Sobre la vida

Uno de los libros más interesantes que he leído últimamente ha sido "Evolución Cósmica: El aumento de la complejidad en la naturaleza", de Eric Chaisson. Este tipo de obras, junto con estudios muy recientes como el realizado por el físico Jeremy England (entre muchos otros), llevan a pensar sobre la vida del modo siguiente:

1) Lo que conocemos como vida es un fenómeno tan natural como otro cualquiera. No tiene nada de especial y se ve que es un estado organizado de la materia que surge espontáneamente en cuanto se dan las circunstancias físico-químicas adecuadas.

2) Lo vivo y lo inerte no se diferencian así en esencia en nada, siendo su aparente desigualdad fenoménica fruto de un proceso natural que tiende siempre a llevar la complejidad estructural de la materia al nivel de eficiencia que dadas las circunstancias maximicen el consumo de lo que se llama en física energía libre. Es decir, que todo sistema fuera del equilibrio térmico tiende de manera natural a evolucionar hacia estados donde el aumento de entropía es máximo.

3) Dadas las circunstancias químicas adecuadas llega un momento en que la organización material que más y mejor consume estas divergencias de potencial preexistentes consiste en replicar en el tiempo ciclos periódicos de muy diversa índole.

4) Existen ciclos "inertes" como los huracanes, los ríos, las corrientes marinas, la climatología en general, etc.; y luego existen ciclos más complejos que conforman la vida (la biosfera). Este ciclo vital (del que formamos parte) no es más que la repetición continua de complejos procesos materiales que tienen la facultad de ser muy eficientes pero también capaces de almacenar la información necesaria para replicar con mucha fidelidad su propia estructura.

Conclusión) El mundo físico "busca" consumir y degradar siempre al mayor ritmo posible la energía de calidad disponible en su propio ser (mostrando pese a quien le pese una innegable teleología -que no teología- innata). Esta tendencia dirige de manera autónoma y espontánea al Universo tan rápido como sea posible a un estado en que contenga la mínima cantidad de gradientes (o diferencias) de potencial posible. Este hecho se repite en todo el fenómeno y a todos los niveles de abstracción.

En nuestro caso particular, el Sol constituye una fuente continua de energía (fotones muy energéticos) que hacen de nuestro planeta un entorno abierto y lejos del equilibrio térmico; siendo este hecho, junto con la química tan especial que contiene la Tierra, lo que llevó a que casi desde su formación (hace más de 4 mil millones de años) se formasen estructuras muy complejas capaces de repetir un ciclo (construcción-destrucción estructural) que no sólo era muy eficiente, sino que poseía la capacidad de mantener fielmente en cada iteración su propia eficiencia (y por supuesto mejorarla mediante pequeñas variaciones aleatorias: lo que llevó a la evolución biológica). Por lo tanto, y visto lo visto, podemos concluir que lo que entendemos como vivo e inerte son fenómenos que no se diferencian en esencia en nada sustancial salvo en esta fidelidad replicativa y en el grado de eficiencia devorando energía alcanzado (cualquier otra diferencia es arbitraria y subjetiva). Es en realidad mucho menos de lo que pensamos lo que distingue físicamente pongamos al fenómeno del tornado y la persona. Mejor dicho: en realidad la única diferencia tangible (empírico-material) es simplemente nuestra mayor capacidad media por unidad de masa y tiempo para consumir energía libre dadas las circunstancias...y nada más.