Con ruido mediático y gesticulación electoralista, la administración Trump ha proclamado un nuevo hito en su guerra comercial: un acuerdo con la Unión Europea. Pero lejos de tratarse de un tratado sólido, vinculante y equilibrado, lo firmado es apenas un marco político sin letra pequeña, sin detalles técnicos ni mecanismos verificables. Un pacto en el que una parte impone condiciones y la otra —Europa— se limita a aceptarlas.
Este acuerdo establece que:
- EE. UU. aplicará un arancel del 15 % a gran parte de las importaciones procedentes de la UE (automóviles, farmacéuticos, bienes industriales).
- La UE no responderá con aranceles propios.
- Algunos sectores clave (aeronáutica, maquinaria de semiconductores) quedan fuera del trato.
- La UE se compromete a comprar 750.000 millones de dólares en energía estadounidense y a invertir 600.000 millones más en territorio norteamericano.
A continuación analizamos —con perspectiva económica— quién paga, quién gana, quién pierde… y por qué este acuerdo no solo es injusto, sino contraproducente.
💸 ¿Quién paga? El arancel como impuesto encubierto
Aunque el arancel del 15 % apunta formalmente a productos europeos, el coste lo asumen los consumidores estadounidenses. Son ellos quienes, al comprar coches, medicamentos o maquinaria importada, sufrirán una subida directa de precios. Lo explica la macroeconomía básica: los impuestos al comercio se trasladan al consumidor final.
Esto convierte a los aranceles en una forma de fiscalidad indirecta regresiva: todos pagan lo mismo por el encarecimiento, pero afecta más a las rentas bajas. Además, la medida no reduce el déficit comercial estructural de EE. UU., ni frena sus desequilibrios fiscales, ya que el país sigue importando más de lo que exporta… ahora, simplemente, más caro.
🏭 ¿Quién pierde? La paradoja de castigar tu propia industria
Una de las mayores contradicciones del acuerdo reside en los aranceles del 25 % que EE. UU. aplica a vehículos y componentes procedentes de Canadá y México, a pesar de que muchos de ellos son fabricados por compañías estadounidenses como GM, Ford o Tesla.
Esto significa que:
- Un coche fabricado por Ford en México paga más arancel (25 %) que uno fabricado por BMW en Alemania (15 %).
- Las plantas norteamericanas que dependen de piezas fabricadas en Canadá o México verán sus costes disparados.
- Se desincentiva la integración industrial regional del USMCA y se debilita la lógica de las cadenas de suministro en América del Norte.
En resumen: Trump penaliza a sus propias empresas mientras presume de proteccionismo. El resultado es una distorsión productiva con impacto directo en el empleo, la inversión y la competitividad de EE. UU.
🧮 Un sinsentido macroeconómico: inversión ≠ menor déficit
El acuerdo incluye promesas europeas de inversión masiva en EE. UU. (600.000 millones de dólares) y de compra de energía (750.000 millones). Pero aquí se esconde otra contradicción: un país no puede simultáneamente reducir su déficit comercial y atraer capital extranjero en masa.
¿Por qué?
Porque cuando un país recibe grandes cantidades de inversión externa:
- Su moneda se aprecia (más demanda de dólares).
- Sus exportaciones se encarecen.
- Sus importaciones aumentan.
- El déficit comercial tiende a aumentar, no a reducirse.
Es decir: el propio diseño del acuerdo imposibilita que logre el objetivo que Trump dice perseguir. Lo que busca como victoria simbólica es un castillo de arena económica.
🇪🇺 ¿Y Europa? Ni defensa, ni estrategia, ni dignidad
Europa no ha conseguido ni siquiera el equilibrio simbólico. Mientras acepta los aranceles sin respuesta, se compromete a comprar más gas y petróleo estadounidense, desplazando importaciones de otros socios más baratos o más sostenibles. Se hipoteca energéticamente a favor de una potencia extranjera sin obtener contraprestación industrial ni comercial.
Además, el acuerdo ni protege su industria militar, ni garantiza reciprocidad fiscal, ni fortalece ningún eje estratégico europeo. Es, como algunos analistas han señalado, una cesión pactada ante la amenaza de algo peor, fruto de una debilidad institucional alarmante.
⚠️ El trasfondo fiscal: regalar a los ricos, cobrar al consumidor
Desde hace años, EE. UU. ha reducido los impuestos sobre la renta, sociedades y capitales, favoreciendo a las rentas más altas y las grandes corporaciones. Pero esa rebaja fiscal no es gratis: ha disparado el déficit y la deuda. ¿Cómo se compensa? Con aranceles que, como vimos, son impuestos camuflados que paga todo el mundo.
Este es el truco político: se eliminan impuestos visibles y progresivos, y se sustituyen por cargas invisibles y regresivas, vendiéndolas además como “defensa nacional”.
✊ ¿Qué puede hacer el ciudadano europeo?
Frente a acuerdos opacos, desequilibrados y económicamente tóxicos, el ciudadano aún tiene margen de respuesta:
- Exigir transparencia y debate público sobre tratados que afectan al empleo, al precio de la energía y a la soberanía económica.
- Favorecer el consumo responsable, apostando por proveedores locales o éticos.
- Apoyar partidos y movimientos que prioricen autonomía estratégica y equilibrio geopolítico.
- Construir presión ciudadana para que la UE no vuelva a firmar desde la sumisión, sino desde el interés común.
Porque la economía no es solo un juego de cifras. También es una cuestión de quién decide, para quién y a costa de quién.