No eran los de abajo

Y resultó que el 15M no lo organizaron los de bajo, por mucho que dijeran que iban contra los de arriba. Ahora lo tenemos claro: el 15M era una nueva versión del despotismo ilustrado, con aquello de todo para el pueblo pero sin el pueblo, llenando las calles de gente que vivía muy bien, con muy buenos puestos y una cómoda casa a la que regresar tras las manifas.

El 15M no estuvo cuajado de chabolistas, ni de personas desahuciadas, ni de parados de larga duración, ni de agricultores y ganaderos incapaces de reconvertirse.

Reconocedlo, amigos: los perdedores de nuestro tiempo no estaban allí.

Allí estaban los estudiantes de sociología, los becados de universidades urbanas, los hijos díscolos de buenos burgueses jugando a la revolución. Allí estaban, como siempre, los conseguidores de subvenciones, los atrezzistas de nuevos partidos y los maquilladores de los viejos.

Y entre ellos,sí, mucha gente descontenta y con un enorme sentido de la injusticia que los rodeaba, pero disfrazándose a sí mismos de pobres y oprimidos, mientras los verdaderos pobres y oprimidos pasaban completamente del movimiento, porque no era suyo, ni escuchaba sus demandas, ni se salía del guión infantiloide de su realidad paralela.

Bajo los adoquines, nunca hubo arena de playa, dijeran lo que dijeran en el 68. Los de abajo no iban a por los de arriba, por mucho que dijeran en el 15 M. Tanto unos como otros, querían en realidad ajustarle las cuentas a sus padres.

La verdad siempre es otra cosa. El cemento que hay bajo los adoquines. El burgués bajo el disfraz de pobre de los de abajo. El desaliento buscado de quienes sólo supieron construir una mitología, pero no un relato.