Corría el año 1984, Ronald Reagan ocupaba la Casa Blanca, Daniel LaRusso aprendía kárate con el señor Miyagi en Kárate Kid, Bill Murray se las tenía que ver con unos misteriosos seres en Los cazafantasmas, los San Francisco 49ers derrotaban a los Miami Dolphins en la Super Bowl, Queen se volvía a ganar al público con el sencillo I want to Break Free, y un desconocido director llamado James Cameron rodaba una película que pasaría a formar parte de una de las sagas más rentables y queridas de la historia del cine de acción y ciencia ficción: The Terminator.
Con un presupuesto muy pobre (6,4 millones de dólares), pero con una gran ambición y un gran talento detrás de las cámaras, Cameron consiguió mantenernos pegados a la pantalla durante una hora y cuarenta y cinco minutos durante los cuales sentimos terror, emoción y suspense. Por otro parte, la película supuso la catapulta al estrellato del fisicoculturista apodado el Roble de Austria, Arnold Schwarzenegger, el cual interpretó al terrorífico ciborg asesino T-800, que fue animado por el conocido supervisor de efectos especiales Stan Wiston. En el reparto también figuraban una desconocida Linda Hamilton, que pasaría a interpretar una de las más queridas heroínas de Hollywood, Sarah Connor, y un desconocido Michael Biehn, que daría vida al soldado Kyle Reese. Destacable es también la conocida percusión de sonido metálico con la que Brad Fiedel, creador de la banda sonora, inicia la película recreando sonoramente la metálica máquina asesina que está por venir.
La historia de la película es muy sencilla pero muy creativa: en el futuro hay una guerra entre los seres humanos y las máquinas. Estas están gobernadas por una inteligencia artificial llamada Skynet, que ha conseguido exterminar a la mayor parte de la población mundial; sin embargo, una resistencia liderada por un hombre llamado John Connor, consigue hacer frente al ejército de Terminators y poner a Skynet contra las cuerdas. Viendo que la guerra estaba perdida, la inteligencia artificial decide sacar el último as que le queda en la manga: mandar a un T-800 modelo Cyberdyne 101 a través del tiempo para matar a la madre de John Connor para que este nunca nazca. Al enterarse del plan, la resistencia logra mandar a un humano llamado Kyle Reese con la misión de proteger a la madre del T-800. La misión no será nada sencilla, pues el exterminador es una compleja máquina de metal difícilmente destruible con las armas que existen en el presente. A pesar de ello, nuestro héroe estará dispuesto a dar su vida por la madre del hombre que le liberó de los campos de concentración cuando era pequeño. Aunque Sarah Connor no lo sabe, vive enamorado de ella desde que John le dio una fotografía suya. No será hasta años después que Reese volverá a ver a su amada Sarah en una discoteca, ya sí en carne y hueso, huyendo del acecho de un T-800 que estará a punto de ver cumplida con éxito su misión. A pesar de las limitaciones, Reese conseguirá hacerse con una arma y prorrogar la vida de Sarah haciendo frente al Terminator y huyendo junto con ella a la voz de la inmortal frase “ven conmigo si quieres vivir”. Desgraciadamente, el T-800 es una máquina prácticamente indestructible y continuará persiguiendo a la pareja hasta ver completada su misión.
De momento, la Sarah que se nos presenta no es la esa heroína ruda y fuerte que forma parte ya del imaginario colectivo, sino que todavía es esa chica dulce y asustadiza que necesita la protección del héroe de la película. Una de las observaciones que se pueden realizar sobre este film es que, la mayor estrella que figura en él, Arnold Schwarzenegger, no es realmente el protagonista principal de la obra, sino que son Linda Hamilton y Michael Biehn, en los cuales se centrará Cameron para desarrollar la historia de terror y suspense, y a su vez, la historia de amor que tienen a partir del momento en el que él le confiesa a Sarah que “viajó en el tiempo por ella”. En ese misma escena podemos comprobar la profundidad del personaje que interpreta Michael Biehn, y es que el soldado Reese es un hombre traumatizado por el mundo apocalíptico que le tocó vivir, un mundo en el que todo son ruinas, un mundo en el que no existe el descanso, un mundo lleno de dolor y sufrimiento y esperanzas rotas que tan solo pudieron ser recompuestas por su mentor John Connor. El sufrimiento de Reese queda ejemplificado en cada una de las cicatrices que porta en la espalda y que Sarah acaricia con cariño mientras escucha su historia. La confesión del amor que Reese siente por Sarah es la última de las piezas que faltaban para que esta se entregue a él y culminen su amor a través de una tórrida escena que dará lugar a una de las grandes paradojas de la saga: en ese primer (y único) encuentro, Sarah se queda embarazada de Kyle; es decir, este es el padre de John, la persona que le ha mandado en el tiempo; sin embargo, el soldado nunca lo llegará a saber, pues, como buen héroe, entregará la vida por intentar salvar a su amada (y a la humanidad), colocando un explosivo en el cuerpo del T-800 cuya onda expansiva le herirá mortalmente.
A pesar de que la película se trató de una obra barata sin grandes despliegues visuales, y a pesar de que recaudó una pequeña, pero no desdeñable cantidad, de 78 millones de dólares, pronto se convirtió en una película de culto que obligó a Cameron a realizar una segunda entrega siete años después, esta vez ya sí, con un grandísimo presupuesto para la época (102 millones de dólares) y pudiendo ver realizada su inicial idea de que el Terminator villano fuese, no un endoesqueleto metálico, sino un compuesto de polialeación mimética de metal líquido. A este exterminador lo denominó T-1000 y pasó a ser el nuevo villano de la segunda entrega. Para sorpresa de todas las personas que no habían visto el trailer, el personaje que volvió a interpretar Schwarzenegger (el T-800) no fue el villano de esta película, sino el héroe.
Habiendo pasado ya 10 años desde la eliminación del primer terminator, Skynet vuelve a enviar otra máquina para asesinar, esta vez ya sí, a John Connor, que ya tiene 10 años. De nuevo, la resistencia, enterada de los planes de Skynet, reprograma un T-800 (como el de la primera película) y lo envía a 1995 para proteger a John. Podemos comprobar cómo la estructura de esta nueva entrega es exactamente la misma que la de la primera: villano enviado en el tiempo para asesinar a John o Sarah Connor / héroe envidado en el tiempo para salvarles. A pesar de esta repetición argumental, la película fue todo un éxito de taquilla y de crítica. Esto es debido a que, en los últimos años, el fenómeno Terminator había crecido enormemente entre los fans, Schwarzenegger ya se había consolidado, junto a Sylvester Stallone, como el héroe de acción por excelencia, y la película fue tan espectacular que pasó a consagrarse (y aún a día de hoy se la considera) como “la mejor película de acción de todos los tiempos”.
Terminator 2 fue una obra de arte irrepetible. Pero, ¿por qué razón? Simple y llanamente, porque es capaz de emocionarte, hacerte sentir en las diferentes escenas tensión, miedo, emoción, expectación y tristeza. La película te atrapa durante 135 minutos sin importar si te gusta el cine de acción o no.
Si en la anterior entrega dijimos que Sarah Connor era esa chica dulce, tímida y frágil, en esta película la vemos transformada en su opuesto: en toda una heroína fuerte, valiente y decidida. Solamente ella sabe lo que ha vivido y solamente ella sabe en lo que puede llegar a convertirse el futuro. Por ello, su misión en la vida está clara: proteger a su hijo y prepararse (y prepararle) para una probable guerra contra las máquinas. Sin embargo, la sociedad no está preparada para un mensaje como el de Sarah, por lo que es tomada por loca y recluida en un psiquiátrico en contra de su voluntad. Lo que Sarah nunca se esperaba es que sea, una misma máquina, el mismo modelo que hace siete años intentó matarla, la que le diga la misma frase que su difunto amado le dijo al rescatarla: “ven conmigo si quieres vivir”. Y es que, en esta entrega, Cameron opta por un giro un tanto arriesgado y que obtuvo algunas críticas en su momento: algunos pocos pensaron que era indigno que el personaje del T-800 hiciera de niñera de John y Sarah Connor; sin embargo, el resto del público, la mayoría, dieron la bienvenida con los brazos abiertos a este nuevo terminator con una nueva misión. Si en la anterior entrega la paradoja fue que Kyle Reese deja embarazada a Sarah, y esto da lugar a que aquel es soldado y padre de John a la vez, en esta las paradojas son dos: por un lado, es una máquina del futuro la que ayudará a que este nunca suceda; por el otro, es un máquina (el enemigo) la que se ganará el corazón de John y Sarah.
No menos importante fue el papel del villano. Si ya el listón estaba muy alto en la primera entrega, en esta, Cameron logra rebasarlo de nuevo. Como dijimos más arriba, volver a contar otra vez el mismo argumento puede resultar arriesgado; sin embargo, si se establecen las suficientes novedades, el espectador puede pasar por alto este hecho. La mayor de estas novedades fue la evolución del modelo T-800 al T-1000, un prototipo más sanguinario, veloz y evolucionado que el anterior. En otras palabras, un auténtica máquina de matar. El T-1000 era capaz de mimetizarse con su entorno, imitar objetos o personas y utilizar partes de su propio cuerpo como armas (cuchillas, palancas…). Así como en la primera entrega se utilizaron animatronics para dar vida al villano, en esta tuvieron que verse obligados a utilizar efectos digitales. Tal fue la pureza y precisión del trabajo, que Terminator 2 terminó ganando el Óscar a los mejores efectos visuales. En total cuatro fueron las estatuillas ganadas por el film, pero la mayor de las conquistas fue el corazón de los espectadores. La película fue un éxito de taquilla, llegando a recaudar 520 millones de dólares en las salas de cine y rompiendo el mito de que “nunca segundas partes fueron buenas”. A partir de 1991, Terminator se convirtió en una película de culto, pasando a formar parte del olimpo de las grandes películas de la historia, y Arnold Schwarzenegger por fin se consagró como la mayor estrella del cine de acción de todos los tiempos.
Los años fueron pasando poco a poco, y la película seguía conquistando los corazones de los espectadores a través de las emisiones televisivas, que la convirtieron en una apuesta segura para las grandes cadenas. Los fans, siempre insaciables, pedían a gritos una nueva entrega que parecía que nunca llegaba. Llegado el nuevo milenio, un rumor empezó a correr por Hollywood: una nueva entrega de Terminator se estaba cocinando, pero esta vez sin James Cameron. Pero, ¿cómo sería una nueva entrega sin el bueno de Cameron? Y sobre todo, ¿para qué hacer una nueva película si el Juicio Final ya se había evitado? ¿Cómo darían coherencia a esto?
El decaimiento de la saga
Terminator 3 se estrenó en los cines de España el 30 de julio de 2003. Suponía la vuelta de Schwarzenegger a su icónico personaje, además de una promoción a su candidatura a gobernador del estado de California. De hecho, esta sería su última película hasta su vuelta al cine en el año 2013. El encargado de dirigir tan arriesgado proyecto no fue James Cameron esta vez, sino que el peso del “marrón” recayó sobre Jonathan Mostow, un director un tanto desconocido que solo había rodado dos películas de mediano éxito unos años atrás. Para más inri, no estaban previstas la vuelta ni de Edward Furlong ni de Linda Hamilton, cayendo todo el peso protagónico sobre Arnold Schwarzenegger y su T-800. ¿Pero cómo harían para justificar todo lo conseguido en la anterior secuela? ¿Qué más había que contar si ya habían terminado con Skynet? La verdad sea dicha, los guionistas no se rompieron la cabeza, el argumento que dieron para poder continuar con una secuela IDÉNTICA a las dos anteriores fue que el Juicio Final no se había evitado, sino pospuesto. Obviamente, esto no tenía ni pies ni cabeza, pero si era excusa para otra gran película de Terminator, bienvenida sea. Pero desgraciadamente no fue así. Si bien esta secuela no fue una mala película de acción, a los fans de toda la vida les supuso una gran decepción, pues no llegaba, ni de lejos, a la altura del alto listón que había dejado Cameron. Para muchos no fue más que un refrito de lo visto hasta entonces (incluso algunos la calificaron como parodia), una especie de “menos de lo mismo”. Algunos se preguntaban qué necesidad había de mancillar la saga de esta manera. La única película que tenía sentido poder hacer era una precuela que nos enseñase ese futuro distópico que Cameron nos mostró con cuentagotas en sus obras maestras.
Parece ser que, seis años después, Hollywood escuchó a los fans y preparó una nueva película de Terminator ambientada en el futuro. Su nombre sería Terminator Salvation. Como protagonistas principales se eligieron a Christian Bale en el papel de John Connor y a Sam Worthington en el papel de hombre-máquina. El director elegido para este ambicioso proyecto fue McG (Ángeles de Charlie). Se desplegó un grandísimo presupuesto para realizar la soñada cinta que los fans tanto anhelaban (200 millones de dólares). Si bien es cierto que Schwarzenegger ya no formaba parte del elenco, las nuevas estrellas protagónicas, la nueva ambientación y el nuevo argumento pretendían cubrir cualquier resquicio de nostalgia que pudiera surgir entre los fans. El resultado fue una película entretenida, pero, de nuevo, muy alejada de las obras maestras de Cameron. La taquilla y las críticas no respondieron demasiado bien y se volvió a confirmar que Hollywood tenía un problema con Terminator: por un lado, los fans querían más entregas de la querida saga, pero por el otro, no aceptaban que les intentasen colar una película palomitera del montón.
Rompiendo una lanza a favor de Terminator Salvation he de decir que, a pesar de que supuso una decepción para los todos los fans amantes del universo de Cameron, no fue una mala película, y fue la única (incluidas las que analizaremos a continuación) que tuvo la valentía de intentar huir de los viajes en el tiempo, y el juego del gato y el ratón del terminator bueno y el malo.
Visto la incapacidad de Hollywood para contentar a los fans y hacer una buena entrega de Terminator, se decidió dar otro descanso de seis años a la herida saga. ¿Cuánto más de sí podría dar? Ya habían ofrecido a los fans una secuela idéntica a las anteriores y otra completamente diferente, y ninguna de las dos había funcionado. ¿Cuál sería el rumbo que la saga debía seguir? ¿Había posibilidad de recuperar el estatus perdido?
Con la vuelta al cine de Arnold Schwarzenegger en el año 2013 se puso en marcha la quinta entrega de Terminator, esta vez apodada Génesis, bajo la batuta de Alan Taylor (Thor: El mundo oscuro). Había mucha expectación por volver a ver a Arnold en su viejo papel. Los primeros trailers nos hacían la boca agua al comprobar que tanto el T-800 de la primera película, como el T-1000 de la segunda volverían a estar en esta nueva entrega. El hype de los fans creció como la espuma y la nostalgia se apoderó de ellos. Para más inri, un vídeo promocional de la película dejaba ver a James Cameron —el cual ya había visionado la película en un pase privado— comentando la genialidad que íbamos a presenciar. Si Cameron lo decía, tenía que ser cierto, ¿no?
La película se estrenó el 21 de junio de 2015 y podríamos anotar este día como el día del Juicio Final para Terminator. Esta nueva entrega fue una auténtica tomadura de pelo. El film tuvo el dudoso honor de convertirse en la primera película en la historia que conseguía ser a la vez remake, reboot y secuela. La crítica la destrozó por doquier, como era de esperar. De nuevo estábamos ante la cuarta vez que nos volvían a contar la MISMA historia de siempre con los MISMOS personajes de siempre, pero, para más inri, con actores que no daban la talla. Por mucho que lo intentasen, Emilia Clark no era, ni de lejos, Linda Hamilton, Jay Courtney no era, ni de lejos, Michael Biehn y Jason Clarke no era, ni de lejos, John Connor. Esta película no era más que una parodia mal hecha, con caras nuevas pero con viejas historias, vacía y sin sentimiento. Fue el ejemplo de lo que el cine de acción de Hollywood se ha convertido en las últimas décadas: en un máquina de crear película tras película, pero casi todas mediocres y casi todas iguales. Qué fue de aquellos tiempos en los que una película de acción te tenía atrapado en el sillón, en los que un héroe carismático te emocionaba y te hacía sufrir junto a él.
Como era de esperar, las secuelas anunciadas por Skydance Productions de esta última entrega —sí, tenían la intención de rodar una trilogía— fueron canceladas al momento. Los fans estaban que trinaban y ya no se creían nada. ¡Cómo podían haberles vuelto a fallar de esa manera! Eso no era Terminator, simplemente era una broma de mal gusto hecha para despertar el interés de las nuevas generaciones, pero, obviamente, ni tan si quiera eso consiguieron.
Pasaron cuatro años y otra vez, de nuevo, volvieron a resurgir los rumores de una nueva entrega. Se decía que James Cameron no la dirigiría pero que supervisaría el proyecto. Se decía también que obviarían todas las entregas realizadas después de Terminator 2 y que esta sería la verdadera continuación, la secuela que siempre debió haberse hecho. Se decía que volvería Edward Furlong como John Connor, Linda Hamilton como Sarah Connor y Arnold Schwarzenegger como el T-800. Esto despertó la curiosidad de algunos fans, pero en general ya todos estaban muy desengañados. ¿Qué podían aportar de nuevo a tan maltratada saga? Sea como sea, los fans siempre serán fans por muchos disgustos que les den, y por malas que sean siempre acudirán a ver una nueva entrega de su anhelada saga con la esperanza de que por fin les hagan sentir lo que sintieron con aquellas dos primeras obras de arte que vieron en su juventud. Sin embargo, por enésima vez, esto no ocurrió.
Terminator Dark Fate se estrenó el 1 de noviembre del 2019 y, por si había alguna duda, se convirtió en la definitiva confirmación de que la saga de Terminator estaba muerta y enterrada. Con un presupuesto de 185 millones de dólares, se convirtió en la película con menor recaudación de la historia de la saga (261 millones de dólares) y la película que cuenta con el “honor” de ser la que cometió una triple herejía que los fans jamás perdonarán. La broma de mal gusto fue la siguiente: 1º herejía: al principio de la película, nada más empezar, aparece una recreación digital del John Connor de 10-11 años de la segunda entrega (a eso se redujo la participación anunciada de Edward Furlong) que muere a manos de un T-800 (que nadie sabe qué hacía por allí). En otras palabras, nada más empezar la película se cargan al protagonista de la saga. ¿Qué puede salir mal? 2º herejía: ¿Cómo justifican una nueva entrega si se evitó el Juicio Final?: los humanos somos tan tontos que volvemos a crear otra inteligencia artificial, esta vez llamada Legión. En otras palabras, se cargan miserablemente a Skynet, el gran villano sin rostro, el otro gran protagonista de la saga, y sin el cual esta no tiene razón de ser ¿Qué puede salir mal?. 3º herejía: el T-800 que interpreta Arnold Schwarzenegger, el que mata a John Connor definitivamente, vive retirado en el campo en una cabaña y ha formado una familia. Como lo oís: una FA-MI-LIA, con esposa y un hijo. En sus propias palabras: tiene gran habilidad para dar afecto y cambiar pañales. Es decir, a la máquina de matar sanguinaria, fría, calculadora e imparable que veíamos en la primera entrega, la convierten en un mamarracho, en un pintamonas, en una parodia digna de cualquier película de Leslie Nielsen. ¿Qué puede salir mal? Para más inri, la película nos vuelve a contar, de nuevo, por enésima vez, la misma historia de siempre, simplemente que cambiando los personajes. ¿Qué puede salir mal? Pues yo lo diré: TODO.
En resumen, la saga Terminator fracasó por dos razones: la primera fue que intentaron estirar demasiado un chicle que ya no daba más de sí, y, como buenos humanos (con razón Skynet se rebela contra nosotros), cayeron ni más ni menos que cuatro veces en la misma piedra; la segunda fue que es imposible hacer una continuación de Terminator 2 que tenga coherencia. No se puede. Las únicas alternativas posibles son hacer una precuela (que no es lo que hicieron con Salvation, pues esta continúa la línea temporal de las anteriores) o hacer un spinoff con nuevos personajes y nuevas historias. Además de esto, para que una nueva entrega tenga éxito y logre reconciliarse con los espectadores, ha de ser dirigida por un maestro del cine, un director que sepa plasmar el terror, el suspense y la acción como nadie, que sea capaz con cada toma de emocionar al espectador. Quizás, algún día, cuando James Cameron termine con sus Avatar escuche a los fans y les dé a ese regalo que tanto esperan: la verdadera secuela (o precuela) de Terminator. Hasta entonces deberemos contentarnos con las dos joyas que nos dejó.