Cada día, miles de páginas web desaparecen sin dejar rastro. Y con ellas, se esfuman recuerdos, conocimientos y fragmentos de nuestra historia. A diferencia de soportes físicos como la arcilla, el papiro o el papel, las páginas web dependen de servidores que requieren mantenimiento, dominios que deben renovarse y formatos que tarde o temprano quedan obsoletos. Este fenómeno se denomina link rot (en español, “enlaces podridos”) y es continuo.