuestra que no fue una transición, fue un maquillaje y un montaje.
#30 yo creo que la gente se olvida que Franco murió en la cama. No se lo sacó de allí usando un poder superior. Se murió porque le tocaba, y con todo el poder en sus manos.
Organizó todo para que la gente que lo apoyaba no tuviera represalias.
Es lógico que ahora nos parezca una locura, pero en aquella época era la opción menos mala: podría haber elegido un general y continuar la dictadura, no crees?
Leches, éste se me había pasao… Y eso que subí el otro día un cuento sobre un orgenomesco
Por aportar algo diré que aunque parece que este pueblo estaría asentado entre el Sella y el Nansa algunos autores extienden su territorio hasta Comillas (p.ej. Glez. Echegaray), y que de ellos se conocen dos poblaciones: el Portus Veseiasueca y su núcleo epónimo de Orgenomeskon, y una gentilidad en su extremo occidental: los pembeli. También añadir como curiosidad que en el II d.C. figura un grupo de ellos como jornaleros libres (mercenarii) en las minas de El Centenillo (Baños de la Encina, Jaén), correspondientes entonces a la ciudad de Cástulo.
#3 El artículo es mío y con él solo pretendo poner en relación el surgimiento de los dioses-padre que todos conocemos con un momento "histórico" enmarcado en la cultura megalítica; como esto en ningún caso es más evidente que en la mitología griega, aunque ésta quedaría "formatizada" en tiempos del Bronce Final, utilizo el relato que nos deja de su propia génesis ya que nos remite claramente al sorpasso de sistemas de creencias que menciono y procuro recrear. Esto es, no trato de desarrollar ni el megalitismo ni los mitos griegos (eso daría para mucho más), pero sí poner a ambos en una relación cronológica y cultural. Un saludo.
#2 Ya está comentado, empezando por la serpiente emplumada y sacrificios (interesante palabra y raíz de la misma) pasando por antiguas religiones germánicas e incluso añadiendo a los golems.
Creo que tu sabes más de los detalles que yo, y por lo tanto esa parte que no había conocido de la interpretación de religión exclusivamente como grupo es la que tienes que desarrollar y complementar a mi argumento.
¿es una copia de parte de algún libro? ¿es tuyo el escrito o de otro? ¿es la conclusión de una IA? como ya dije faltan referencias, por mundanas que sean como la que he referenciado con una película, tienen el peso suficiente para tenerlas en cuenta.
Sin ánimo de ofender creo que tu artículo justifica lo injustificable, la religión que ningunea al ser humano.
#3 El artículo es mío y con él solo pretendo poner en relación el surgimiento de los dioses-padre que todos conocemos con un momento "histórico" enmarcado en la cultura megalítica; como esto en ningún caso es más evidente que en la mitología griega, aunque ésta quedaría "formatizada" en tiempos del Bronce Final, utilizo el relato que nos deja de su propia génesis ya que nos remite claramente al sorpasso de sistemas de creencias que menciono y procuro recrear. Esto es, no trato de desarrollar ni el megalitismo ni los mitos griegos (eso daría para mucho más), pero sí poner a ambos en una relación cronológica y cultural. Un saludo.
Distintas mitologías ponen de manifiesto una misma situación: el cambio de un sistema de creencias neolítico de tipo matriarcal por la soberanía de un dios padre, un dios solar y masculino como aquellos que todos conocemos: Ra, Zeus, Baal, Zoroastro, Odín, Júpiter… Estos surgen en un tiempo que discurre en paralelo a un cambio de signo en el mundo megalítico: dolmen por menhir. Y aunque dichos mitos reflejan el presente de un dios padre que habita en su Walhala y gobierna a los humanos, también refieren por fortuna el episodio de su propia procedencia; de modo que al hablarnos del origen del dios padre no solo describen a sus antepasados sino que además dibujan a los nuestros. Para mejor comprenderlo lo veremos a través del caso que nos es más conocido: los mitos griegos. Tenemos así que el padre de los dioses, Zeus, es hijo a su vez de Rea y Kronos, un hijo emancipado que escapando a su destino se convierte en un dios padre que vendrá a cambiar la humanidad, dios solar de cuyo influjo surgirán los héroes, los imperios, las civilizaciones y la propia historia. Zeus llegó para cambiarlo todo, con él surgió el medir del tiempo, el imprevisto, el individuo... y en un mundo megalítico dominado por el dolmen, con él surgió el menhir. Pero hablemos de sus padres. Rea y Kronos eran dioses en un mundo diferente de signo contrario, un mundo cíclico y eterno donde Rea paridora no deja de dar hijos a un Kronos redundante que siempre los devora. Se trata de un tiempo sin tiempo, donde aún no existe el individuo y los humanos solo reconocen la identidad del clan. Pero he aquí que el clan es permanente, es un cuerpo eterno, sus miembros nacen uno a uno en el útero del clan, el dolmen, y al morir ya son sembrados en ese mismo dolmen; de donde sus espíritus serán más tarde rescatados para una nueva vida entre los miembros de su clan. Una y otra y otra vez y volvemos a empezar. En el dolmen se nace y se brota y en el dolmen se siembra, allí se deposita el cadáver igual que una semilla, es la aplicación del conocimiento agrario sujeto a un ciclo permanente: semilla―planta―semilla.Si observamos la dispersión original de estos dólmenes veremos que se ajusta a zonas adecuadas al pastoreo o cercanas a la costa, lo que permite adivinar su adscripción a gentes de economía pastoril o entregados a la pesca y marisqueo. Y entre estos pueblos concedemos su autoría a clanes dominantes conocedores de las técnicas neolíticas de domesticación animal, primero, y ostentadores después del control de los recursos metalíferos: explotación aurífera inicial y posterior trabajo en frío del cobre hacia el final del cuarto milenio. Aún pasará un tiempo hasta el dominio de su fundición y su presencia en ajuares funerarios, hechos que se suelen situar –en el sur― mediando el tercer milenio. Eran clanes que ocupaban posición de privilegio en aquella sociedad, lo que sin duda habría de traducirse en la reserva de mejores pastos y ganados, y serán ellos los que erijan tan monumentales panteones. Pero estos dólmenes parecen algo más que panteones, son cistas cuya forma original recuerda a la vulva femenina, construcciones que sugieren una estrecha relación entre dólmenes y hembras, que evidencian su carácter de santuarios de muerte y nacimiento, cuevas donde honrar y proteger a los antepasados hasta llegado el momento de darles nuevamente a luz. Sólo como referente para el retorno cíclico de sus muertos, y útero además para el alumbramiento de sus hijos, podrá el dolmen garantizar la permanencia del clan.Para estas gentes la vida devorada por Kronos retornaba a fecundar a Rea, la madre tierra, donde el espíritu del muerto permanecía en gestación a la espera de ser rescatado por otro alumbramiento. Creencia que nos habla de embarazo escatológico de Rea y génesis precoz del culto a Kronos, práctica geofágica que suponemos en el origen de la costumbre humana de enterrar a sus muertos, cuyos cadáveres se sepultaban a efectos de sembrar el espíritu en la tierra, de incubarlo dentro de la misma y propiciar así un nuevo embarazo de la madre Rea. Esto explicaría la postura fetal que presentan los cadáveres, el aporte que se aprecia en el suelo de dólmenes y túmulos de tierra humífera y limpia ajena a la zona, y también, avanzado ya el megalitismo, la mezcla en esa tierra de las propias cenizas del cadáver; hechos que indicarían una progresiva depuración de creencias que acaban imitando el fenómeno observado del poder abonífero de tierras y cenizas. Ya Morgan y Obermaier (1) interpretaron este aspecto como experiencia agrícola, conocimiento básico del mundo neolítico. Nada más lejos de un estímulo profiláctico o un especial sentimentalismo a sus despojos, al sepultar al cadáver se ponía en juego el propio futuro de su espíritu, para el que no quedaría esperanza de retornar al mundo de los vivos de permanecer tirado e insepulto, como cualquier semilla. Lo tenían claro: tan solo el fecundo vientre de la madre Rea tenía capacidad de generar de nuevo aquella vida devorada por Kronos, y el hecho de hacerlo a cobijo del dolmen propiciaba la oportunidad de recuperar para el clan el espíritu del muerto. ¿Pero cómo?Veamos el proceso: dentro del útero dolménico, sobre las mismas sepulturas, darían a luz las hembras del clan depositando al nacido en tierra (2) para que así rescatara el espíritu de algún antepasado; un espíritu sembrado y abonado que aguardaba ya impaciente que le dieran nuevamente a luz. Con posterioridad lo sacarían a hurtadillas al exterior por ese agujero frontal que suelen presentar hacia el naciente aquellos dólmenes tan básicos (3), y esto harían al objeto de que el clan contemplara a su nuevo miembro y los dioses entendieran que era un hijo de ese dolmen; conociendo así su divina progenie respetarían la vida de la madre (4). En estas sociedades clánicas, donde el parentesco genético es caprichoso y difuso, el dolmen se constituye en verdadero progenitor del clan. Más que el clan al dolmen es el dolmen quien construye al clan, y será en el dolmen donde resida la identidad del clan. Solo quien nazca del dolmen formará parte del clan, y no importan así los apareamientos aleatorios de sus hembras ya que éstas, a fin de cuentas, permanecen siempre desposadas con antepasados del dolmen y del clan (5). La estabilidad queda así garantizada durante generaciones en ese interminable ciclo de muerte y nacimiento, los espíritus permanecen inalterables formando siempre parte de su clan, bien a bordo de una vida o esperando en el vientre de Rea la siguiente. Y este sería el mundo de los padres del dios padre, el tiempo aquel del tiempo detenido, el imperio de los dólmenes de Rea y Kronos. Después llegará Zeus, el dios padre, y con éste aquellos otros megalitos que parecen empujar al tiempo prodigando su energía seminal entre los hombres: los menhires. Enhiestos rayos del poder genésico, poderosos falos que alimentan y embarazan a un mundo celeste, espinas solares y padres del espíritu del hombre. El menhir sugiere en gran medida la rebeldía de Zeus, el espíritu enfrentado al tiempo, a la tierra, al orden natural simbolizado por el dolmen de Rea y Kronos. Este enhiesto megalito representa un estigma que opera en la génesis humana, la rebeldía que empuja a hurgar el imprevisto, que impide que la humanidad se pare y se detenga. Es la misma rebeldía de Zeus frente al ansia devoradora y permanente de su padre Kronos, la misma que inducirá más tarde a un joven Prometeo a enfrentarse al mismo Zeus, monarca ya y conservador, la que cuestiona y vulnera el sistema establecido. Y aunque aquellas gentes megalíticas no llegaran a saberlo, el caso es que estaban presenciando el nacimiento de la religión moderna. Desconocemos si estos menhires representan manifestación complementaria de una misma cosmogonía dolménica en proceso ya de evolución, o cultos enfrentados de sociedades diferentes aunque contemporáneas, o simples templos opuestos en el signo y alejados en el tiempo. Tanto da. Bástenos saber que unos y otros reportaron impagables servicios a sus hijos: mientras los dólmenes emparentaban con titanes, otorgaban el prestigio de contar con difuntos poderosos y verificaban sus clanes en una sociedad carente de otros parentescos (6), los menhires empujaron por su parte a ver más mundo, a conquistarlo, a entender las cosas, a rebelarse una y otra vez contra el destino.Fueron tiempos que corrieron a lo largo de los milenios tercero y cuarto, asomados en algún caso al quinto y derramados al amanecer de la Edad de Bronce del segundo. Tiempos que ahora ya son parte irrenunciable de nuestro oscuro pasado. NOTAS 1). Tanto Obermaier (El hombre prehistórico y los orígenes de la humanidad) como J. Morgan (Humanidad prehistórica) postularon que la observación empírica de que tras los incendios las plantas quemadas se reproducían más y mejor induciría al convencimiento de que otro tanto ocurriría con el hombre. Planta-ceniza: nueva planta; hombre-ceniza: nuevo hombre. 2). Costumbre generalizada entre los pueblos antiguos conocida como «levatio de terra», que consistía en tender al recién nacido en el suelo simbolizando su alumbramiento por la tierra. En la mitología latina era la diosa Levana la encargada de rescatar al niño del vientre de la tierra. Comadrona en francés es leveuse, en catalán llevadora, ambos de levar, levantar. Entre los antiguos arios la madre dejaba al niño en tierra tras darlo a luz, siendo el padre el encargado de levantarlo. Sobre una especie de silla sin patas que semejaba un dolmen invertido (una lancha sobre el suelo sobre la que descansaban otras dos losas perpendiculares) parieron las reinas de Egipto desde los tiempos de la VI dinastía (3000 a.C.). Y también de una roca nacería el dios Mitra. 3). Los habituales orificios en la pared frontal de los dólmenes básicos, interpretados como accesos para proveer de sustento a los difuntos, creemos más probable que representaran el orificio del útero, puerta para el naciente (precisamente su orientación es siempre al naciente), vulva para el difunto rescatado y dado a luz. 4) Nos referimos al fenómeno de la covada, ritual antropológico que consiste en hurtar a la parturienta de la vista de los espíritus a fin de no excitar su envidia y preservar la vida de la madre en ese momento delicado. El móvil sería la debilidad e indefensión de la madre ante el presumible enfado de los dioses por atreverse a traer una nueva vida al mundo; el subterfugio que otra persona, animal o cosa apareciera ante ellos como parturienta, papel que generalmente recaía en el hombre. Es probable que sus manifestaciones más antiguas corrieran a cargo de covadas de tierra o covadas de roca, pasando con posterioridad el honor de la paternidad totémica a árboles y animales, y recayendo finalmente en el esposo. 5). Extremo documentado en pueblos primitivos de Australia y el oriente sudafricano, donde la mujer se esposa simultáneamente con el marido y uno o varios antepasados. Entre los A`Kamba, por ejemplo, lo hace con el marido y su más reciente antepasado. 6). La humanidad conoció con mucha antelación el parentesco clánico respecto al consanguíneo. En época posterior éste se verificará mediante la paternidad del tótem del clan, y todas las tribus tendrán su tótem. Por el momento, en esta sociedad megalítica, tan sólo los clanes del dolmen contarán con una identidad familiar definida.
Todo autor entabla una polémica agonística con su lector, atajando, arrinconando, desarmando sus objeciones hasta no dejarle otra salida que aceptar el armisticio. Paradójicamente, la estrategia de esa lucha obliga al autor a renunciar en el proceso a su victoria a tantas cuotas de criterio que la paternidad del discurso de la obra habría que asignarla finalmente a su oponente derrotado: el lector imaginario.
#1 Hace tiempo que no paso por la zona, pero recuerdo las estelas empotradas en los muros del castro de Yecla y el sabroso paseo entre robles, berruecos y encinas hasta Las Merchanas. También el puente sobre el río y el impacto que causa ver de frente ese lienzo de muralla. Por cierto que en Lumbrales hay un verraco expuesto frente al Centro de Interpretación y otro queda luego a la entrada del mismo castro. Salvo por la lluvia, preciosa visita la vuestra.
Para otro día recomiendo visita a los cercanos pueblos de El Bodón, Martiago y Fuenteguinaldo, todos junto a C. Rodrigo. En el primero hay un ara dedicada a la diosa Abercicea y en el segundo otra al dios Caesariciaecus, ambas visibles y empotradas en muros de sus respectivas iglesias, y ya en Fuenteguinaldo tenéis el castro de Irueña con un nuevo ara al dios Cantunaecus, un magnífico verraco, dos estelas fálicas y restos del culto imperial a Domiciano. Todo por el mismo precio, oiga...
¡Un saludo!
#2 pues cuando vuelva para allá, que voy frecuentemente, iré a visitar lo que me dices. Gracias.
La zona de Yecla, Villavieja de Yeltes y etc. es una zona relativamente poco conocida, con secretos bien sabrosos. Es muy reconfortante dar un paseo por esas dehesas y encontrarte en medio de la nada con todas las infraestructuras ya abandonadas que a principio de siglo se construyeron para la minería. Puentes de hierro grandes, estaciones ferroviarias y minas abandonadas, etc. Y si encima te atreves a hacerlo ahora, con humedad y todo verdecillo, pues mejor...
Así es.
Voto por la elección del nombre (Tarsis: Tartessos), algo que es de agradecer para una denominación científica al uso. Y me explico: si conocemos a toda una especie humana por el nombre del pueblito de su primer hallazgo (Neandertal), y así tantos y tantos... ¿a qué hortera se le ocurrió poner el nombre de "Excalibur" al primer arma humana hallada en Atapuerca, Burgos? ¿Buscaban el nombre de una espada famosa justo al lado del solar de la Tizona y la Colada...? En fin, bien por Tarsis.
#0 Siempre hay alguien que no propone nada pero a todo busca las cosquillas. Tú no te cortes, haces buena labor. Aprovecho y dejo en tu honor estos cuatro versitos:
Depongan sus temores las huestes trascendentes,
nadie diga que en el mundo no ha lugar,
percátense las gentes
y declínense a jugar.
saludo!
De ahí viene en castellano el término "fragoso", que por ejemplo en Extremadura nos deja el nombre del Parque de Monfrague (monte fragoso).
Por certo, marabillosas esas fragas e tamén os muíños do Eume.
De acuerdo en líneas generales salvo en la inclusión de lusitanos en el uso del signario ibérico. Entiendo que se refieren a epígrafes numismáticos como los de Beuipo (o Ketovion), pero éstos a pesar de su posición geográfica se vienen incluyendo culturalmente entre los turdetanos, con lo que dicho “alfabeto” ibérico (ibérico-tartésico en realidad) se ajustaría únicamente a íberos y celtíberos.
#2 en realidad que los lusitanos fueran celtas o indígenas está en discusión aunque creo que actualmente se tiende a considerarlos indígenas celtizados, en cierta forma parecido a los celtíberos como los arevacos, estos últimos aunque con idioma y ciertos paralelismos culturales celtas tienen más semejanzas con los iberos por ejemplo en urbanismo, sin embargo la celtizacion lusitana al cabo del tiempo parece mayor
Y en la propia España.
#23 Por lo menos hacer juicios simbólicos, que quedaran marcados como franquistas y los que tuvieran delitos como delincuentes, lo que se hizo en sudáfrica con el Apartheid. Como mínimo.
Viable no sería, pero ahí se demuestra que no fue una transición, fue un maquillaje y un montaje.
#30 yo creo que la gente se olvida que Franco murió en la cama. No se lo sacó de allí usando un poder superior. Se murió porque le tocaba, y con todo el poder en sus manos.
Organizó todo para que la gente que lo apoyaba no tuviera represalias.
Es lógico que ahora nos parezca una locura, pero en aquella época era la opción menos mala: podría haber elegido un general y continuar la dictadura, no crees?
Leches, éste se me había pasao… Y eso que subí el otro día un cuento sobre un orgenomesco
Por aportar algo diré que aunque parece que este pueblo estaría asentado entre el Sella y el Nansa algunos autores extienden su territorio hasta Comillas (p.ej. Glez. Echegaray), y que de ellos se conocen dos poblaciones: el Portus Veseiasueca y su núcleo epónimo de Orgenomeskon, y una gentilidad en su extremo occidental: los pembeli. También añadir como curiosidad que en el II d.C. figura un grupo de ellos como jornaleros libres (mercenarii) en las minas de El Centenillo (Baños de la Encina, Jaén), correspondientes entonces a la ciudad de Cástulo.
#3 El artículo es mío y con él solo pretendo poner en relación el surgimiento de los dioses-padre que todos conocemos con un momento "histórico" enmarcado en la cultura megalítica; como esto en ningún caso es más evidente que en la mitología griega, aunque ésta quedaría "formatizada" en tiempos del Bronce Final, utilizo el relato que nos deja de su propia génesis ya que nos remite claramente al sorpasso de sistemas de creencias que menciono y procuro recrear. Esto es, no trato de desarrollar ni el megalitismo ni los mitos griegos (eso daría para mucho más), pero sí poner a ambos en una relación cronológica y cultural. Un saludo.
#2 Ya está comentado, empezando por la serpiente emplumada y sacrificios (interesante palabra y raíz de la misma) pasando por antiguas religiones germánicas e incluso añadiendo a los golems.
Creo que tu sabes más de los detalles que yo, y por lo tanto esa parte que no había conocido de la interpretación de religión exclusivamente como grupo es la que tienes que desarrollar y complementar a mi argumento.
¿es una copia de parte de algún libro? ¿es tuyo el escrito o de otro? ¿es la conclusión de una IA? como ya dije faltan referencias, por mundanas que sean como la que he referenciado con una película, tienen el peso suficiente para tenerlas en cuenta.
Sin ánimo de ofender creo que tu artículo justifica lo injustificable, la religión que ningunea al ser humano.
#3 El artículo es mío y con él solo pretendo poner en relación el surgimiento de los dioses-padre que todos conocemos con un momento "histórico" enmarcado en la cultura megalítica; como esto en ningún caso es más evidente que en la mitología griega, aunque ésta quedaría "formatizada" en tiempos del Bronce Final, utilizo el relato que nos deja de su propia génesis ya que nos remite claramente al sorpasso de sistemas de creencias que menciono y procuro recrear. Esto es, no trato de desarrollar ni el megalitismo ni los mitos griegos (eso daría para mucho más), pero sí poner a ambos en una relación cronológica y cultural. Un saludo.
Qué tiempos aquellos cuando había tiempo para todo... 🕓
#1 Así es, aunque no demasiada. De esta ceca de Konbouto se conoce una única emisión de ases como el de la foto que adjuntas, piezas de buen arte y clara tipología celtibérica. Que yo sepa ni siquiera se conocen divisores (semis, cuadrantes…), así que debió tratarse de un encargo puntual de la ciudad a algún maestro acuñador que allí acuñó tan solo ases, y tan solo éstos. Un saludo.
Dos curiosidades: una es que tanto el sagum como la braca (pantalón corto) fueron adoptados por los romanos como parte del equipo legionario; otra que Silio Itálico (ésta sin fondo histórico alguno) fabuló la genealogía de los astures como descendientes de Astyr, armígero y auriga del héroe de Troya Nemnón.
Una visita que promete, me lo apunto
#3