Canto nocturno de un pastor errante de Asia (Giacomo Leopardi)

Os dejo dos obras de arte unidas en un único vídeo: una magnífica narración en italiano del maravilloso poema "Canto nocturno de un pastor errante de Asia" de Giacomo Leopardi, acompañada de fondo por la sonata n. 14 "Claro de luna" de L.v. Beethoven.

Este poema de Leopardi, por cierto, tiene el gran mérito de ser capaz de describir y acercar en unas pocas estrofas gran parte de la filosofía de otro gran pensador como fue Arthur Schopenhauer; hasta el punto de que basta con leer con atención este canto nocturno para obtener una completa introducción a la obra del maestro de Danzig.

Por cierto que el poema en italiano (y esto es una opinión personal) me parece inmensamente más bonito y penetrante; probablemente porque este era el idioma nativo del poeta y por tanto de la poesía.

Os dejo a continuación el vídeo del que os hablo, y justo debajo os dejo el original y la traducción en castellano para que podáis seguir el poema mientras se recita en italiano. Merece mucho la pena, hacedme caso:

XXIII – CANTO NOTTURNO Dl UN PASTORE ERRANTE DELL’ ASIA

Che fai tu, luna, in ciel? dimmi, che fai,

Silenziosa luna?

Sorgi la sera, e vai,

Contemplando i deserti; indi ti posi.

Ancor non sei tu paga

Di riandare i sempiterni calli?

Ancor non prendi a schivo, ancor sei vaga

Di mirar queste valli?

Somiglia alla tua vita

La vita del pastore.

Sorge in sul primo albore

Move la greggia oltre pel campo, e vede

Greggi, fontane ed erbe;

Poi stanco si riposa in su la sera:

Altro mai non ispera.

Dimmi, o luna: a che vale

Al pastor la sua vita,

La vostra vita a voi? dimmi: ove tende

Questo vagar mio breve,

Il tuo corso immortale?

Vecchierel bianco, infermo,

Mezzo vestito e scalzo,

Con gravissimo fascio in su le spalle,

Per montagna e per valle,

Per sassi acuti, ed alta rena, e fratte,

Al vento, alla tempesta, e quando avvampa

L'ora, e quando poi gela,

Corre via, corre, anela,

Varca torrenti e stagni,

Cade, risorge, e più e più s'affretta,

Senza posa o ristoro,

Lacero, sanguinoso; infin ch'arriva

Colà dove la via

E dove il tanto affaticar fu volto:

Abisso orrido, immenso,

Ov'ei precipitando, il tutto obblia.

Vergine luna, tale

E' la vita mortale.

Nasce l'uomo a fatica,

Ed è rischio di morte il nascimento.

Prova pena e tormento

Per prima cosa; e in sul principio stesso

La madre e il genitore

Il prende a consolar dell'esser nato.

Poi che crescendo viene,

L'uno e l'altro il sostiene, e via pur sempre

Con atti e con parole

Studiasi fargli core,

E consolarlo dell'umano stato:

Altro ufficio più grato

Non si fa da parenti alla lor prole.

Ma perchè dare al sole,

Perchè reggere in vita

Chi poi di quella consolar convenga?

Se la vita è sventura,

Perchè da noi si dura?

Intatta luna, tale

E' lo stato mortale.

Ma tu mortal non sei,

E forse del mio dir poco ti cale.

Pur tu, solinga, eterna peregrina,

Che sì pensosa sei, tu forse intendi,

Questo viver terreno,

Il patir nostro, il sospirar, che sia;

Che sia questo morir, questo supremo

Scolorar del sembiante,

E perir dalla terra, e venir meno

Ad ogni usata, amante compagnia.

E tu certo comprendi

Il perchè delle cose, e vedi il frutto

Del mattin, della sera,

Del tacito, infinito andar del tempo.

Tu sai, tu certo, a qual suo dolce amore

Rida la primavera,

A chi giovi l'ardore, e che procacci

Il verno co' suoi ghiacci.

Mille cose sai tu, mille discopri,

Che son celate al semplice pastore.

Spesso quand'io ti miro

Star così muta in sul deserto piano,

Che, in suo giro lontano, al ciel confina;

Ovver con la mia greggia

Seguirmi viaggiando a mano a mano;

E quando miro in cielo arder le stelle;

Dico fra me pensando:

A che tante facelle?

Che fa l'aria infinita, e quel profondo

Infinito Seren? che vuol dir questa

Solitudine immensa? ed io che sono?

Così meco ragiono: e della stanza

Smisurata e superba,

E dell'innumerabile famiglia;

Poi di tanto adoprar, di tanti moti

D'ogni celeste, ogni terrena cosa,

Girando senza posa,

Per tornar sempre là donde son mosse;

Uso alcuno, alcun frutto

Indovinar non so. Ma tu per certo,

Giovinetta immortal, conosci il tutto.

Questo io conosco e sento,

Che degli eterni giri,

Che dell'esser mio frale,

Qualche bene o contento

Avrà fors'altri; a me la vita è male.

O greggia mia che posi, oh te beata,

Che la miseria tua, credo, non sai!

Quanta invidia ti porto!

Non sol perchè d'affanno

Quasi libera vai;

Ch'ogni stento, ogni danno,

Ogni estremo timor subito scordi;

Ma più perchè giammai tedio non provi.

Quando tu siedi all'ombra, sovra l'erbe,

Tu se' queta e contenta;

E gran parte dell'anno

Senza noia consumi in quello stato.

Ed io pur seggo sovra l'erbe, all'ombra,

E un fastidio m'ingombra

La mente, ed uno spron quasi mi punge

Sì che, sedendo, più che mai son lunge

Da trovar pace o loco.

E pur nulla non bramo,

E non ho fino a qui cagion di pianto.

Quel che tu goda o quanto,

Non so già dir; ma fortunata sei.

Ed io godo ancor poco,

O greggia mia, nè di ciò sol mi lagno.

Se tu parlar sapessi, io chiederei:

Dimmi: perchè giacendo

A bell'agio, ozioso,

S'appaga ogni animale;

Me, s'io giaccio in riposo, il tedio assale?

Forse s'avess'io l'ale

Da volar su le nubi,

E noverar le stelle ad una ad una,

O come il tuono errar di giogo in giogo,

Più felice sarei, dolce mia greggia,

Più felice sarei, candida luna.

O forse erra dal vero,

Mirando all'altrui sorte, il mio pensiero:

Forse in qual forma, in quale

Stato che sia, dentro covile o cuna,

E' funesto a chi nasce il dì natale.

XXIII – Canto nocturno de un pastor errante de Asia. 

¿Qué haces, luna, en el cielo? Dime, ¿qué haces

silenciosa luna?

Surges de noche y vas

contemplando los desiertos, y luego te paras.

¿Aún no estás cansada

de recorrer los caminos del cielo?

¿Es que aún no te cansas ni te hastías

de mirar estos valles?

Se parece tu vida

a la del pastor.

Sale con la primera luz

y conduce el rebaño por el campo; ve

majadas, prados, fuentes.

Después, cansado, reposa de noche.

Otra cosa no espera nunca.

Dime, oh luna, ¿de qué le sirve

su vida al pastor,

ya ti la tuya? Dime, ¿adónde tiende

este vagar mío, tan breve,

y tu curso inmortal?

Viejo canoso, enfermo,

descalzo y casi sin vestido,

con la pesada carga a las espaldas,

por valles y montañas,

por rocas y por playas y por brañas,

al viento, con tormenta, cuando abrasa

la hora y cuando hiela

corre, corre anhelante,

cruza estanques, torrentes,

cae, se levanta y se apresura siempre,

sin reposo ni paz,

herido, ensangrentado; hasta que llega

allá donde el camino

y donde tanto afán al fin se acaba:

horrible, inmenso abismo

donde al precipitarse todo olvida.

Oh, virgen luna,

así es la vida mortal.

Al dolor nace el hombre

y ya hay riesgo de muerte en el nacer.

Es la pena, el tormento,

lo que, desde el principio, va probando.

Y los padres empiezan

a consolarle por haber nacido.

Y luego, cuando crece,

uno y otro le sostienen, y así, por siempre,

con palabras y actos,

procuran darle ánimo

y consolarle de su estado humano:

porque no existe más grata tarea

de padres con sus hijos.

Pero, ¿por qué alumbrar,

por qué mantener vivo

a aquel que, por nacer, es necesario consolar?

Si la vida es desventura,

¿por qué continuamos soportándola?

Intacta luna, tal

es el mortal estado.

Pero tú mortal no eres

y acaso cuanto digo no te importe.

Tú, solitaria, eterna peregrina,

tan pensativa, acaso bien comprendas

este vivir terreno,

nuestra agonía y nuestros sufrimientos;

acaso sabrás bien de este morir, de esta suprema

palidez del semblante,

y faltar de la tierra, y alejarse

de habitual y amorosa compañía.

Y tú, seguro que comprendes

el porqué de las cosas, y ves el fruto

del alba y de la noche,

del callado e infinito fluir del tiempo.

Sin duda sabes a qué dulce amor

sonríe la primavera,

a qué ayuda el verano y qué procura

con sus hielos el invierno.

Mil cosas sabes y otras mil descubres

que al sencillo pastor le están prohibidas.

A veces, si te miro

tan silenciosa, encima del desierto llano,

que allá, en el horizonte lejano, cierra el cielo;

o bien, con mi rebaño,

seguirme poco a poco; o cuando veo

arder allá en el cielo las estrellas,

pensativo me digo:

«¿Para qué tantas estrellas?

¿Qué hace el aire infinito, la profunda

serenidad sin fin? ¿Qué significa esta

inmensa soledad? ¿Y yo qué soy?».

Conmigo así razono y de este espacio

soberbio, ilimitado,

de esta familia innumerable,

adivinar no sé la utilidad, el fruto,

después de tanto afán, del movimiento

de cada cosa terrena y celeste

girando sin reposo

para volver allá donde surgieron.

Pero en verdad –oh doncella inmortal–

tú sí lo sabes todo.

Yo sólo sé y comprendo

que de los eternos giros

Y de mi frágil ser,

bien y goce

otro hallará; mi vida es mal tan sólo.

Oh, rebaño mío que reposas, oh tú, dichoso,

acaso ignorando tu miseria.

¡Cuánta envidia te tengo!

No sólo porque de afanes

te encuentras casi libre;

Y todo sufrimiento, todo daño,

cada temor extremo, pronto olvidas,

acaso porque nunca sientes tedio.

Reposando a la sombra, en la hierba,

estás dichoso y sosegado;

Y la mayoría del año

vives en tal estado, sin molestia.

Yo a la sombra me siento, sobre el césped,

Y de hastío se llena

mi mente, como sentir una espuela clavada;

así que nunca he estado tan lejos, aun sentado,

de hallar la paz o espacio.

y ya nada deseo,

Y razón de llorar nunca he tenido.

Lo que tú gozas y cuánto

no sé decirlo; sí sé que eres dichoso.

Poco es el goce que yo siento,

oh rebaño mío, pero de ello no me duelo.

Si supieses hablar preguntaríate:

«Dime, ¿por qué yaciendo

ocioso, sin cuidados,

cada animal descansa

y yo, cuando reposo, siento tedio?».

Quizá si alas tuviese

para ir a las nubes

y contar una a una las estrellas,

o, como el trueno, errar de cima en cima,

sería más feliz, dulce rebaño,

sería más feliz, cándida luna.

O es que tal vez se aleja

de la verdad mi mente, si pienso en otra suerte:

acaso en toda forma,

en todo estado, ya sea en cuna o en cubil,

es funesto a quien nace el nacimiento.

La fuente original de este artículo es: quevidaesta2010.blogspot.com/2016/05/canto-nocturno-de-un-pastor-erran