Hace 7 años | Por --51656-- a diariodecuba.com
Publicado hace 7 años por --51656-- a diariodecuba.com

En Cuba, en nombre del socialismo, de la revolución y los trabajadores, el fidelismo estatalizó la economía, todas las propiedades grandes, medianas y pequeñas, nacionales y extranjeras, en las que organizó la producción asalariada para el Estado y secuestró el poder político para una minoría.

La revolución triunfante de 1959, que nunca cumplió su ciclo democrático ni jamás se enrumbó al socialismo auténtico devino en un sistema totalitario y ademocrático, de capitalismo monopolista de Estado, tan improductivo que destruyó las bases económicas de la sociedad cubana, agravó los problemas de vivienda, alimentación y transporte y, especialmente violó sistemática y flagrantemente todos los derechos civiles, políticos y económicos del pueblo cubano, amparándose en la "defensa de la revolución".

Miles de opositores murieron o fueron fusilados o asesinados en la guerra civil que siguió a 1959, por todas esas arbitrariedades, y cientos de miles fueron encarcelados y condenados a largas condenas.

Hoy la oposición acude a métodos pacíficos y democráticos, pero es reprimida abiertamente. También se persigue la disidencia socialista y al pensamiento diferente. A todos se les impide expresarse libremente, reunirse, formar organizaciones legales, y se obstaculiza su participación en los procesos electorales manipulados por el Partido-Gobierno, en tanto los cubanos se van por miles del país como pueden, arriesgando sus vidas en mares y selvas, mientras los que tienen el poder pretenden eternizarse en el mismo y no son capaces siquiera de llamar a un diálogo constructivo de la nación.

Según sus propios enunciados, lo logros de la "revolución" fueron la educación y atención médica mínima para todos que, en verdad, buscaban garantizarle mano de obra preparada y saludable a la explotación estatal de la indefensa y desposeída fuerza de trabajo cubana. Quede claro que la salud pública como fenómeno general ambiental y preventivo siempre ha estado en dificultades, con sistemáticas epidemias que han demandado grandes esfuerzos coyunturales, en tanto desde la caída de la URSS y el llamado campo socialista las instalaciones hospitalarias de acceso popular han estado mal dotadas de equipos médicos y vituallas, existiendo, en cambio, hospitales con alto nivel de tecnología y condiciones para la jerarquía político-militar.

El "enfrentamiento antiimperialista a EEUU" en papel de víctima y el "internacionalismo proletario" que encubría el intento de exportar "la revolución", ejercidos en forma injerencista en otros países, y la "ayuda" en salud y educación a otros pueblos, la mayoría cobrada, fueron sus cartas internacionales de presentación en busca de respaldo y prestigio internacional, pero a un enorme costo para los trabajadores, profesionales y soldados cubanos.

Ahora, cuando la ola populista-nacionalista-estatalista latinoamericana estimulada con la llegada de Chávez al poder en Venezuela se refluye a consecuencia de sus errores y excesos, y cuando el modelo estatal evidencia su ineficiencia, ocurre la muerte de Fidel Castro, que deja huérfano del mito del caudillo al modelo burocrático concebido para su estilo y manera. En tales circunstancias, pretender un continuismo, sin cambios, puede resultar contraproducente para los militares que han heredado el poder político y económico centralizado, pero no la influencia ni el magnetismo del líder a nivel nacional e internacional para mantenerlo.

Por eso, las reformas que pretenden para perfeccionar el modelo de explotación asalariada estatal con la colaboración del gran capital extranjero, en lugar de ampliar el respaldo popular pueden liquidarlo definitivamente, si se quedan en la apertura de espacios limitados a la economía privada y cooperativa diseñadas únicamente para servir de apoyo al plan estatalista, manteniendo un alto nivel de explotación, apropiándose de los salarios de los técnicos y profesionales en el extranjeros o para extranjeros dentro del país, controlando la contratación, obligando a los asalariados a trabajar para el Estado con bajos ingresos para que no puedan independizarse ni puedan crear sus propias empresas.