Hace 2 años | Por --714822-- a tintaenlasolas.com
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—¡Arreando, que es gerundio! —Le gritaba Venancio a su percherón.
Tras cinco días cabalgando por la meseta, el potro estaba cansado, arrastraba las patas levantando todo lo que encontraba a su paso, la cabeza casi tocaba el suelo y de un momento a otro acabaría exhausto o muerto.