Mientras que la palabra “puto” apenas goza de relevancia para hacer alusión a la censura de la sexualidad de los varones, su homólogo “puta” es uno de los insultos más utilizados contra la mujer ante idénticos comportamientos. ¿A qué se debe esta diferencia?
¿QUÉ QUEREMOS DECIR CON ESA PALABRA?
La palabra puede ser usada en dos sentidos, a saber: dándole un uso peyorativo o uno positivo.
Uso peyorativo
Es probablemente el más conocido. Con él se pretende dar a entender que la mujer está ejecutando algún tipo de acción en un contexto en el que es socialmente inaceptable. En otras palabras, se utiliza el insulto a modo de censura o advertencia de que se está llevando a cabo un comportamiento tabú, es decir, prohibido en ese cultura, contexto o situación.
Uso positivo
Paradójicamente, la misma palabra, con el mismo significado, producida por el mismo acto —un comportamiento “impúdico”— que hace que sea percibido como un disvalor, puede llegar a convertirse en una virtud en un contexto diferente; a saber: en la intimidad de la cama, un hombre que sienta que su compañera tiene un comportamiento lujurioso, provocativo, sucio o pornográfico hacia él, puede ser percibido como algo adecuado al contexto en el que se da. En este sentido, que él (o ella), en pleno frenesí sexual, utilice esa palabra para describir el comportamiento de la mujer, estaría connotado positivamente, utilizándose como sinónimo de “cochina” en un contexto en el que ser esa cosa es deseado. En este sentido, en castellano, tenemos cuatro expresiones menos vulgares que son utilizadas para referirse al buen desempeño de una mujer en el sexo: “ser una pantera/loba/tigresa/leona en la cama”.
Otra situación en la que se puede escuchar la misma palabra, connotada positivamente, es entre las mismas mujeres. Quizás a alguien alguna vez le haya podido sorprender oír a alguna chica joven, que está escuchando las andanzas sexuales de otra, decirle con una sonrisa: “tía eres muy puta”. Ese uso se asemejaría a la utilización de la palabra “cabrón” o “cabrona”. Dicho con una sonrisa —“¡qué cabrón!”— suena muy diferente a dicho con un gesto serio —“¡qué cabrón!” (qué mala persona)—.
¿POR QUÉ SE CENSURA EN LA MUJER Y NO EN EL HOMBRE?
Como hemos visto, la misma palabra que describe un mismo comportamiento, según el contexto (social o íntimo), puede ser utilizada como algo que hace alusión a un disvalor o a un valor. Cuando se vive como este, se está tratando de mandar el mensaje de que el comportamiento es agradable, deseado; en cambio, cuando se vive como aquel, se está dando a entender que produce desagrado, molestia. La pregunta es: ¿qué tipo de comportamientos y por qué razones producen molestia?
Comportamientos:
1. Una mujer que viste provocativa, que lleva escote, minifalda…, en un contexto en el que ese vestuario se percibe como improcedente.
2. Una mujer que coquetea con un hombre comprometido.
3. Una mujer que capta la atención del público masculino.
4. Una mujer que tiene sexo con un desconocido o con muchos hombres.
5. Una mujer que rechaza a un hombre.
Razones:
(Nota: las siguientes razones pueden ser idénticas en ellos cuando es otro hombre el que despierta en la mujer sus instintos más básicos)
Los comportamientos 1, 2 y 3 pueden ser percibidos, especialmente entre las mujeres, como una amenaza a su estabilidad de pareja. Una mujer que viste provocativa, coquetea con un hombre comprometido o capta la atención de un público masculino, puede despertar las pulsiones más primarias de ellos, y eso puede ser vivido como un peligro para la estabilidad de un noviazgo o un matrimonio. En otra palabras, es una tentación que alejaría al hombre del compromiso que tiene para con otra mujer. En este caso, la mujer habría invertido mucho en ese hombre como para ver comprometida su inversión.
Por otro lado, los mismos comportamientos también pueden ser percibidos como una amenaza a su propio ego; es decir, no es necesario que la mujer esté comprometida, sino tan solo que sienta envidia, celos, de una chica que está captando la atención, el deseo, de muchos hombres. Esto desencadenaría que su ego se vea herido, ya que no es ella la receptora de la admiración y el deseo masculino…, sino otra mujer.
Sin embargo, también los hombres pueden utilizar la palabra para censurar el comportamiento de ciertas mujeres. Las razones serían exactamente las mismas: el hombre percibe que esa mujer es una tentación y supone una amenaza al compromiso que tiene con una pareja, o bien, en el comportamiento 5 (rechazo de una mujer), el ego del hombre se ve herido, y este utiliza el insulto para intentar dañar emocionalmente a la que lo rechazó.
En lo referente al comportamiento 4 (sexo con desconocidos o con muchos hombres) podemos entender que hoy en día sea de los comportamientos menos repudiados, puesto que no tiene por qué “atentar” contra la integridad de una pareja o, como sí ocurría en otras épocas, producirse un embarazo no deseado. Cuando no existían los métodos anticonceptivos, una mujer podía jugar a la ruleta del embarazo en un encuentro sexual furtivo. Lógicamente, un comportamiento como ese era visto como insensato y peligroso para ella y la familia, y por tanto, recogido en el código moral de la época como “impúdico e indecente”. La explicación moral (el código que hemos ido traspasando generación tras generación) es la que se denomina como “causa proximal”, es decir, aquella que desde la perspectiva actual no logramos comprender, porque no alcanzamos a ver el contexto en el que esa norma tenía sentido, lo cual es la causa distal [la posibilidad de una embarazo o de algún tipo de peligro (agresión física, violación…) para una mujer]. Esto también puede dar lugar a una censura de tipo irreflexivo, es decir, el código moral queda interiorizado por la persona y no es necesario que se active algunas de las amenazas anteriormente citadas, sino que tan solo “eso no se debe hacer”. ¿Por qué razón? No te lo podrán decir, simplemente eso no se hace.
Todas estas razones quedan recogidas en la expresión “puta”. La palabra actuaría de castigo social hacia aquellas mujeres que no estén teniendo en cuenta el mal que pueden hacerse a ellas mismas y a las demás personas.
¿PERO POR QUÉ LA PALABRA “PUTA” Y NO OTRA?
Probablemente la razón ya haya sido mencionada. Las prostitutas son esas mujeres que 1) visten provocativas, 2) pueden coquetear con hombres comprometidos, 3) captan la atención del público masculino, 4) tiene sexo con muchos hombres desconocidos.
¿ES MACHISTA SU USO?
Como hemos podido comprobar el uso de la palabra no tiene por qué estar relacionado con una prevalencia del varón con respecto a la mujer (2º definición de la Real Academia), sino que proviene de una percepción de algún tipo de amenaza. Por ejemplo, en el uso que se le da a la palabra cuando se siente que una relación de pareja o un ego se ven amenazados, un hombre, ante esta misma percepción con otro varón, puede recurrir a otro tipo de insultos: “flipado”, “gilipollas”, etc. ¿Por qué no se recurre a la palabra “puto”? Probablemente, porque los “prostitutos” han sido históricamente minoritarios, mientras que las prostitutas representaban una clara amenaza para muchos hombres y mujeres. Aquellas siempre fueron las despreciadas de la sociedad, por tanto, ser una de ellas era ser algo indigno. Por eso, llamar a otra mujer “puta”, significa acusarla de tener un comportamiento como el de aquellas mujeres deshonrosas, que eran percibidas por el resto de la sociedad como un problema debido a que su comportamiento era percibido como una amenaza.
Sin embargo, sí que podría darse un contexto en el que el insulto fuese proferido por motivos machistas (es decir, de prevalencia del hombre sobre la mujer), por ejemplo en una familia donde al hijo varón sí se le permitiese tener relaciones sexuales y a la hija no, o donde el comportamiento sexual del hijo no fuese censurado, pero el de la hija sí. Es decir, si decimos que siempre la censura hacia la sexualidad de la mujer fue machista, entonces deberemos establecer dos categorías de machismo: uno sensato (p. ej., precaución, en un contexto de ausencia de métodos anticonceptivos, ante un embarazo no deseado) y uno insensato (p. ej., precaución, en un contexto de métodos anticonceptivos, ante un embarazado no deseado). En esta última categoría lo que estaría ocurriendo es que la familia estaría replicando una norma moral en un contexto donde carece de lógica; sin embargo, en la primera categoría, la familia estaría replicando una norma moral en un contexto donde todavía tiene una lógica, pues está al servicio del bienestar de la mujer (y no en su contra). Por este motivo, resulta tan difícil hablar de machismos a lo largo de la historia sin conocer los contextos en los que se daban esas supuestas normas.
CONCLUSIÓN
Detrás del insulto “puta” se esconde un gran miedo, y por ello, la persona y la sociedad, se protegen de aquello que temen utilizando un castigo verbal severo. Curiosamente, en el ámbito de la intimidad de la pareja, la palabra puede tornarse en virtuosa y aludir positivamente a través de un vulgarismo, a un gran desempeño sexual de la mujer en un ámbito en el que sí que está moralmente permitido mostrarse de ese modo. Por otra parte, como pudimos observar, y sin entrar en valoraciones, la palabra tiene una clara funcionalidad: debilitar un tipo de comportamiento considerado negativo. En ocasiones esto puede ser ejercido con una cierta coherencia (evitar embarazos no deseados o peligros físicos) y en otras con una cierta incoherencia (seguir la norma porque es la norma aunque el contexto haya cambiado).