Me arriesgo. Quedo a la espera de que los de siempre me tachen de racista, pero como voy a contar una historia verídica, con las palabras exactas en cursiva, como cita textual de lo oído, creo que quedo fuera de cualquier pretensión de opinar o dar mi impresión de los hechos. Eso vendrá luego.
Estaba ayer en una terraza en León. Había como treinta personas, en las mesas. Paran un coche al lado de la terraza. Bajan la ventanilla. Pone la música a TODA hostia y se baja un tío. Deja el coche con la música a toda leche y se va a una tienda. Alguien le llama la atención al tío y este se vuelve y le dice:
-Los gitanos hacemos lo que nos sale de laso cojones. ¿Tienes algún problema con la música?
-Pues que estás molestando- le contesta algún chaval.
-Si tienes algún problema levántate y sal aquí. Y sino, come mierda y jódete.
¿Se levantó alguien? No. ¿Me levanté yo? Tampoco. ¿En aquella terraza hay unos pocos partidarios menos del multiculturalismo y la tolerancia interétnica? Seguro.
No me cabe duda de que es un hecho aislado. Aislado, como hecho. Pero no como actitud. Y ahí está la raíz del problema, de este y de otros mucho que empiezan a enrarecer el aire que respiramos.
Los que hacen lo que les sale de los cojones empiezan a creer que es posible, y ese es el agujero en la pared por el que entrará el ratón de males mucho peores.
Y estamos avisados.