Lo sabemos y en ello insisten quienes han trabajado con Donald Trump: la única posibilidad de que te preste atención es adularlo, sólo por esa vía se puede llegar a los oídos del hoy presidente de los Estados Unidos, la aún primera primera potencia mundial, mayor financiador de los organismos multinacionales y, en el caso que nos ocupa, de la alianza militar occidental, la OTAN. Las buenas formas y la cortesía son la base de la diplomacia, pero Donald Trump espera, exige, más, hay que alimentar su ego, su narcisismo.