Hace 8 años | Por MenéameToday a youtube.com
Publicado hace 8 años por MenéameToday a youtube.com

Un grupo de meneantes se encontraba jugando a los columpios en plena celebración de una quedada en un parque infantil cuando repararon en una figura que se fundía entre las sombras sentada en un banco cercano. «Al principio pensamos que se trataba de un señor que querría repartirnos caramelos a cambio de darle un abrazo y algunas caricias, y en el fondo no estábamos muy equivocados».

Se trataba de Alberto Garzón, el candidato a la Presidencia del Gobierno por IU-Unidad Popular. Al parecer, se encontraba en plena crisis nostálgica de su momento álgido y el de su propio partido en Menéame, que transcurrió en los años que rodearon el movimiento ciudadano del 15-M. «Uno entraba en la portada de Menéame y todo era "Cayo Lara dice" y comentarios de usuarios que apostaban por votar a Izquierda Unida como estrategia principal de derrocamiento del bipartidismo. Incluso decían que esperaban que yo llegase con mis mismas convicciones a las próximas generales para votar a mi partido aunque yo no aún no había sido nombrado candidato. Todos esos momentos se han perdido como lágrimas en la lluvia» —balbuceaba Garzón con la mirada gacha a un desinteresado jorso que sólo se había acercado a él para votarle negativo, colocando en el banco un cartel de «irrelevante».

Según fuentes de toda solvencia del agregador de noticias cuyos colores corporativos promocionan la formación de Albert Rivera, las posibilidades de reconciliación con Garzón son inviables, si bien reconocen que mantienen un grato recuerdo tanto de él como de su formación: «Cuando lejos te encuentres de mí, cuando quieras que esté yo contigo, no tendrás un recuerdo de mí. Ni tendrás más amores conmigo. Te lo juro que no volveré... aunque me haga pedazos la vida. Si una vez con locura te amé, ya de mi alma estarás despedida. No volveré, te lo juro por Dios que me mira, te lo digo llorando de rabia: yo... no volveré».

Garzón abandonó finalmente el banco cuando la quedada ya había terminado, aprovechando para recoger una piruleta del suelo que algún meneante había desechado durante el transcurso de la misma. «No pararé, hasta ver que mi llanto ha formado, un arroyo de olvido abnegado, donde yo tu recuerdo ahogaré...» —sollozó dando una lamida a la maltrecha piruleta.