Dicen que el tiempo y el conocimiento son la penitencia a mi pecado: depredar a los ajenos, depredar a los iguales, depredar a los depredadores... Eso tengo oído, sí.
Y el caso es que lo creo, pues aunque fue hace mucho tiempo, tanto que no recuerdo si quemaban más las llamas que tomé de Prometeo o la manzana aquella ardiente que Eva me endiñó bajo un árbol del prado (juraría que fue en un prado, pero pudo ser en otro sitio, acaso un cuadro, no sé…), lo que sí me quedó claro es que al enfrentarme a aquel carnero descubrí algo importante, algo que se quedaría encaramado a mi destino, eso mismo que llevo ahora en la chepa como un sapo dispuesto a dar el salto: la guerra.
La guerra sí, qué tiempos… Va, pues me parece que después de aquel carnero no tardé ya en enfrentarme allí al equino, y al bovino, al puerco, al lobo y al felino… Y en éstas, cuando hube eliminado a mis competidores inmediatos, cuando alcancé el puesto aquel más elevado de la hermosa creación y me coroné rey indiscutible de todo lo evidente, entonces y solo entonces me paré a pensar: «Pero, ¿y quién es ahora mi enemigo? ¿Quién? A ver… ¡que salga!» Y al no salir ninguno, perplejo y contrariado decreté enseguida la creación de urgencia de mí mismo, del mundo y de dios.
Y satisfecho ante mi obra ya me declaré enemigo eterno de todo lo creado. Sí, de todo, y fue un alivio.
Comentarios
Acabo de leer tu relato de ficción y te escribo, ante todo, para felicitarte. Son pocos los que se animan a escribir más que a enlazar, y es que escribir es ciertamente difícil, pero son menos los que, bien por carácter, talento o por ser sus inicios, no caen en el sentimentalismo, la ñoñería o la transposición rígida de ideas vertidas en pseudoliteratura. Lo celebro.
En segundo lugar, y ya en terreno de una crítica constructiva, he detectado errores de puntuación. Hasta los mejores escritores pasan por necesarios procesos de corrección, pero es una pena que la lectura pueda perder algo de brillo por algo remediable.
En tercer y último lugar, hay algo que chirría, y que es interesante reflexionar, porque tener claro, y más aún, jugar con los límites, condicionales y consecuencias del papel del narrador permite desplegar una vida nueva al texto. En el caso de tu relato, pienso en casi una contradicción "metanarrativa" (?). Me explico: tanto el título como ciertas expresiones y recursos del relato muestran un carácter lúdico, bromista ante el propio relato -creo que este eres tú, el autor,- pero no encaja o mejor no toma en serio al narrador. Algo así como el autor se inserta en el título para reírse del narrador. Por ejemplo, del texto se desprende un hombre tan viejo como el tiempo (es el Hombre, al fin y al cabo) y el tiempo le ha hecho sabio (como al diablo), y, por su vocabulario, algo culto y distinguido, ¿por qué pues la expresión "peazo"?. No digo que matemáticamente sea incorrecto sino que es disonante y como poco te hace preguntarte cosas donde no puedes conocer las intenciones. Un segundo ejemplo y acabo: Scorsese en "Casino" utiliza el recurso de voz en off desde el comienzo de la película -esto es típico- pero en el final de esta rompe con las convenciones que el público asume de este recurso para acentuar el dramatismo en el desenlace de la historia.
#1 Te agradezco el comentario, y me parece atinado.
Revisando ahora la puntuación también detecto al menos dos improcedencias, pero ya está publicado. Puedes atribuirlo a corrección apresurada de un texto antiguo que era bastante más largo. Respecto al título podría decirte que opté por la expresión de “peazo” para quitar hierro a “la guerra” y resultar más digerible a meneantes, pero lo cierto es que soy muy malo titulando.
Lo dicho, gracias y un saludo.