Hace 11 años | Por Alesga a madrilanea.com
Publicado hace 11 años por Alesga a madrilanea.com

Enrique Flórez, tras su jubilación, ha comenzado una nueva vida partiendo de cero en una de las aldeas más solitarias y hermosas de Asturias. Su máxima: «siempre hay que empezar algo nuevo». En la aldea de La Focella «una noche de Luna, que parecía que podías alcanzar las estrellas con sólo estirar los brazos, salí a dar un paseo. Al doblar la esquina y acercarme a la huerta se me heló la sangre. Un lobo sorprendido, estaba en la penumbra inmóvil frente a mí. Sus ojos rojos y encendidos me paralizaron». No lo sabía, pero aquel camino...

Comentarios

hamahiru

Joer, sí que había setas en ese pueblo. lol

D

Madre mía!! tuve que leerlo 2 veces...aunque de haber acertado a la primera ya estaría haciendo la maleta.

Batiste

Lástima que no hubiera llegado al pueblo para hacer fortuna.

Alesga

Alguien podría pensar, al encontrarse por casualidad con él en ese techo natural donde habita, que se encuentra ante un monje budista alejado de la realidad. En meditación con el reflejo cambiante de las aguas de la laguna. Nada más lejano a su carácter. Alegre, cercano, un poco obstinado. Solidario en el trabajo con los vecinos. Amigo de la sidra; de cantar en compañía de sus amigos. Con esa voz curtida en centenares de tabernas.