Un brindis por los fantasmas

Dicen las malas lenguas, y los espiritistas borrachos, que los niños que todavía no han nacido, mientras aguardan su turno, creen que los muertos son sus papás.

Quizás eso mismo nos suceda a todos nosotros, pero en otro plano: a los que desde la inexperiencia miramos a los que tienen demasiada como si fuesen nuestros padres, o como si se tratase de cadáveres mal enterrados que deambulan por nuestra vida con un dedo alzado, o una ceja pronta al reproche. Pero por mucho que los muertos sean los padres, seguimos adelante, rogando que no traigan carbón, o que lo sigan llevando, si eres leonés, como yo. Mal asunto...

Es Noche de Reyes.

Benditos aquellos que desean encontrar algo mañana, en un zapato, en la calle, o en la pantalla del Whatsapp. Benditos los que aguardan, los que han pedido, los que les gustaría pedir, los que tienen quien les niegue o les conceda.

Benditos los que no saben aun donde están, en qué lado del limbo, aguardando a que se abra una puerta junto a un muro. Junto a un muro sin puerta, y todavía ignoran si su turno es el de salir o el de regresar. Afortunados ellos.

Todo es mejor que demorarse entre las sombras de los sueños de los demás, sin desear nada, sin haber pedido nada, sin aguardar nada, por plena satisfacción o dejadez terminal. A estos, a vosotros los que siempre estáis de vuelta, ojalá os alcance esta noche el exorcista.