Porque oye, nos encanta por aquí señalar a la Policía y a cómo se defienden entre ellos, en su repugnante corporativismo. Y a la presunción de veracidad de su palabra en los juicios. Y a tantas y tantas aplicaciones del Juan Palomo, que yo me lo guiso y yo me lo como, peor la factura la pagas tú en nombre de la voluntad colectiva. Pero ahora, poco a poco, vamos descubriendo que no nos atienden en los centro de atención primaria, ni en los ambulatorios, y desconfiamos que el traumatólogo y el oculista no esté tratando casos COVID. Y si conocenos a alguien, porque en los sitios pequeños conocemos siempre a alguien, descubrimos que, como todos los años, Fulano está de baja, y Mengana está enferma. Como siempre que a los niños les dan las vacaciones. Desde hace diez años.
Nos dicen que se destruye la sanidad pública porque no se invierte, y a lo mejor es verdad, pero el caso es que el fenómeno de la destrucción de la sanidad no es muy distinto en el Madrid pepero y ayusista que en el muy progresista Aragón o la muy izquierdista Asturias. Diferencias las hay, pero el problema es el mismo: No te atienden porque hay montones de médicos de baja. De enfermeros de baja. De celadores de baja. Bajas , supongo, casi todas, justificadas en su trabajo., no digo que no...
Pero es que me fío de sus bajas como de la palabra de la Policía, joder. Y cuando no te atienden, o te atienden mal, o no te cogen el teléfono, y por otro motivo tienes acceso al centro de salud y sabes quienes están allí, lo que hacen, y el modo en el que gestionan los recursos, pues te sucede eso: que te acuerdas de la palabra de la Policía ante el juzgado y de quien les firma las bajas al sector sanitario.
Esas bajas tan largas. Esas bajas tan cómodas. Esas bajas tan oportunas... Esas bajas que significan que pagamos, pero no nos atienden.