Me resulta muy sorprendente que un asunto tan central en la agenda política de los países “de nuestro entorno” ( utilizando la manidísima fórmula, estamos hablando de Francia, de Italia, de Alemania o de Gran Bretaña ) como la inmigración apenas esté presente en la discusión pública española.
Y no es por falta de impacto: desde 1999 el numero de extranjeros viviendo en España se ha incrementado en unos cinco millones, y aún estaríamos quedándonos cortos de cifras, pues habría que sumar las nacionalizaciones, que rondarían otro millón, más la población flotante “ilegal”.
La primera cuestión: no se puede hablar de inmigración si no de inmigraciones: no es lo mismo un refugiado que un inmigrante económico. No es indiferente el país de origen, ni la cualificación , ni la forma de entrada, ni su número. En esta confusión, totum revolutum de causas, circunstancias y efectos se empantana el discurso de la izquierda y toma ventaja el de la derecha. Por que cuando Vox vocifera por los asaltantes de la valla melillense no hace sino extender una cortina de humo que oculta y roba un debate serio. Los inmigrantes que ocupan puestos de trabajo en la hostelería y en las tiendas , cualquiera lo puede ver con sus ojos, no son subsaharianos, sino procedentes de Latinoamérica y el este de Europa. No han entrado en una patera, si no por el aeropuerto tomando ventaja de la lasitud burocrática y de los agujeros de la legislación española sobre la extranjería.
La entrada por las famosas pateras no supone ni el uno por ciento de los inmigrantes ilegales en España, ya que tan ilegal es el que entra de ese modo como el que entra como turista y se busca un trabajo en negro hasta que encuentra la forma de regularizar su situación.
Un refugiado sirio, un joven cristiano maliense que huye de la persecución religiosa, un activista colombiano amenazado por los paramilitares demandan refugio y cualquier partido defensor de los derechos humanos no puede sino posicionarse a favor de facilitar su acogida. Pero el porcentaje de inmigrantes de esas características es reducido, aunque el aprovechamiento de la vía administrativa de petición de refugio por parte de los inmigrante económicos es conocido. Es un truco, difundido y compartido en las redes, es fácil encontrar en youtube por ejemplo canales de abogados españoles que explican los pasos para una vez que se llega como turista , poder conseguir forzar la ley y quedarse como trabajador: al llegar a España, aunque su situación de origen no lo justifique en absoluto es generalizado pedir el estatuto de refugiado, de esta manera se ganan meses de tiempo que se aprovecha para trabajar en negro y poder pedir al cabo de unos pocos años la residencia legal por “arraigo” con documentación que justifique ese “arraigo”.
Lo sorprendente del fenómeno migratorio en España es que por un lado emigran españoles con altos niveles de cualificación mientras importamos trabajadores con poca cualificación, pero todo ello en un entorno de un paro juvenil crónico que nunca ha bajado de 20 por ciento ya roza el 40 por ciento. Mientras que en otros paises europeos es fácil encontrar a estudiantes haciendo trabajos a tiempo parcial o temporales en hostelería o tiendas de consumo minorista esos puestos están ocupados en España por inmigrantes latinoamericanos a jornada completa. Otro asunto es si esa jornada completa es cotizada.
Pues bien, mientras que en la derecha el Partido Popular mantiene un discreto silencio sobre este tema, Vox apunta su artillería xenófoba hacia una inmigración numéricamente residual: mientras los empresarios afines al partido de Abascal, empezando por el mismo Espinosa de los Monteros están felices por poder contratar para sus negocios hosteleros a inmigrantes latinoamericanos que presionan a la baja los salarios en sectores claves para la economía española como el turismo y la restauración, Abascal y lo suyos claman contra la islamizacion de España, mostrando a las claras que sus rechazo a la inmigración es solo desagrado ante las culturas no cristianas.
Y que antes que nada , la pela es la pela.
En el otro lado, el PSOE mantiene el mismo discreto silencio del PP ( al fin y al cabo ambos son responsables de la barra libre de facto a la inmigración económica que se buscó intencionadamente durante la burbuja inmobiliaria; al fin y al cabo habría sido imposible construir lo que se construyó sin hacer la vista gorda en puertos y aeropuertos) mientras que Unidas Podemos se enfanga en la confusión entre derechos humanos e inmigración económica, entre la defensa del derecho a la protección de los perseguidos y la ceguera ante la creación de un reservorio permanente de mano de obra barata y sumisa para mayor gloria de la tasa de ganancia empresarial. Y mucho cuidado con sacar el tema en el entorno de ese partido:rápidamente serás tachado de racista, rojipardo o directamente, de fascista.
Como si un pais no tuviera derecho a decidir sobre su propio mercado laboral. Como si el control del propio mercado laboral fuera algo obsceno para esta izquietda. Como si la izquierda pudiera exigir el control de los flujos de capital, de mercancias, pero fuera intolerable plantearse cierta SOBERANIA en los flujos de entrada al mercado laboral. Como si en Canadá o en Australia dominara el fascismo porque ajustan la entrada a sus mercados de trabajo en función de sus propias necesidades y no lo dejan todo al albur de lo que el caos burocrático español permita.
Como si la socialdemocracia danesa o sueca que se está planteando precisamente controlar esos flujos de inmigración económica tuviera derecho a hacerlo porque....¿porque son rubios, norteños ? pero plantearlo en España es solo propio de gente del brazo en alto. Y mientras tanto los trabajadores españoles ven como sus hijos tendrán que competir por salarios miserables con quien quiera llegar gracias a la dejadez adminstrativa del estado español, el silencio cómplice de unos partidos con la clase empresarial y el buenísmo mal entendido y suicida de otros.