El olor a gasolina, a aceite rancio, a “gases que arañan la garganta”, se ha vuelto parte del paisaje para los vecinos de la barriada del Guadalquivir, en Coria del Río (Sevilla). Lo mismo que el cansancio, los mareos, los vómitos, las consultas médicas sin respuestas claras. Lo que empezó como una sospecha ciudadana terminó siendo confirmado por la Fiscalía General del Estado, por médicos, por técnicos ambientales y por asociaciones científicas. Y sin embargo, la respuesta institucional “nunca ha estado a la altura”.
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