Igual ya no hay final de año

Conduciendo por la autovía sobrevino una conclusión: igual para final de año ya no estoy vivo.

Así, de sopetón, tortazo deductivo. Y, bueno, igual es verdad.

No dejo que el tema de la pandemia me afecte. Sigo haciendo vida normal sin miedo. Con el confinamiento seguí yendo a trabajar y la única diferencia fue que pasaba el fin de semana encerrado. Con la nueva normalidad he seguido haciendo vida sin cambios drásticos salvo por las medidas de seguridad con la mascarilla y el gel en todas partes. Miedo cero, la verdad.

Pero me vino esa conclusión. Y me quedé pensando.

A partir de ello me percaté que estoy escuchando a menudo una lista de reproducción con mis canciones favoritas. Que en las app de mensajería he recuperado el contacto con grupos y personas con las que hace tiempo que no chateaba. O sea, me quité el WhatsApp por puro hastío y he regresado (igual es un signo de haberme vuelto loco por el encierro, oye). Que de apenas viajar, ahora cada finde voy a un pueblo o ciudad cercano, el que sea, por variar y descubrir. Estoy recordando movidas y sucesos que me pasaron hace tiempo. Analizo cómo ciertas costumbres sociales en realidad son una pérdida de tiempo.

No sé, todo esto sin darme cuenta, y es por eso que escribo este artículo, tiempo después de la conclusión de la autovía. Lo único que tengo claro es la incertidumbre.

Sin preocupación, asumo que, mínimo, habrá otro confinamiento. Siendo fatalista, que mínimo el virus va a matar a alguien cercano o a mí. Pero ya no sé si la culpa es mía por exagerar antes de tiempo, o porque me informan con morbo o sin el que las segundas olas son peores.

Por eso, sabiendo que igual a final de año ya no estoy, me estoy tomando la vida de otro modo. No voy a ser insensato y dejar el trabajo, para después viajar sin rumbo y fundirme los ahorros. (Aunque de saber al 100% que voy a morir, obviamente lo haría.).

Pero no, me estoy tomando la vida de otra manera, con otra perspectiva y ritmo. Analizo de otro modo a las personas y ya no le doy tanta importancia a lo que digan o les digo. Vivo, sin más, y es la forma más sana que he encontrado por si acaso es verdad que el virus va a causar estragos. Que me equivoco, pues me llevo y recordaré esta época de locos donde me esforcé por cambiar. Que acierto, pues una suerte final el querer dentro de mis límites disfrutar los últimos días.

Es todo tan incierto, que cualquier opción es válida hasta que se demuestre lo contrario. Igual la canción que suena ahora sea la última, que mi último bocado sea un bollo o que el último libro sea regular pero tan digno de ser el último como cualquiera.

Y que tengamos que vivir estos tiempos para darme cuenta de tal obviedad…