El absurdo

¿Conoce alguien a las dos personas que aparecen en la fotografía? Evidentemente no. Yo tampoco los habría reconocido hasta hace muy poco. No te preocupes, son sólo dos de mis bisabuelos paternos.

No tienen nada de especial. Son sólo dos personas más que pasaron por la existencia y que la abandonaron tras una breve estancia en ella. Nacieron a finales del siglo XIX. Mi bisabuelo, que era químico (o eso dicen), murió a los 52 años de edad por problemas cardíacos, y ella, que era ama de casa, murió a los 34 años debido a "dolores reumáticos". Poco más se conoce de sus vidas.

Sin duda vivieron y padecieron, tendrían buenos y malos momentos, seguro que en muchas ocasiones disfrutaron, gozaron, rieron, lloraron, amaron y odiaron. Y por supuesto que, como seres humanos que fueron, se vieron envueltos en el mismo juego de necesidad y satisfacción en que todos nosotros nos encontramos ahora mismo. Lucharon y trabajaron por obtener recursos, por tener hijos, y por suplir todas las exigencias de la vida. Finalmente, llegado el momento, verían también horrorizados como se les apagaba esta misma vida y se veían volver a esa nada que constituye la muerte.

La cuestión es que ya nadie sabe de ellos. Si fueron buenos o malos, felices o infelices, no tiene importancia alguna; ni siquiera para sus familiares más directos (de hecho, mi padre tampoco pudo reconocer a sus propios abuelos en la foto ya que no los llegó a ver en vida). Ya nadie sabe apenas nada de la vida de estas personas, y además a nadie le interesa lo más mínimo. Es absurdo. Fueron personas hace poco más de 60 años, estaban vivas como nosotros. Se esforzaron por hacer lo que se supone que todos debemos hacer: sobrevivir, dejar descendencia, y asegurarse de que esa descendencia crezca y se reproduzca a su vez de modo que el ciclo de la vida pueda continuar. Y lo hicieron bien, prueba de ello es que yo ahora mismo estoy aquí escribiendo estas líneas. Y pese a todo lo que hicieron, no queda ya ni rastro de su ser.

Fueron marionetas. No puedo expresarlo de otro modo: fueron utilizados para un estúpido fin, al que nadie puede dar un sentido racional (humanamente relevante). La teoría del soma desechable viene al cuento. Quizás se pueda decir que sus genes perviven en su descendencia (yo, para no ir más lejos, comparto aproximadamente 1/8 de sus genes), pero mis bisabuelos sin duda no eran sólo las copias de esas moléculas de ADN que también hay en mi genoma: ellos eran mucho más. De hecho, si hay algo que pueda definir a una persona es su fenotipo completo, ese soma que es precisamente el que desaparece tras una breve existencia: como el que tira un clinex a la papelera. Porque si hay algo que lucha y sufre, es la expresión del gen, y no el gen en sí mismo. No, mis bisabuelos ya no existen (por mucho que parte de sus genes aún pululen por ahí), como tampoco yo existiré dentro de muy poco tiempo por mucho que mis hijos procreen.

Es un hecho: mis bisabuelos fueron títeres de este teatrillo de mundo. Igual que lo somos tú y yo. También nosotros dejaremos pronto la existencia, y a las pocas décadas todo rastro de nuestro paso por la realidad habrá desaparecido. Si fuimos felices o infelices, ricos o pobres, buenos o malos, pronto dejará de tener importancia. Si tu vida fue muy satisfactoria, y estuvo llena de gozos, o si te dedicaste a la ascética meditación budista tampoco tendrá importancia alguna. El tiempo no sólo borrará todos nuestros actos, sino también todas las consecuencias de nuestros actos. Llegado el momento (un tiempo insignificante a escalas geológicas o más aún cosmológicas) será imposible que nadie pueda siquiera conocer de nosotros por mucho que lo intente.

Y no me negarás que es grotesco. Que es ridículo. Cualquier persona que lo piense y lo comprenda, no tiene más remedio que reír con descaro ante esta realidad. Porque somos seres racionales dentro de una existencia irracional; una existencia que no tiene causa racional (porque la evolución es simple acto mecánico), ni tampoco un fin o sentido racional (porque los fines de nuestra existencia son los fines de nuestra causa evolutiva, la cual como decimos es un mero acto espontáneo). Y para más inri, somos seres conscientes de este fatal e irracional destino; comprendemos la indiferencia del universo hacia nosotros, y entendemos que nuestro sino en la Tierra consiste en obedecer unos dictados que aseguran la supervivencia de ciertas moléculas de ADN que nuestras células llevan en su núcleo.

Si aún así, si a pesar de todo lo dicho, te resistes a compartir estas ideas (que en el fondo no son más que la divulgación de las ideas de autores como Schopenhauer Albert Camus), no te preocupes, el tiempo me dará la razón cuando todo nuestro ser, junto con todas las consecuencias de nuestro ser sean pasto de la nada más absoluta. Reflexiona un segundo: ¿De qué habrá servido tu vida dentro de algunas décadas cuando nadie te recuerde y nadie se preocupe por tu existencia? ¿De qué sirvió los 34 años de vida de mi bisabuela? ¿Para qué tuvo que vivir, luchar, y morir dolorida en una cama?...¿para que yo pudiera aparecer en el mundo y continuar con este ciclo de trabajo y miseria? ¡Por favor, es que simplemente es absurdo!