Hace 12 años | Por dresna a nytimes.com
Publicado hace 12 años por dresna a nytimes.com

Una mujer cuenta cómo abortó en 1978 sin coacciones y reflexiona sobre cómo ha cambiado la situación en EEUU. (En inglés, traducción en el primer comentario)

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Nadie me llamó puta
Hace dos semanas explotó una bomba fuera de un centro abortivo de Wisconsin. En los últimos años, varios estados han aprobado, o intentado aprobar, leyes exigiendo a las mujeres que buscan procedimientos legales protegidos por la constitución que pasen primero por exámenes médicos. Una chica joven fue llamada puta después de testificar a favor de que el seguro cubra los tratamientos anticonceptivos. Éstas son sólo algunas de las historias sobre los ataques al derecho a decidir de las mujeres.
Nicki Bailey comenta con una paciente las nuevas leyes sobre el aborto, que requieren una ecografía de antemano. (en la imagen).
No siempre fue así.
Esta es una historia de cómo solía ser:
Es 1978, cinco años después de Roe v. Wade (sentencia que legalizó el aborto en 1973). Tengo 38 años i cuatro hijos –el mayor tiene 17, el más pequeño 12. Voy a la escuela, me estoy sacando un B.A. (Bachelor of Arts? Bachiller de Arte) y me encanta.
Estoy embarazada de dos meses y medio más o menos.
No quiero este niño.
Tengo una familia, una gran familia. Quiero a mis hijos con pasión, pero no quiero ninguno más. Esto lo sé con absoluta certeza. Tengo otras cosas que hacer, y no creo que vaya a ser suficientemente buena madre para un quinto hijo. Me deleito en los recién nacidos con su delicada ligereza, sus pequeños dedos alrededor de mi dedo pulgar, pero lo mejor de ellos ahora es que pertenecen a otras personas. Yo no quiero tenerlos, alimentarlos, criarlos, ser responsable de ellos.
No quiero este niño.
Así que voy de camino al centro de planificación familiar Planned Parenthood para tener un aborto legal. Mi marido me lleva –este es un tema serio para los dos, pero estamos absolutamente de acuerdo en que es mi decisión. Hemos sido escrupulosos en el uso de contraceptivos, pero esta vez nos han fallado.
Estoy embarazada pero no atrapada.
Todo lo que tuve que hacer fue llamar a la clínica y pedir cita. No debo sentir vergüenza o miedo, porque mujeres valientes lucharon antes que yo para que el aborto fuera legal, haciendo públicas sus historias de vergüenza y terror y asegurándose de que ninguna mujer tuviera que morir a causa de un aborto en un callejón o parir a un hijo no deseado.
Aparcamos y caminamos hasta la entrada. No hay que soportar el acoso de piquetes chillándome, llamándome asesina, ni hay miedo de que alguien tire una bomba. La recepcionista apunta mi nombre y dice “Sólo tiene usted que hablar con una asesora primero.”. No me importa, me imagino que es parte del procedimiento. Le digo a la asesora que ya tengo cuatro hijos y no quiero más. (…) Ella asiente comprensiva y dice que estarán listos pronto. Ningún juicio, nada de enseñarme fotos de fetos, no intenta hacerme sentir culpable. Sólo quiere asegurarse de que estoy segura.
Y por supuesto que lo estoy.
En realidad no está tan mal: de hecho, no es tan invasivo como los chequeos mensuales cuando estás embarazada. Son amables, me tapan con una manta y dicen que mi marido podrá recogerme pronto y llevarme a casa. Estoy bien.
Nuestra compañía de seguros nos devolvió gran parte de los costes del aborto. Como tenía la suerte de poder hacerlo, les mandé ese cheque por valor de varios cientos de dólares como donación al centro de planificación familiar Planned Parenthood. Me sentía agradecida a la organización. Quería que pudieran seguir ofreciendo una gama de servicios sanitarios a todas las mujeres. El aborto me liberó de la carga de la maternidad añadida que no podía llevar a cabo y me permitió ejercer la maternidad lo mejor que pude.
Dos años después, estoy conduciendo. Miro hacia abajo y pienso que si no hubiese abortado, habría una sillita de bebé a mi lado, con un niño pequeño descansando confortablemente, sabiendo que siempre estaría a salvo porque yo estoy a su cargo. Podría ser una niña –me hubiese gustado tener una hija en la familia.
Pero no me entristece la ausencia; no tengo y nunca he tenido ningún remordimiento por no parir a ese niño. Conozco a muchas mujeres que han sufrido enormemente por esos niños que decidieron no tener, y doy gracias por haber evitado esa dolorosa tristeza de la culpa y el arrepentimiento. Y también conozco muchas mujeres que, como yo, sólo han sentido gratitud y alivio al poder tomar control sobre sus vidas de forma segura y legal.
Tengo 72 años. Tengo cinco nietos y tres nietas y deseo apasionadamente que todos sean responsables y tengan el mismo derecho legal a escoger que yo tuve.
Susan Heath es escritora y vive en Nueva York.

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La traducción es un poco patillera, pero es lo mejor que he podido hacer

Lo he mandado porque me parece interesante el punto de vista de una señora ya mayor, que puede comparar como eran las cosas y como son. El tema no es por qué abortó, sino que cuando decidió hacerlo nadie la presionó ni coaccionó para que no lo hiciera.

Actualmente en EEUU la situación del aborto es delicada, con los “pro-vida” atacando, montando piquetes en centros abortivos, insultando, etc. Estos grupos formados mayoritariamente por personas religiosas no aceptan la legalidad, insistiendo en que el aborto es asesinato, cuando las leyes de su país dicen claramente que no es así. Pero son un lobby con una gran influencia, y consiguen hacer la presión suficiente como para introducir cambios en la legislación. Por ejemplo, en muchos estados se exige la valoración de un especialista que incluye un período de reflexión. En un tercio de los Estados ha quedado limitada también la financiación pública de los abortos. En 2002 se ampliaron los márgenes de la objeción de conciencia de médicos, seguros e instituciones sanitarias. La ley permite que los hospitales se nieguen a realizar abortos y las compañías de seguros a pagarlos sin que pierdan la financiación federal.

Es decir, que parece que en EEUU se ha ido hacia atrás en vez de avanzar, y que una mujer podía abortar con más tranquilidad en 1978 que ahora. Y es obvio que quieren que aquí pase lo mismo.

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Que aún haya gente que crea que 'Dios se enfada si una mujer aborta', que cantidad de gente a la que se le debería prohibir votar, o al menos crear un país para ellos y otro para gente adulta.