Yo no supe lo que era la calefacción o el aire acondicionado en un centro escolar hasta que fui a la Universidad. Me alegro de que ahora los chicos estudien en instalaciones en las que no haya que estar con el abrigo puesto dando clase, pero tampoco es para decir que se ponen enfermos, ni ellos ni los profesores, por la temperatura. Se ponen malos porque los virus en lugares cerrados se contagian mejor.
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Lo que no me cuadra de estas lacrimógenas historias es lo siguiente: si hay una institución en la que confías lo suficiente como para pensar que van a darle de comer a tu hijo, ¿por qué no llamar a su puerta, pedirle un vaso de leche para el niño y volver a casa? Uno puede no tener dinero ni para comer, pero puede hacer otras cosas que son gratis, como protegerlos de quienes quieren hacerles daño, enseñarles a amar, ayudarles a madurar...