Sobre la obra: "Sapiens. De animales a dioses"

Acabo de terminar de leer el magnífico libro "Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad"www.amazon.es/Sapiens-animales-dioses-historia-humanidad/dp/8499926223, del profesor Yuval Noah Harari. El libro en sí es una obra de arte de principio a fin, pero me llamó especialmente la atención el final de la obra. En concreto, el epílogo dice así:

"Epílogo: El animal que se convirtió en un dios

Hace 70.000 años, Homo sapiens era todavía un animal insignificante que se ocupaba de sus propias cosas en un rincón de África. En los milenios siguientes se transformó en el amo de todo el planeta y en el terror del ecosistema. Hoy en día está a punto de convertirse en un dios, a punto de adquirir no solo la eterna juventud, sino las capacidades divinas de la creación y la destrucción.

Lamentablemente, el régimen de los sapiens sobre la Tierra ha producido hasta ahora pocas cosas de las que podamos sentirnos orgullosos. Hemos dominado nuestro entorno, aumentado la producción de alimentos, construido ciudades, establecido imperios y creado extensas redes comerciales. Pero ¿hemos reducido la cantidad de sufrimiento en el mundo? Una y otra vez, un gran aumento del poder humano no mejoró necesariamente el bienestar de los sapiens individuales y por lo general causó una inmensa desgracia a otros animales.

En las últimas décadas hemos hecho al menos algún progreso real en lo que a la condición humana se refiere, reduciendo el hambre, la peste y la guerra. Sin embargo, la situación de otros animales se está deteriorando más rápidamente que nunca, y la mejora en la suerte de la humanidad es demasiado reciente y frágil para poder estar seguro.

Además, a pesar de las cosas asombrosas que los humanos son capaces de hacer, seguimos sin estar seguros de nuestros objetivos y parecemos estar tan descontentos como siempre. Hemos avanzado desde las canoas a los galeones, a los buques de vapor y a las lanzaderas espaciales, pero nadie sabe adónde vamos. Somos más poderosos de lo que nunca fuimos, pero tenemos muy poca idea de qué hacer con todo ese poder. Peor todavía, los humanos parecen ser más irresponsables que nunca. Dioses hechos a sí mismos, con solo las leyes de la física para acompañarnos, no hemos de dar explicaciones a nadie. En consecuencia, causamos estragos a nuestros socios animales y al ecosistema que nos rodea, buscando poco más que nuestra propia comodidad y diversión, pero sin encontrar nunca satisfacción.

¿Hay algo más peligroso que unos dioses insatisfechos e irresponsables que no saben lo que quieren?"

Dioses que no saben lo que quieren.

No hay mejor forma de definir la existencia humana en general. Somos una especie animal con un enorme potencial para alterar el mundo pero que no sabemos realmente por qué o para qué hacemos lo que hacemos. Nuestra razón nos permite gobernar la dinámica del fenómeno hasta cotas inimaginables, pero esta misma razón es totalmente inútil a la hora de entender o determinar un fin esencial concreto para su propia existencia.

Y es que el raciocinio impulsa desde nuestro origen como especie exponencialmente nuestro poder y capacidad productiva gracias a la acumulación cultural del saber, pero no tenemos ni la más remota idea después de todos estos milenios de existencia humana sobre qué meta o fin objetivo nos movemos. Nuestra especie se afana con vehemencia en reproducir el ciclo de la vida, y lo hace con más eficiencia que cualquier otra especie animal, pero tenemos tan poco claro para qué hacemos lo que hacemos (nacer, crecer, reproducirnos-criar y morir) como un chimpancé, un ratón, un caracol o una simple bacteria. 

La raza humana es en este sentido el actual campeón mundial en esta ciega carrera evolutiva que nos lleva, sin darnos explicaciones, por la senda del constante aumento en la eficiencia productiva guiados por una insaciable insatisfacción vital. Y así, poderosos e ignorantes, vivimos todos en la senda del consumo y el apego, frutos de una necesidad psicológica heredada y fuente en última instancia de nuestro poder contemporáneo. 

Porque, ¿de dónde viene todo este poderío moderno? Pues del propio esfuerzo vivido por cientos de generaciones anteriores que se afanaron como nosotros por mejorar y aumentar la cantidad de bienes y servicios disponibles para cada individuo (para los suyos). Cada ciclo generacional sufre del mismo instintivo conjunto de ávidos deseos por naturaleza. Y cada ciclo mejora y aumenta de media los modos en que satisfacer más de estos deseos, y en mayor cantidad y calidad...pero nunca es suficiente. Cada generación tiene tanto o más que la anterior, pero todas quieren mantener y aumentar este estatus puesto que nunca terminamos saciados. Y nunca nos saciamos porque la fuente de nuestros deseos y necesidades instintivas no tiene fin o meta que cruzar, es decir; que en realidad bebemos todos de una fuente inagotable de necesidad sin fin. De hecho, ese ideal estado de completa satisfacción (¿felicidad?) no es otra cosa más que la zanahoria que la naturaleza pone ante nuestras narices para que empujemos cada día de nuestras vidas con todas nuestras fuerzas hasta caer rendidos en nuestra tumba.

Pasarán los milenios y seguiremos luchando sin saber para qué con la misma intensidad que nuestros primeros ancestros. Y quizás incluso colonicemos otros planetas e igualmente seguiremos siendo "dioses" completamente ignorantes (e indiferentes) de nuestro irracional (ciego) destino. Un destino basado simplemente (objetivamente) en el continuo consumo de energía libre por y para mantener nuestra compleja estructura individual y social: un mandamiento físico espontáneo que en nada puede servir a fines relevantes (humanamente hablando). Nuestro origen se basa pues en este gradual aumento de capacidad de consumo aparecido en el Universo para mantener estructuras materiales complejas a costa de consumir una cantidad de energía libre muy superior al orden requerido por tal complejidad (maximizando el aumento entrópico global). 

Y es que la evolución biológica es meramente un reflejo de esta evolución en la complejidad física mucho más general, que viene ocurriendo desde que el mundo es mundo, y que sirve a fundamentos puramente físicos (termodinámicos). Toda evolución natural comparte un denominador común, siendo siempre parte de un proceso físico que requiere finalmente acabar de la manera más acelerada posible con toda la energía libre disponible. Y es el hecho de que la física del mundo "gratifique" y "ayude" de este modo con la permanencia a aquellos fenómenos que con mayor eficiencia cumplan este "mandamiento" termodinámico, lo que ha permitido a nuestra especie alcanzar su estado dominante actual en el planeta: nuestro reinado en la Tierra en el fondo se basa meramente en el hecho de que nuestras especiales capacidades intelectuales nos hacen capaces de transmitir de una generación a la siguiente la información necesaria sobre cómo conseguir mantener (y aumentar) el consumo energético medio por persona (algo que viene ocurriendo como poco desde el dominio del fuego por parte de alguna especie homínida).

Por lo tanto sí que somos "dioses" con un poder enorme (poder que es de esperar que en las próximas décadas continúe creciendo exponencialmente), pero no sabemos qué se supone que debemos hacer con tal poder a parte de continuar obedeciendo nuestros instintos evolutivos de siempre: producir y consumir todos los recursos y bienes posibles para nosotros y los nuestros, a la par que continuar con el ciclo vital a todo tren (en el caso ideal incluso colonizando otros mundos). Acaso no sea siquiera físicamente posible hacer otra cosa con nuestra existencia.

Además, y entrando ya en terrenos trascendentales, si "Alguien" o "Algo" más allá de lo que alcanza nuestra vista (fenoménica) se beneficia o no de algún modo de nuestra lucha diaria como eficiente especie térmica es algo que posiblemente nunca llegaremos a saber; lo cual es algo que al menos a mí personalmente me resulta bastante triste y desagradable. Somos seres atados a una vehemente tarea termodinámica que ni saben ni probablemente sabrán nunca por qué o para qué deben hacer lo que (como esclavos naturales) deben hacer mientras dure su existencia en la realidad.

Mencionar finalmente al respecto de nuestro estado de perpetua esclavitud (termodinámica) un pequeño texto del siempre magnífico Emil Cioran donde dice en su "Breviario de podredumbre" que: 

"La teología, la moral, la historia y la experiencia de cada día nos enseñan que para alcanzar el equilibrio no hay una infinidad de secretos; no hay más que uno: someterse. «Aceptad un yugo, nos repiten, y seréis felices; sed algo y os libraréis de vuestras penas.» En efecto, en este mundo todo es oficio: profesionales del tiempo, funcionarios de la respiración, dignatarios de la esperanza, un puesto nos espera desde antes de nacer: nuestras carreras se fraguan en las entrañas de nuestras madres. Miembros de un universo oficial, debemos ocupar una plaza en él por el mecanismo de un destino rígido, que no se relaja más que a favor de los locos; éstos, al menos, no se ven constreñidos a tener una creencia, a afiliarse a una institución, a sostener una idea, a pretender una empresa. Desde que la sociedad se constituyó, los que pretendieron sustraerse a ella fueron perseguidos o escarnecidos. Se os perdona todo, con tal de que tengáis un oficio, un subtítulo bajo vuestro nombre, un sello sobre vuestra nada. Nadie tiene la audacia de gritar: «¡No quiero hacer nada!»; se es más indulgente con un asesino que con un espíritu liberado de los actos. Multiplicando las posibilidades de someterse, abdicando de su libertad, matando en sí mismo el vagabundo, así es como el hombre ha refinado su esclavitud y se ha enfeudado a los fantasmas. Incluso sus desprecios y rebeliones, no los ha cultivado más que para ser dominado por ellos, siervo que es de sus actitudes, de sus gestos y de sus humores. Salido de las cavernas, guarda de ellas la superstición; era su prisionero, se ha convertido en su arquitecto. Perpetúa su condición primitiva con mayor invención y sutileza; pero en el fondo, aumentando o disminuyendo su caricatura, se plagia desvergonzadamente. Charlatán movido por hilos, sus contorsiones, sus muecas, aún engañan..." 

No es posible (ni admisible) el no hacer nada (ni siquiera el no querer hacer nada), puesto que la esencia de nuestro ser se basa precisamente en el acto: en el movimiento. Nuestro destino está marcado por la necesidad dinámica; por el deseo de dejarse someter en la vorágine del consumismo y la destrucción acelerada de los gradientes energéticos. Somos, en resumen, esclavos de un mundo natural que ordena que el flujo entrópico aumente so pena de extinción.