Lo realmente grave de los posts escritos con IA que ya dominan Linkedin y el contenido de la inmensa gran parte de las redes sociales, no es solo que reducen prácticamente a cero la creatividad de los autores y homogenizan el mensaje, la retórica y la riqueza lingüística, sino que las audiencias se están acostumbrando a un tipo de lenguaje estandarizado, mortecino y masticadito para todas las edades, con sus iconitos y saltos de línea que no abrumen a las mentes más perezosas, implicando el mínimo esfuerzo y reforzando la idea de que todos podemos comunicar con la mínima vocación de riesgo, riqueza léxica y esfuerzo.
De este modo, la idea, lo que se quiere expresar, pasa a un segundo o tercer plano y lo único que es importante es ocupar un espacio lleno de letras en una red social.
Da igual que el mensaje sea el remedio para el cáncer, una receta de callos o la consistencia de la última mierda que has cagado. Todo es un manifiesto, todo es marca personal, todo tiene una lección moral. Y de este modo, todo es susceptible de ser compartido porque ya todo puede ser comunicado. Del "Pienso, luego existo", al "Prompt, luego existo".
De este modo, pasamos de que el lenguaje sea una herramienta para comunicar a que el lenguaje sea comunicar que usas una herramienta. La nueva evolución de la mierdificación, cortesía de ChatGPT (un modelo de lenguaje, paradójicamente).
El tiempo pasa y vamos descubriendo que la IA no era poner la inteligencia al servicio de todos. Es imponer la mediocridad para tedio de todos.
Las implicaciones a nivel cultural, lingüístico pero sobre todo, a nivel crítico, pueden ser dramáticas. No podemos convertir la escritura en aquello que convertimos las fotos cuando surgió Instagram, no podemos aplicar filtros y efectos para hacer, aparentemente perfecto o normativo, lo que tenemos que expresar, lo que tenemos que decir al mundo, porque son esas palabras, esa forma de expresarnos única, con sus enormes fallos y sus pequeñas grandezas, el último espacio de libertad que nos queda.