La promesa de la IA es que elimina la fricción. No importa si realmente puede cumplir esa promesa, lo que importa es que los fondos soberanos, que aparentemente tienen dinero y paciencia infinitos para la megalomanía de Sam Altman, creen que sí puede. En su mundo ideal, no hay que pensar en nada porque una IA pensará por tí, y así pueden despedir a cualquiera cuyo trabajo sea pensar. En este mundo ideal, nunca tienen que pensar en los demás, cuyos deseos, necesidades y derechos podrían entrar en conflicto con sus caprichos.