El imparable avance del yihadismo en el Sahel desde hace una década no solo ha provocado miles de muertos, tres millones de desplazados y una grave crisis humanitaria. También está erosionando a los gobiernos de la región y generando una enorme inestabilidad política y social: los golpes de Estado en Malí o la reciente caída del Gobierno de Burkina Faso son consecuencia de la crisis en materia de seguridad que se expresa también en manifestaciones espontáneas contra las autoridades.