Creo que el argumento teórico fundamental en contra de la tauromaquia es relativamente sencillo: ¿el toro sufre, siente malestar o dolor cuando le clavan las banderillas, las picas y la espada? Salvo que la persona sea un radical, o un ignorante, no tendrá más remedio que responder afirmativamente, debido a que los toros son seres vivos con un sistema nervioso muy complejo. Entonces, ¿qué derecho tenemos a producir dolor a un animal para el divertimento de un público? Supongamos que vamos por el campo, agarramos una vara y nos ponemos a dar golpes, hasta producir dolor, a las cabras, ovejas o vacas, ¿alguien en su sano juicio vería con buenos ojos esta acción? Todo lo contrario, salvo los sádicos, todo el mundo la reprobaría. Entonces, ¿por qué no aplica igual esta regla a la tauromaquia?
Uno de los argumentos que suelen esgrimirse es que los toros son arte, y por ello, deberían respetarse. Ferrater Mora, en su Diccionario de filosofía, explica que lo que religa a los diferentes significados de la palabra arte es “la idea de hacer, y especialmente de producir, algo de acuerdo con ciertos métodos o ciertos modelos —métodos y modelos que pueden, a su vez, descubrirse mediante arte”. En la Antigua Grecia la palabra τέχνη designaba un modo de hacer que implicaba un método o conjunto de reglas, por ello había tantas artes como tipos de objetos o de actividades. Si entendemos la tauromaquia como un modo de hacer mediante un conjunto de reglas y métodos, tenemos que concluir que, efectivamente, es un arte. Ahora bien, siguiendo esta definición, también serían un arte la guerra, el asesinato o las peleas, y no por ello permitimos estas acciones. Por tanto, no parece que el hecho de que algo sea un arte lo convierte en moralmente correcto, sino que más bien será tal en función de las consecuencias que produzca, es decir, si el “arte” produce externalidades negativas, en este caso a seres vivos, entonces no puede ser algo moralmente aceptable.
Un segundo argumento es que la tauromaquia es una tradición. Este es uno de los argumentos más fácilmente desmontables: que algo haya sido una tradición no significa que su actividad no deba ser objeto de escrutinio y reprobación en la actualidad. Las sociedades evolucionan y, si bien es cierto que hay tradiciones que se conservan porque siguen teniendo un valor en la actualidad, no es menos cierto que el toreo cada vez va siendo objeto de una mirada más turbia por parte de la sociedad.
Un tercer argumento que suele escucharse es que si no existiese la tauromaquia, el toro de lidia se extinguiría. En principio esto no tendría por qué ser así, puesto que se pondrían conservar algunos ejemplares y evitar su extinción; no obstante, aun si fuese así, ¿cuál sería el problema? ¿El hecho de que una subespecie pudiese desaparecer otorgaría legitimidad a mantenerla viva, producirle daños físicos, y la muerte, el última día de su vida? No parece suficientemente convincente.
Un cuarto argumento que se escucha es que el toro de lidia vive como un rey. Sea cierto o no que esto sea así, ¿acaso esto es un argumento sólido para legitimar el maltrato y acabar con la vida del animal? Que la mayor parte de su vida fuese un paraíso no da derecho a hacer que su recta final sea un infierno. Sería como decir: “toda mi vida traté genial a mi esposa, por tanto, en su recta final, tendré derecho a maltratarla y acabar con su vida”.
Un quinto argumento es que la tauromaquia representa una lucha entre el torero y el toro. Primero, que la lucha no puede ser en igualdad de condiciones (el torero está entrenado, porta elementos que no forman parte de su cuerpo como las espadas y es ayudado por banderilleros y picadores); y segundo, aun incluso que fuese una lucha en igualdad de condiciones, no da eso derecho a maltratar a un animal.
Un sexto argumento es que entre los toreros se le profiere un profundo respecto al animal. No dudo que en la forma que pueden tener ellos de entender el campo, la vida, la muerte o el arte, puedan llegar a sentir (o creer que sienten) respeto por el animal, pero, para el resto de las personas, el concepto de respeto irá ligado a no violentar, a no obligarle a tener una “lucha” de la que casi seguro saldrá sin vida. Etimológicamente, respeto viene de respectus, que es tener una atención y consideración especial hacia uno. ¿Qué consideración especial se le tiene al animal que se le produce daño y muerte?
Hasta aquí, los argumentos típicamente esgrimidos, creo que son fácilmente desmontables; sin embargo, existen otros argumentos más sólidos que se fundamentan en una mirada holística más que atomista (centrada en el toro). En este sentido, se podría decir que los animalistas, en ocasiones, son personas que tienen demasiada empatía con los animales y demasiado poca con los humanos. Dice La Información:
En estos momentos, hay en España 1.200 empresas ganaderas dedicadas a la producción de toros de lidia que generan unos 3,7 millones de jornales al año. Los números dicen también que unas 200.000 personas viven de una industria que da empleo no sólo a toreros, cuadrillas y ganaderos. Del toro se nutren veterinarios, empresas de transporte especializado, personal de fincas y de mantenimiento de las plazas de toros, empresas de alimentos para ganado, encargados de productos zoosanitarios, fabricantes de utensilios taurinos y sastres.
Para hacerse una idea de lo que mueve la llamada Fiesta Nacional, la crianza del toro bravo exige el mantenimiento de unas 550.000 hectáreas de dehesa. Para algunas economías, el negocio del toro es básico. Por ejemplo, sólo en Extremadura, el sector taurino mueve 800 millones de euros al año y da empleo a un millar de personas, según los datos del Patronato de Tauromaquia de la Diputación de Badajoz. Sólo la comunidad extremeña, donde mayor arraigo tiene el toro bravo, cuenta con 122 ganaderías.
Dice La Economía del Toro:
Es verdad que sacrifica a un cinco por ciento de individuos en la plaza –un 5,86% en 2013, para ser más exactos–, pero mantiene vivos, pastando, corriendo, jugando, peleándose y criando, en régimen extensivo, por la inmensa marisma o el paradisiaco hábitat de la dehesa al 95% –94,14%, en 2013– de individuos restantes.
Mientras que en 2009, la cabaña brava española se cifraba en 275.000 ejemplares, en 2013 sólo era de 197.042 cabezas. Dicho de otro modo: la pérdida de 826 festejos, que a razón de seis astados por festejo, arroja un cómputo de 4.956 reses menos lidiadas, ha traído como consecuencia la pérdida de 275.000 – 197.042 = 77.958 reses. ¡Cerca de ochenta mil cabezas menos en el campo!
Con la prohibición de la Tauromaquia, mucha de esta diversidad genética y de los logros de un proceso de selección que abarca siglos se perderían. En el mejor de los casos, sólo sobrevivirían los Toros que hoy se matan y desaparecerían lo que actualmente viven. Estaríamos hablando de conservar unas 9.852 reses, número insignificante frente al de animales que desaparecerían: nada menos que 187.190 cabezas.
En este sentido, la visión atomista que vela por el bienestar del toro de la plaza, estaría empañando la visión holística que vela por el bienestar del resto de toros y de las personas que viven gracias a este negocio, que no son pocas. Si de repente, de la noche a la mañana se prohibiesen los toros en toda España, probablemente, sería peor el remedio que la enfermedad, porque la prohibición acarrearía una serie de consecuencias negativas en la fauna y en la economía. Por eso, antes de hablar de prohibición, se debería hablar de estrategias para paliar todos estos efectos negativos. En este sentido, las medidas políticas no se deben medir por las intenciones, de las cuales, como diría Nietzsche, está empedrado el infierno, sino por los resultados que arrojan, y una medida prohibicionista no parece ser que proyecte el mejor de los escenarios.
Para finalizar, me gustaría recordar que, por suerte, la sociedad cada vez va siendo más y más empática con los animales. Esto es lo fundamental, sensibilizar a las personas para que no acudan a estos espectáculos y no den un feedback positivo para que el empresario de turno decida seguir apostando por estos festejos. Tarde o temprano el negocio de la tauromaquia morirá por sí mismo. No os preocupéis, tan solo es cuestión de tiempo.