Las repercusiones que se están produciendo tras las últimas filtraciones de Wikileaks son muy peligrosas. Y no hablo del peligro que le supone a Julian Assange o a su organización, injustamente perseguidos. Hablo del riesgo que implica permitir que los gobiernos y diferentes empresas multinacionales y multibillonarias como Pay-Pal, Visa o Mastercard convengan en elegir a qué tipo de información podemos acceder y a cuál no.