Saturno 3, truño legendario

Saturno 3 se estrenó en 1980, al calor del éxito de las películas de aventuras espaciales, y con un frustrado deseo de triunfar apoyándose en la idea de que en esa época si aparecían unas navecitas en el espacio, una tía buena, algo de violencia, paneles llenos de lucecitas y robots, el éxito estaba asegurado. 

Ahí salen, bien mezclados, un Kirk Douglas ya vejete, la anonadante Farrah Fawcett y un joven Harvey Keitel. Excelentes actores que debieron de pasarlas canutas en el rodaje de una historia bastante chapucera y a la que quisieron poner algo de sal sacando a la pobre Farrah enseñando tetas o lo que fuera necesario, viniese o no a cuento. Y de paso (y esto sí que no venía a cuento) sacar en pelota picada al bueno de Kirk, que ya no estaba para estos trotes, aunque tuviese un desnudo bastante digno con los 64 años que gastaba en esa época.

ATENCIÓN: Si no has visto la película, no sigas leyendo, que hay destripe de la historia.

La historia transcurre en la aislada base sita en "Saturno 3", que si nos atenemos a la numeración de satélites clásicos, correspondería a Tetis. Nombre muy acorde con el tema Fawcett ¿Casualidad? No lo creo.

El hecho es que Kirk y Farrah están ahí solos, calentitos, tranquilos, en una confortable instalación en la que nadie les molesta, y en la que aprovechan no sólo para investigar cosas científicas, sino para refocilarse el uno con el otro a las primeras de cambio. Supongo que esto formaría parte de una fantasía de Stanley Donen (el director) o de John Barry (el guionista). La verdad, ¿a quién no le gustaría quedarse encerrado en una base remota, hogareña, con cálidas habitaciones y catres donde matar el aburrimiento a base de sexo y amor con Farrah Fawcett? (o con el Kirk Douglas de joven, allá cada uno con sus gustos).

En algún momento, y no se sabe por qué, Harvey Keitel, que es una especie de neofascista espacial sin sentimientos, mata a un tío, le suplanta, y viaja a la base de Saturno 3 a no sé sabe bien qué. Digo esto porque en la peli no explican qué propósito tiene Harvey para plantarse allí, nada más que como excusa para meter en la base a un robot muy chungo y grandote, y cual Lucifer visitando el paraíso terrenal, para introducir la violencia, los celos y otras malas pasiones en la pacífica e inocente base donde se dedican solamente a cultivar plantitas y a revolcarse en colchones de gomaespuma entre risas cómplices (¡ay!).

Lo cual, que Keitel (el actor, no el nazi) se presenta en la base, dice a la parejita feliz que ha venido a ayudarlos, se pone a construir un robot más feo que pegar a un padre con un calzoncillo sudao, y de paso le dice a Farrah que quiere "usar su cuerpo", así, tal cual. Directo a los sentimientos más delicados de la mujer. Farrah le dice que se vaya a cascarla (se podría decir que no sólo en sentido figurado) y que está con Kirk Douglas. La cosa se va liando y como Keitel (el actor, no el nazi) ve que siendo sutil no consigue sus objetivos, directamente decide largarse de allí raptando a Farrah y dejando a Kirk tirao en la base, compuesto, sin novia y ya entrando en la vejez. Malas perspectivas para Kirk Douglas, que se defiende pegándole un par de yoyas al jovenzuelo Harvey, para que aprenda que a una leyenda del cine no se le puede chulear, que por algo uno ha sido Espartaco o el Coronel Dax para que le venga un parguela en uniforme a quitarle la novia.

A todo esto, el robot construido por Harvey Keitel (el actor que hace de medio nazi) cumple las expectativas del espectador recreando una vez más la historia clásica del Gólem, el monstruo de Frankenstein, o los tertulianos de televisión: creaciones artificiales que debían servir para un propósito se descontrolan y acaban sembrando el caos y la destrucción. De niño vi esta película y el robot me dio miedito, con ese tamaño tan grande y una cabeza tan minúscula, como de mantis religiosa. Ahora veo que el guión deja mucho que desear, pues un cacharro tan torpe como el de la película se podría haber desactivado con una navajilla de quinqui, un par de patadas y un destornillador. Pero bueno, tampoco vamos a pedir efectos grandiosos a una peli de bajo presupuesto. Hablando de efectos, los de las navecitas espaciales son malos de morir. Hacía ya años que había salido al mundo Star Wars (La guerra de las galaxias para los de mi quinta) con su asombroso aspecto y se ve que estos señores no se habían dado cuenta.

Pero a lo que iba yo con todo esto. La peli, con todas sus cosas malas, tiene dos detalles que creo que han influido en dos películas de esas que sí quedan para el recuerdo. Y hay que atribuirle ese mérito, porque son conceptos que molan, y porque han dado un juego posteriormente con grandes alegrías u horrores para el espectador:

1- El personaje de Harvey Keitel tiene en la nuca un conector metálico, como un bujero, por el que se puede meter un pincho mu largo que da repelús y con el que puede conectarse al robot para transmitirle información. ¿Dónde he visto yo esto después?

2- El robot, que al principio es más mudo que Harpo Marx, acaba por aprender a hablar, y vaya cómo larga el amigo. Tanto es así que en pleno conflicto de peleas y peligro de muerte en la antes pacífica base, se acerca una patrulla espacial a preguntar cómo están las cosas, y el robot suplanta la voz de Kirk Douglas y Farrah Fawcett para decir que todo bien por aquí, que no se preocupen y tal. Un robot suplantando las voces de humanos para engañar a otros... esto también me suena. 

En fin, la cosa no digo cómo acaba por no terminar de destripar más aún la película. No digo que la veáis, lo mismo no merece la pena. Pero yo pasé un buen rato recordando cuando la vi por primera vez siendo un infante, y de paso, disfrutando de ver en acción a estos grandes actores que debían de tener una hipoteca bastante agobiante para vender su culo (literalmente) en esta inclasificable película-truño, que sin embargo, sirvió para dejar huellas en un camino que otros supieron recorrer con más éxito.