Se ha paralizado la inmigración tradicional de la Península, pero el aumento de la población ha sido imparable y todos los que emigran a las Islas son extranjeros. Vienen a suplir la falta de mano obra barata que ya no quiere cubrir los peninsulares. «Llegan a las Islas con la percepción de que aquí estamos boyantes con grandes posibilidades laborales, aunque no se les informa de los problemas de vivienda». Los que llegaron a las Islas en los años 60 y 70 regresan a sus pueblos de origen y el piso que tienen en Baleares se lo ceden a sus hijos.
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