No se lo cree nadie

Abundando en la línea de costumbrismo miserable que vengo trabajando últimamente, y lo que nos queda, hoy vengo con una anécdota curiosa de la que tal vez conviene tomar nota.

Hace unos días, sentado en mi regio trono, lo que viene siendo el inodoro, advertí una forma oscura inusual en el suelo entre alguna pelusilla solitaria y otras motas indeterminadas. En realidad no demasiadas, la tremenda coincidencia es que acababa de fregar recientemente y eso no pasa tan a menudo.

Pues bien, sometido el elemento extraño a exhaustivo análisis, el equipo científico (una lupa con luz y yo) concluyó indefectiblemente estar ante un vulgar excremento de ratón. El esbozo de forma helicoidal con su característica curvatura así como la terminación redondeada y ligeramente afilada, apuntaba sin duda a una escultura de ojete de roedor. Dura como una piedra por cierto, lo cual sorprende habiendo fregado el día antes, o el anterior. Poco margen para la formación de tal coprolito.

Por caprichos de la arquitectura, el habitáculo en el que desarrollo mis diversas actividades tiene una suerte de huecos bajo una claraboya, en los que instalé unos cerramientos correderos (no voy a tener la osadía de llamarlo ventanas) que dan a un altillo y al cuarto de baño, emplazamiento del misterioso hallazgo.

Huelga decir que nunca he tenido ratas ni ratones, supongo que por celoso de mi intimidad antes que por obsesión con la higiene. Bueno, en el tejado hay una terraza donde la obra escultórica podría haberse desecado convenientemente y después ser arrastrada por el viento. En realidad difícil, pero quizás.

Un par de días después, en una nueva visita al excusado, veo algo negro flotando en el agua. Me acerco un poco más. Mueve las patitas. Coño, ¿una cucaracha? Ni siquiera parda, de las negras clásicas. Pues nada, al aquapark. Supongo que va por barrios pero nunca he tenido ese tipo de inquilinos aquí. No me gustan, en cuanto vas a reclamarles su parte alícuota del alquiler huyen sin disimulo.

Suele decirse que la primera es casualidad, la segunda coincidencia y la tercera indicio. En mi experiencia si esperas a la tercera terminas por conocer el otro punto de vista de la digestión, el que conviene evitar. Entonces, ¿qué cojones está pasando aquí? Lo primero es pensar en los vecinos, claro. Alguien, tal vez desde la terraza... El otro día miraba mini drones en internet, son francamente económicos. A ver, que cierro los ventanucos y a tomar por culo, pero sorprende la clase de aficiones y la dedicación que pueda tener alguna gente, vecinos o no.

Y claro, lo escribo aquí porque esto lo cuento en casa y es que no se lo cree nadie. Al final la realidad siempre tiene un toque como surrealista, y en mi caso últimamente más. Al menos la cucaracha estaba fresca.