"Yo luché por convicción en la guerra civil y lo hice aún más convencido en la Segunda Guerra Mundial....joder, si hasta estuve en Normadía..., pero jamás podré perdonar al gobierno español el olvido permanente de personas que lucharon por la libertad, que se jugaron la vida por acabar con el fascismo. Muchos de los que murieron a mi lado eran republicanos socialistas, personas que hoy se avergonzarían de un partido que se sigue llamando republicano y presta obediencia a un Rey del que algún día se sabrá de qué madera esta hecha y sigue creyendo que Felipe es un ejemplo, cuando no fue más que un vendido a los americanos.
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La izquierda española se avergüenza de lo que es y en ese ejercicio de "avergonzamiento" tiene mucho que ver el haberse rendido a una batalla cultural que hoy en Francia sigue librándose tímidamente. La de estar orgulloso de unos orígenes ideológicos, la de plantear líneas rojas que delimitan el mundo que queremos, la de estar siempre del lado de los que más sufren, la de entender que el objetivo esencial del vivir es la felicidad, no consumir. Si olvidamos esa lucha, estamos perdidos porque no hay nadie más esclavo que el que se cree libre porque no es capaz de ver sus cadenas. La vida no puede ser solo esperar al viernes.
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Nosotros nos jugamos la vida por la libertad de un continente que estuvo a punto de caer en las manos del fascismo y ¿qué tenemos hoy? Una Unión Europea en manos de otro tipo de fascismo, más sutil y por eso mucho más peligroso: el liberalismo.
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La libertad no es ir a votar cada 4 años. La libertad es poder elegir a partidos que se partan el pecho por el bien y la felicidad común, es educar a personas que, por encima de ser de derechas o de izquierdas, entiendan el patriotismo como una forma de solidaridad, con el prójimo, no como una forma de exclusión u orgullo y me va usted a perdonar, pero nada de eso hay en España".
Rafael Gómez, último superviviente de La Nueve (2007).