Menéame, ese peculiar ecosistema digital donde la democracia del voto negativo es la piedra angular de la criba ideológica. No importa qué digas, lo relevante es quién lo dice y si merece el linchamiento colectivo de la comunidad. Una meritocracia de la indignación donde los buenos y los malos están predefinidos, y cualquier intento de salirse del guion supone la muerte digital. La clave para alcanzar la portada no es la información, ni el análisis, sino el fervor con el que se odie a los elegidos.
Porque Menéame no odia al azar. No es un odio desorganizado ni caótico, sino metódico, quirúrgico, casi ceremonial. Florentino Pérez, Roig, Musk, Nadal... Da igual lo que hagan. Que Mercadona sea uno de los supermercados más eficientes de Europa y que millones de usuarios de Menéame llenen sus carros con productos "fachas" no es relevante. La realidad es un estorbo ante la necesidad de un enemigo simbólico. Lo mismo ocurre con Nadal, el mejor deportista español de la historia, sometido a la quema mediática por atreverse a opinar. Pero si Guardiola o Xavi defienden las virtudes de Qatar o Arabia Saudí, el silencio es cómplice.El doble rasero no es una anomalía; es una virtud en este ritual de odio.
Si Nadal acepta un contrato publicitario con Arabia Saudí, es un vendido. Si el ex baracelonista Xavi Hernández comenta que Arabia Saudí es una democracia consolidada por encima de la de ESPAÑA, es una observación que se pierde en la nada. Si Florentino, presidente de la exitosa ACS ficha a alguien vinculado con la izquierda (como la hermana de la ex directora del periódico Publico), es una "facha infiltrada", cuando trabajó durante años para ese mismo gobierno nacional que todos mantienen sin critica conocida, mientras la corrupcion aumenta como hifas del corro de brujas. Si Laporta (no conocido por ningún otro trabajo que ser presidente del Barca, y llevar al equipo a la ruina) inscribe jugadores bajo reglamentos que parecen escritos ex profeso al BARCA es simplemente "ingeniería financiera" y buena economía (pese a los datos). Solo fueron 4 presidentes pagando al vicepresiendente de los arbitros, durante al menos 17 años, en un total de 8 millones de euros. Y luego está Elon Musk. Se puede odiar a Musk sin explicaciones, sin matices. Se le odia porque está permitido, porque no encaja en el molde de millonario "aceptable". Que tenga Asperger, que haya revolucionado industrias enteras, que tenga una inteligencia fuera de lo común es irrelevante. La separación entre persona y personaje ya no existe. Se odia por deporte, porque la masa lo exige, porque el scroll infinito necesita combustible. El odio al español orgulloso de serlo, o al menos neutro en su opinion
La ironía final de Menéame es que presume de ser un espacio de pensamiento crítico mientras entierra cualquier atisbo de disidencia con una avalancha de negativos. No se debate, se censura. No se argumenta, se sepulta. El odio en Menéame no es un defecto, es la esencia misma de su existencia. Una comunidad que dice combatir lo que practica, y que se enorgullece de cancelar y cercenar tus palabras mientras te critica como facha y fascista.
Y así, entre votos negativos y portadas predestinadas, el pequeño país de los odiadores sigue en su bucle infinito de indignación reciclada.